Capítulo 10

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Comenzó a sangrar y eso lo hizo enfurecer.

–Eres una perra –me grito furioso, levanto el brazo para pagarme pero otra mano lo detuvo.

–Deja de molestarla –era la voz de Bin. Le dio un golpe en la cara que lo tiro al piso– Soy el único que puede fastidiarla así que no te metas con ella –"Que lindo, ¿no pudo decir otra cosa?" pensé. Al ver lo que pasaba algunos de seguridad se acercaron.

– ¿Qué pasa aquí? –desde luego el espectáculo que ocurría nada le favorecía al lugar.

–Nada, los caballeros ya se van a casa –contesto Bin– y nosotros también, Max, vamos.

Me tomo de la mano y me subió a la parte trasera del auto, Max nos siguió y rápido nos pusimos en camino, dio varios giros raros, en el trayecto, imagine para evitar que nos siguieran.

– ¿Están bien? –pregunto después de un rato, ambos asentimos. Max regreso la vista a mí.

–Eres genial Jen, no creí que pudieras pegar tan fuerte.

– ¿Tú crees? –pregunte incrédula, aun me dolía la mano. No era experta pero la adrenalina me había hecho no pensarlo dos veces.

–Seguro le rompiste la nariz –dijo emocionado– ya se lo merecía.

–No es para tanto, y espero no haya sido así –había sido bastante amenazante y algo me decía que no se quedarían ahí las cosas y menos si le había roto la nariz– pero... quien en realidad lo puso en su lugar no fui yo... –dije mientras miraba a Bin. Quien parecía no ponernos atención.

–De él no me sorprende, siempre ha sido un tipo duro en los golpes...

–Max... –dijo Bin fulminándolo.

–Ok, ok ya no digo nada.

Nadie dijo nada el resto del camino. Pasamos a la casa de Max. Quien a pesar de todo parecía animado, una vez que entro a su casa, Bin puso en marcha el auto. Me quede callada y no prestaba mucha atención al camino, hasta que levante la vista y note que ese no era el camino a mi casa.

– ¿Vamos a tu casa? –él me miro serio y contesto.

– ¿Entonces vamos a la tuya? –entendí a qué se refería y no conteste. Al llegar a su casa se estaciono– Vamos –lo seguí hasta su habitación. Los nervios me invadían, había tenido intención de terminar con todo aquella noche pero no había tenido una oportunidad clara y ahora inmóvil en el centro de su cuarto, no encontraba el valor suficiente para hacerlo.

Se quitó el saco, lo dejo sobre una silla y apago la luz. Llego a mí y me tomo por la cintura haciéndome retroceder hasta el borde del tocador, me sujeto y me subió ahí. Me soltó el pelo, que me cayo sobre mis hombros. Hundió su cara en mi cuello y comenzó recorrerlo con sus labios de arriba a abajo. No era nada similar a las ocasiones anteriores, era pausado y rítmico. Llego a mi clavícula, me bajo el vestido para dejar al descubierto mi hombro derecho, donde sus labios también exploraron cada milímetro de piel. Mientras tanto sus manos llegaron al cierre del vestido y comenzaron a bajarlo, una vez que quedo abierto, sus manos palparon mi espalda desnuda. Me quito el vestido dejándome solo en ropa interior, ahí sentada sobre el mueble, me contemplo satisfecho. Se despojó de su camisa y volvió hasta mí. Ahora se centró en la parte descubierta de mis pechos, sus labios llegaron ahí, me estremecí al esperar un ataque furioso como la ocasión pasada, pero no fue así. De nuevo era suave, no había nada de brusquedad en sus movimientos, eso me ponía las cosas difíciles, pues resultaba demasiado placentero. Me aferre al borde del mueble tratando de ahogar las sensaciones que me embargaban.

Con destreza me despojo del sujetador y ahora sin obstáculos, no tuvo reparos, sus manos cubrieron la superficie de mis senos y los masajearon suavemente.  Sentí de nuevo su boca sobre ellos y su lengua que se abría paso, estaba húmeda, era como una brisa reconfortante en aquel calor que me abrumaba. Comenzó su lengua a jugar con mis pezones, los cuales a estas alturas ya eran dos piedras firmes, estaba perdiendo el control. Bajo su mano hasta mis bragas, lo que me puso en tensión, dudo un momento, pero la introdujo debajo de la ropa para comenzar a explorar mi parte intima. Su contacto me estaba dejando sin aliento, pues cada caricia era placentera más de lo que podría gustarme. Se bajó hasta mis pies, me quito los zapatos y comenzó a recorrerlos con sus labios. Desde la punta de los dedos fue avanzando lentamente, subió por mi pantorrilla hasta alcanzar mis muslos, donde se detuvo para quitarme lo único que me quedaba de ropa. Al estar expuesta, llego hasta mi centro y su lengua tibia me invadió. Provocándome descargar eléctricas que recorrían hasta la última de mis terminaciones nerviosas. Aunque luchaba sin parar por mantener el control,  poco a poco iba perdiendo la cabeza, me mordía sin descanso los labios para no gritar de placer. Pero era tan agradable la sensación que él me provocaba, que estaba a punto de llegar al clímax.  

Se puso de pie y me levanto entre sus brazos, sujetando mis caderas para trasladarme a la cama, donde me dejo, mientras se quitaba el resto de su ropa. No tardo mucho, se colocó sobre mí y de nuevo se fue sobre mi pecho. Fue bajando a través de mi vientre hasta llagar a mi parte baja, pero fue un trayecto lento  e increíble, él realmente sabia como manejar sus labios y como hacer perder la cabeza a una mujer. Pero no solo eran sus labios, también la forma en la que su lengua era capaz de proporcionar tan inmenso placer, eso me hizo anhelar sentir su boca sobre la mía. Desde la primera noche no me había vuelto a besar. Mis pensamientos se vieron interrumpidos cuando sentí su miembro cobrar vida, se movía entre mis piernas mientras entraba glorioso en mí. Otra vez, mi cuerpo me había traicionado, pues lo albergo con tal familiaridad, que era casi como si fuera parte de mí. Comenzó a penetrarme con un ritmo semi-lento que me estaba volviendo loca. Cuando aumento la cadencia de los movimientos, me vi superada por mis instintos, arque la espalda para sentirlo mejor y no pude evitar que de mis labios saliera un gemido. A pesar de la oscuridad que nos envolvía pude ver que al escucharme una sonrisa se había formado en sus labios.  Aumento cada vez más y más, la velocidad de su entrada que, ocurrió, tuve por primera vez un orgasmo, que me dejo perturbada por unos instantes. Mi cuerpo vibraba y se cubrió de sudor, la respiración estaba aumentada. Al verme en aquel estado su rostro mostro una gran satisfacción que se manifestó en forma de gemidos, hasta que se corrió. Una vez satisfecho se tumbó a mi costado, podía ver su rostro bañado en sudor, sus labios carnosos se movian mientras respiraban con dificultad, así como su pecho subía y baja, luchaba por recuperar el control. Verlo así me hizo pensar si él era realmente la misma persona con la que había estado antes, cada ocasión había sido diferente, pero en especial esta, había sido como estar con una persona totalmente diferente.

Comencé  a sentir el cansancio por el esfuerzo físico realizado, mis ojos amenazaban por cerrarse, pero sabía que no podía quedarme, tenía que marcharme pronto. Me levante y me vestí con la ropa que había llegado, no supe si él me observaba, me concentre en salir de ahí lo más rápido. No dije nada al salir, así como él lo hacía. Mientras bajaba aun podía sentir la sensación abrumadora de sus caricias y mis piernas aun temblaban. "Te odio cuerpo, eres mi peor enemigo" pensé, pues más allá de mi razonamiento, había perdido la batalla sobre mis instintos y mi cuerpo se había entregado totalmente al placer que él le proporciono. Me había dejado arrastrar por esa marea llamada Bin. De algo estaba segura, esa noche, algo, aunque en ese momento no supe que era, algo había cambiado. Y eso cambiaria todo


-Sustituta-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora