° Prólogo °

80 7 1
                                    

EN EL SALÓN.

2 HORAS LIBRES DESDE QUÉ EL PROFESOR DE MATEMÁTICA NOS AVISÓ A ÚLTIMA HORA QUÉ ESTABA ENFERMO.

-¡Gané otra vez! - Dijo Camilo, para después reirse de los chicos mientras tiraba las cartas sobre la mesa.

-Puta madre... - Susurró Matías, suspiró y dejó las cartas, un tanto irritado, no porqué perdiera, sino porqué el que gano (otra vez) había sido Camilo.

-¿¡Ah qué?!, ¡Vos ganas, pero con trampa! - Exclamó Rodrigo, mirándolo con reproche.

-Sigo sin entender el juego... - Dijo John, o como Rodrigo solía decirle "El Gringo" y solo porqué era de Estados Unidos, aunque tengo qué admitir qué era gracioso cuándo lo decía.

-¿¡What, esquiusmi?! - Dijo Camilo en "inglés", ya qué era muy malo para la pronunciación.- ¿Yo? ¿Trampa? ¡Jamás!.-

Igual qué siempre, Camilo se hacía el ofendido por decirle que hacía trampa, mientras qué a su espalda estaba Gonzalo escondiendo las cartas qué a Camilo no le servían para ayudarlo. Y si, Camilo era un tramposo y Gonzalo también, por ayudarlo, aunque yo no decia nada solo porqué era divertido ver a los chicos pelear por un simple juego de cartas, sin mencionar qué después de cada juego, Camilo me daba una bolsita de esas gomitas azucaradas de colores, cómo pagó por mí silencio.

-Bueno che, calmense.- Decía Gonzalo mientras ponía una silla y se sentaba del lado izquierdo de Jonh, ya qué del lado derecho me encontraba sentado yo.

-¡No loco, no me calmo nada! ¡Camilo es un gordo tramposo!.- Dijo Rodrigo, mientras le apuntaba con él dedo a Camilo.

-¿¡A quién le decís gordo, eh!? ¡ Soy de huesos anchos, flaco desnutrido!.- Le dijo Camilo.

Y así, cómo todos los días, Camilo y Rodrigo empezaron a pelear, aunque a ninguno de nosotros nos importaba ya qué sabíamos qué luego de un rato , cuándo se cansaran de actuar cómo niños pequeños y dejarán de pelear, iban a volver a joderse igual qué siempre. A veces me hacían acordar al Sr. y la Sra. Smith o cómo sea qué se llamará.

Matías, por su parte, parecía tener sueño, por lo qué sé estiró y se recostó sobre la mesa mientras observaba cómo Camilo y Rodrigo discutían. Mientras tanto, Gonzalo ordenaba y guardaba las cartas. Ambos divertidos por la pelea de los chicos.

Jonh, cómo siempre, se mantenía en silencio y los escuchaba discutir, ya qué cómo nunca terminaba de entender el juego, no sabía si alguien había hecho trampa o no.

Yo me encontraba sentado del lado derecho de Jonh, con los pies encima del lado de la mesa qué no habían usado para jugar y encima de mis piernas, tenía mi cuaderno de dibujó, ya qué siempre lo llevaba conmigo para dibujar lo que había a mi alrededor y a la gente qué veía.

-Che Jonh, mira.- Dije mientras me inclinaba un poco hacía él para mostrarle el dibujó.

-Eh, ése está bueno. Me gusta cómo hiciste las sombras acá.- Me comentó, apuntando hacía el dibujó.

-Gracias.- Dije tranquilo, para después regresar a la hoja y hacerle unos detalles más.

-La volviste a dibujar.-

-¿Qué?- Lo mire un tanto confundido.- ¿A quién?.

-A la chica con la que soñas.-

Me sorprendí un poco ante eso y regresé mi mirada al dibujó para inspeccionarlo bien.
Era verdad.
Aquélla chica con la que solía soñar casi todas las noches, estaba sentada al fondo del aula de clases qué había dibujado. Estaba sentada, esperando, mirándome, o así lo sentía yo.
Suspire, como si hubíese estado conteniendo el aliento desde qué comencé a dibujar.

-Si...creó...qué no pude evitarlo...- Dije soltando una leve risa.

Me sentí muy ilusionado al ver que esa chica estaba en mi dibujó, al fondo del aula, observandome, como si esperará qué me levantará y fuera a hablarle. Pero al levantar la vista y ver aquél mismo lugar, al fondo del aula y no ver a nadie, hizo que me desilucionara.
Otro suspiró. Otro aliento contenido.
No levanté la cabeza del dibujó hasta qué sentí la mirada de Jonh sobre mí.

-Nico...no me gusta qué estés así...- Me dijo Jonh, en un tono un tanto entristecido.

-¿Así cómo?... Estoy bien Jonh.- Le sonreí igual qué siempre.

Jonh me miro extrañado y luego me sonrió.
Sólo digamos que durante mis 17 años de vida aprendí a falsear sonrisas, y era uno de los mejores en finjir qué todo estaba bien.

Como dije, como todos los días, mis amigos jugaban a las cartas, había peleas y luego risas, y como siempre; yo estaba hay, sentado con mi cuaderno de dibujó, observando atentamente todo, en silencio, con una leve sonrisa, dibujando y sintiendo como poco a poco, algo dentro de mi, continuaba pudriéndose.

°La chica de mis sueños°Donde viven las historias. Descúbrelo ahora