No hay café / Seokjin

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Cuando Seokjin escribió los dígitos para entrar al departamento de Saehye, se esperaba encontrar todas las luces apagadas y un silencio sepulcral, pero no pudo evitar sonreír cuando al entrar observó a la menor tirada en su sillón viendo un anime ...

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Cuando Seokjin escribió los dígitos para entrar al departamento de Saehye, se esperaba encontrar todas las luces apagadas y un silencio sepulcral, pero no pudo evitar sonreír cuando al entrar observó a la menor tirada en su sillón viendo un anime apenas abrió la puerta. Habían envoltorios de gomitas en la mesita de enfrente y la pelinegra no hacía más que reír con lo que pasaba en su televisor.

Eran pasadas las cuatro de la mañana, pero Seokjin no pudo evitar salir de su hogar para darle una visita a su chica, que no era su chica.

Saehye sonrió de oreja a oreja cuando observó al pelimorado caminar hacia ella con una sonrisa ladina. Cuan haría un gato, se frotó contra la mano de Jin que dio a parar en su mejilla apenas se acercó.

—Hola mi amor —saludó el mayor.

Sin pensárselo mucho, y con repentina efusividad, Saehye apagó el televisor, abrió la colcha y se movió para hacerle un espacio al mayor a su lado. Seokjin se metió entre la frazada sin importarle llevar la chamarra de cuero y guió a Saehye entre sus brazos.

Como era de esperase, a Saehye le importó una mierda la incomodidad que sentía al abrazar a Seokjin con las prendas que llevaba, solo se abrió paso para apoyar la cabeza en su pecho y sentir su calor.

—No te vayas por tanto tiempo Jin.

—Ya estoy de vuelta, linda. Aquí estoy.

Seokjin coló sus largos dedos entre las hebras del cabello de Saehye y besó su coronilla. La pelinegra soltó un ruidito de satisfacción para después fundirse nuevamente entre sus brazos. Llevaba sin verlo poco mas de cuatro meses por el tour, y sentirlo cerca de ella era lo que más quería en esos momentos.

—Ven aquí hermosa.

Seokjin sujetó uno de los muslos de Saehye y sin dificultad la colocó a horcajadas de él. La menor sonrió y se puso cómoda sobre su regazo. Se inclinó un poco sobre él y Jin, con una sonrisa, llevó uno de los negros mechones de Saehye tras su oreja.

Las manos de la menor dieron a parar en ambas mejillas del pelimorado. Sus pulgares comenzaron a acariciar donde se formaban las manchas negruzcas bajo sus ojos.

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