Nicholas Miller aparcó su Lexus, en el estacionamiento de farmacéuticas Grimaldi, dio un respiro que más bien sonó a resoplo, pues la reunión que se llevaría a cabo en unos minutos más, no era de su agrado.
Miró su Rolex, y supo que aún tenía tiempo, entonces se recargó en el asiento del auto, deseando desaparecer de la faz de la tierra, sus dedos se deslizaron hacia el reproductor de música.
«Mi corazón insiste by Jean Carlos Canela» empezó a sonar, entonces los recuerdos se vinieron a la mente de Nick.
—Por más que quise no logré sustituirte... —tarareó pensando en esos ojos negros que lo cautivaron desde el mismo instante que se miró reflejado en ellos. De nuevo esa sensación de vacío que con nada y nadie logró llenar se apoderó de él. De pronto su azulada mirada se clavó en la mujer que bajaba de un BMW, su corazón palpitó con fuerza. —¡Ariadna! —exclamó sin poder creer que la tenía muy cerca de él. Se quedó estático sin reaccionar, contemplando la elegancia con la que contoneaba sus caderas, dirigiéndose en dirección al elevador.
Nick, salió del auto, y a grandes zancadas trató de alcanzarla, pero ella desapareció.
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Ariadna se observó en el espejo del elevador. Arregló su impecable melena negra. De pronto un extraño cosquilleo le recorrió de pies a cabeza, se llevó la mano al pecho para tratar de calmar aquella sensación inexplicable, asumió que todo eso se debía al absurdo contrato que estaba por firmar para salvar de la cárcel a su irresponsable padre.
Inhaló profundo, irguió su barbilla, y deslizó sus pasos sobre sus sandalias plata de tacón, caminando en dirección a la oficina de la Vicepresidencia Comercial.
—Stella, ¿la familia ha llegado? —Preguntó a su asistente
—No, Licenciada aún no —indicó la joven.
Ariadna ingresó a su oficina, entonces antes de proceder con sus funciones, se acercó a los grandes ventanales, y miró a través de ellos como su corta vida pasaba en cuestión de segundos, en ese instante se sintió tal cual estuviera a punto de ser ejecutada, entonces el ruido de la puerta la sobresaltó.
—¿No piensas estar presente en la junta de hoy? —cuestionó Alonzo, su novio.
—Buenos días —contestó Ariadna, mirándolo con seriedad.
Él notó como el rostro de ella cambió al momento que ingresó y le habló con imponencia.
—Perdóname, amor. —Se acercó a Ary, la tomó de la cintura, sintiéndose desde ya su dueño, y la besó. Ariadna correspondió tan solo por compromiso—. Estoy muy nervioso con este nuevo primo —comentó al momento que su novia retiró sus labios de los de él.
—No creo que mi presencia sea importante en la junta, yo no soy parte de la familia —afirmó Ariadna.
—Muy pronto lo serás querida —advirtió él—. Llegó el momento que firmes nuestro acuerdo —solicitó enfocando su astuta y azulada mirada en los profundos ojos negros de Ariadna—. Recuerda que tú y yo tenemos un trato.
La chica se armó de valor, y utilizó sus recursos para retrasar el momento de aquella firma, deslizó sus dedos jugando con los botones de la camisa de él.
—Ya tendremos tiempo de legalizar estos documentos, Alonzo —expresó con dulce voz, luego colocó sus manos alrededor del cuello de él—. Nos podemos reunir en mi apartamento, hoy en la noche, y firmar allá. —Batió sus pestañas.
Las pupilas del hombre se dilataron, su cuerpo reaccionó ante la insinuación de Ariadna, pensó que esa noche, al fin se le cumpliría su sueño de hacerla suya, entonces la tomó de la nuca, y la besó con avidez, introduciendo su lengua en la boca de ella.
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UN CONTRATO POR AMOR. Libro 1 (Serie Romance) (Completa en Buenovela)
ChickLitAriadna Rinaldi, es una joven que para pagar las deudas de su padre, se ve obligada a comprometerse con el hasta entonces único nieto del machista y gran empresario farmacéutico: Sthephano Grimaldi, quién al morir, estipula en su testamento que el...