10 de febrero

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A la mañana siguiente, Steve, con alegría y los ánimos renovados, ingreso a la sala, cuando algo llamo su atención.

Ese algo era Tony, que estaba preparado para un día de labores, vistiendo uno de sus trajes de tres piezas de alta costura, aquellos hechos a medida que tan bien se ajustaban a la silueta de Tony, haciéndolo lucir más atractivo de lo que ya era, y los cuales le habían válido muchos suspiros.

Pero lo que causó su desconcierto no fue su vestimenta, si no la hora a la que estaba de pie y el hecho de que tenía la mirada perdida en la vista que su posición le otorgaba de la gran ciudad, mientras bebía licor.

Steve, cauteloso, se acercó al lugar donde se encontraba Tony y, con cuidado, retiró la botella de sus manos, delatando su presencia y preparándose para la interminable lista de reclamos que recibiría del castaño.

Pero el castaño simplemente suspiró, antes de beber el resto del contenido y enfrentarse al rubio, con inusual calma.

—Bienos días, Steve— saludó el castaño, mientras se enfrentaba al rubio, pero sin atreverse a mirarlo a los ojos.

—buenos días, Tony... ¿Estás bien?— fue inevitable preguntar para el rubio, extrañado y preocupado a partes iguales por la actitud tan extraña del castaño.

—dime... ¿Alguna vez has sentido miedo de enfrentarte a algo? ¿Miedo de lo que una simple verdad pueda cambiar a tu alrededor?— preguntó seriamente, ignorando la pregunta del rubio y mirándolo fijamente.

El rubio se quedo estático por un momento. La verdad, no se esperaba esa pregunta de parte del castaño y la mirada que le estaba regalando, le indico que debía responderle con completa honestidad, pero era inevitable, en sí, responder y no dejar enormes dudas y confusión en su mente, pues está pregunta le hacía cuestionarse si estaba actuando bien en relación a sus sentimientos hacia Tony.

Suspiró y decidió que lo mejor era responder con honestidad.

—si, Tony y lo he sentido con mayor frecuencia de la que crees. De hecho, en este momento lo siento. Decir la verdad implica muchas cosas y puede influir en diversos factores, pero, siempre quedará el consuelo de que si las cosas no van bien, un enorme peso se va de nuestros hombros— respondió seriamente, dando un suspiro al final, mientras que lo que acababa de decir empezaba a dar vueltas en su cabeza.

—Gracias, Steve. No sabes cuánto me has ayudado con esto— agradeció sinceramente, mirándolo con intensidad. —creo que debo irme. Tengo unos días ocupados por delante, así que nos veremos luego — se despidió, dejando el vaso sobre una mesa y dirigiéndose al ascensor.

—yo... Adiós, Tony— se despidió apresuradamente, mientras que las palabras dichas no salían de su cabeza.

******

Pocas horas después, recibió la caja de todos los días y Steve se preguntó si todo esto estaba bien.

Estaba enamorado de Tony, negarlo era estúpido, pero empezaba a sentir cariño por su admirador secreto, que día a día y a punta de detalles sencillos buscaba tener una oportunidad con él y ganarse su amor.

A pesar de que no había delito allí, fue inevitable sentirse culpable por la situación.

Suspiró y abrió el obsequio del día de hoy, revelando un pequeño traje del capitán América desgastado por el paso del tiempo y un oso de peluche café en las mismas condiciones, vestido con un traje similar.

Con cuidado, tomo el pequeño traje que se encontraba cuidadosamente doblado y lo levantó, admirando lo bien conservado que se encontraba, repitió el mismo proceso con el oso, y su nariz detecto un muy sutil aroma que se le hacía extrañamente familiar, pero se dijo que sólo era una jugada de su mente, pues era imposible que aquello fuese si quiera probable.

Admirador SecretoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora