MARTINA.
Miré con anhelo al árbol que se veía a lo lejos fuera de mi casa, indicándome que faltaba cada vez menos para llegar.
Suspiré.
Tenía puras ganas de llegar y tirarme a mi camita a dormir por mil años.
Chao problemas. Chao liceo, chao psu.
Y chao vecino culiao insoportable.
El paraíso po.
Mi celular sonó, y lo saqué del bolsillo de mi poleron de cuarto.
Contesté sin quitar la vista del árbol, que cada vez se acercaba más a mí.
- ¿Alo?
- ¿Cómo está la vecina más rica del mundo? - reí al escuchar la voz de la Cami, mi mejor amiga - ¿Dónde andas, maldita? - volvió a hablar sin darme tiempo de responder a su primera pregunta.
- Acabo de llegar, ¿por qué? - dije tratando de meter la llave en la cerradura.
Una vez adentro, tiré mi mochila al sillón y caminé hasta la cocina, en busca de municiones para el bajón bestial con el que venía.
- Porque necesito tu ayuda en algo. ¿Podís venir?
Despegué el post-it del refri e intenté leerlo rápidito.
Mientras más rápido lo leyera, más rápido comería.
Bebé voy a estar en la casa de tu tía Tere y llegaré tarde.
Hay comida en el microondas y ya sabes dónde hay plata en caso de emergencia. Te amo y no hagas tonteras.La arrugué y la tiré al basurero.
- ¿Martina?
- Si, obvio, pero tengo que comer algo antes de que me muera, porque mi... ¡Ay la amo! - chillé feliz al ver un trozito grande de lasaña en el microondas.
La Cami se rió - ¿De nuevo te preparó lasaña?
- Sip, ¿Te day cuenta lo fácil que es hacer feliz a la Martina? - pregunté - Prepárale lasaña y ella te amará. Súper simple.
Ella se rió aún más fuerte, contagiándome la sonrisa - Le voy a dar ese dato al Fabi - me webeó.
- Jaja, sí, muy chistosa Camila Contreras. - puse los ojos en blanco - Ya, me devoro la comida y voy a tu casa.
- Oki doki.
- ¡Oye! - pegué el grito antes de que cortara la llamada.
- Dímelo bebecita.
Me reí, dudando en seguir hablando.
Pico - ¿No está el Gabriel, cierto? Dime que no, por favor.
- No, tranqui. El pesadilla anda en la casa del Cristobal.
El Cristobal es su mejor amigo según tengo entendido.
Suspiré aliviada - Ya, nos vemos entonces.
Esperé a que se despidiera y corté.
Me quedé pegá' un rato viendo como giraba mi comida adentro del microondas, y después me puse a ver memes hasta que el aparato mágico sonó indicando que estaba listo.
Me devoré todo en cuestión de cinco minutos y subí corriendo a bañarme.
Mala costumbre mía de bañarme a cada rato del día.
Me vestí con algo cómodo y partí rumbo a la casa de la Cami.
¿Cachan lo pulento que es tener a tu mejor amiga como vecina? Son privilegios de la vida.
Literalmente di cuatro pasos y toqué el timbre.
En dos segundos ya tenía a la mamá de la Cami parada frente a mí regalándome una de sus tantas sonrisas tiernas.
- Hola tía - le sonreí - ¿Está la Cami?
- Hola mi niña - me saludó con un abrazo -, la Camilita está arriba, suba nomas.
Le di las gracias y saludé al Michi, el gatito de la Cami, antes de subir de dos en dos las escaleras.
Hice el mismo recorrido de siempre, y caminé directo a la pieza de mi amiga.
Entré sin golpear como de costumbre y me la encontré tirada en el suelo, entre un montón de libros y cuadernos.
Me reí sin poder creer lo que mis ojos veían - ¿Quién erís y qué hiciste con mi amiga? - le tiré un cojín - ¡Devuélvemela impostora!
Ella me miró como si de verdad estuviera a punto del suicidio, lo que me hizo reír con más ganas - ¡No es gracioso! Me va a explotar la última neurona.
Le di mi pésame y me tiré en su cama, ready pa' pegarme una siestecita.
- Si la ayuda que necesitai es para estudiar. Olvídate, a mí me va peor que a ti. - le advertí cerrando mis ojos.
- Si hay algo que tengo claro, es que tú, y la palabra estudiar nunca irán en la misma frase - habló aguantando la risa - Asi que tranqui, que te llamé porque necesito tu ayuda con otra cosa.
- No cacho entonces, ¿pa' qué soy buena?
Rodé los ojos, esperando a que lo dijera.
- Pal pico - dijo soltando una carcajada.
Pil pici.
Le tiré el cojín más cercano y de paso le levanté mi dedo medio - Sabía que ibai a decir esa weá.
La Cami se rió un rato más y se calmó - Ya po, lo que te iba a decir es que el sábado es el cumpleaños del Gabo.
Lo primero que se me pasó por la mente fue: ¿Cómo lo hacen esas personas que su cumpleaños les cae justo un fin de semana?
A mí me cae día de semana y pa' más remate, me hacen diez pruebas el mismo día.
Que es injusta la weá.
Entrecerré mis ojos, mirándola con atencion - ¿Y eso qué tiene que ver conmigo?
- Que necesito que me ayudís a organizar un carrete, como celebración, ¿cachai?
Me levanté de una - No, sácate esa idea de la cabeza.
- Pero...
- No. - la corté - Tu hermano me odia. No sé si cachaste. Pero en el caso de que no, tranqui, te lo repito; Tu hermano me odia. Además es terrible desagradable conmigo.
La risa de la Cami no tardó en hacerse presente, asi que agarré lo primero que tenía en mi alcance y se lo tiré.
Me reí al ver cómo el cojín se estrelló contra su cara de bebé, callándola.
- Ay ya, perdón. Pero es que mira, igual no es tan mala idea po, me ayudai, se lo hago saber y ¡tarán! Reconciliación y amigos por siempre. ¿Viste que es easy?
Esta vez fui yo la que se rió con ganas y atajó el cojín con la cara - ¿Estay loca? Con lo mal que le caigo, demas que apenas se entere que ayudé me entierre la cabeza en la torta, ¡con velas puestas y todo!
Ts, linda la cuestión.
No soy na' material de los weones yo.
- Si él hace eso se queda sin descendencia, y lo sabe. Confía en mí, y ayúdame po - suplicó - Si te hace sentir más tranquila, el Nico tambien aceptó ayudarnos.
La pensé.
- Que conste que lo hago solo porque tú me lo pides, no por él.
La Cami pegó uno de sus tantos gritos, y por inercia me tapé los dos oídos.
- ¡Te amo, te amo, te amo! Juro que va a ser el mejor carrete de tu vida.
Que el pulento la escuche, equis fa.
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