Capítulo 29

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Esa mirada triste y preocupada era un claro aviso de que algo no estaba bien. Además estaban sus palabras “Pase lo que pase confía en mi” que me provocaban temor, temor a perderlo, temor a no tenerlo más. Pero ¿Qué podía decir al respecto? Forcé una sonrisa y asentí. Él comenzó a caminar de nuevo llevándome con él. Sin embargo, mi mente ya no estaba en esa playa, estaba inmersa en un millón de pensamientos imaginando los peores escenarios por venir. No me percate cuando su pie arrojo agua sobre mí, habíamos llegado a la orilla del agua e introduciendo sus pies empujo una porción de agua hacia mí.

–Oye –proteste, pero él sonreía– me las pagaras –dije, entre al agua y comencé a lanzarle agua que él trataba de esquivar. Así continuamos por unos momentos, de pronto me tomo del abrazo amenazando con arrojarme al agua.

–Ahora sí, este es tu fin Jen.

–No lo creo –Solté su mano y corrí tratando de alejarme.

–No huyas –pero yo ya estaba fuera de su alcance y de la orilla.

–No puedes conmigo –presumí sacándole la lengua. Pero no contaba con que piernas al ser más largas era más rápidas y antes de lo previsto estaba sobre mí. Me derrumbo sobre la arena colocándose sobre mí.

– ¿Qué decías?

–Nada –dije luchando por quitármelo de encima, pero cuando sus labios encontraron los míos, la lucha termino, sujete su cuello correspondiendo a su beso– que me gusta estar así –dije sonriendo.

–Chica inteligente –se descuidó y ahora termine sobre él– oye…

–También me gusta estar arriba.

–Aja sigues sacando tu lado pervertido.

–Algo así –bese su cuello– pero ahora eres mi presa.

–Completamente tuyo –dijo mientras extendía los brazos como si estuviera de bruces. Me senté sobre su estómago y comencé a jugar con su camisa. No podía evitar denotar mi preocupación y él lo noto– No tienes nada de qué preocuparte Jen.

–Si lo dices de eso modo ¿Cómo se supone que no lo hare? –me tomo de la mano y me recostó sobre su pecho.

–Solo quiero que creas en mí.

–Lo hago, siempre, aun cuando no lo parezca –me abrace más a él.

–No tienes nada de qué preocuparte… yo… Te quiero –sentí que mi corazón se detenía, no podía dar crédito a lo que escuchaba. Mi visión se nublo, los ojos se me llenaron de lágrimas. Ante tal declaración comencé a sollozar. Se sentó y levanto mi rostro para mirarme– ¿Jen? ¿Qué pasa? Te digo que te quiero ¿y tú lloras? –me abrase a su cuello.

–Eres un tonto –dije hundiendo mi cara en su pecho. Él me abrazo.

–Lo sé –nos quedamos ahí sobre la arena, yo sobre sus piernas aferrada a su cuello, mientras él me sujetaba por la cintura con un brazo y con el otro acariciaba mi espalda. Era una cobarde, tenía miedo de verlo, de que desapareciera, de que fuera un sueño, solo un sueño. Me resistía a creer lo que terminaba de escuchar. Por una parte había ansiado escuchar palabras de amor de él, pero por otro, tenía miedo del porque lo decía justo ahora, justo cuando me pedida que confiara en él. Tenía sentimientos encontrados, pero él parecía tratar de entenderme, no pidió explicaciones solamente me abrazo y me consoló.

Perdí la noción del tiempo, hasta que la luz del atardecer comenzó a caer sobre nuestras espaldas. Me moví y note que tenía los pies adormecidos, si así me sentía ¿Cómo estaría él? Que había tenido que soportar mi peso.

-Sustituta-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora