Capítulo IV

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A medida que pasaron los días y las semanas y los meses, ambos encontraron otra escena del crimen que coincidía con el modus operandi de Leroy. La diferencia era que a la víctima le habían desfigurado la cara, antes de dejar los órganos encima. Leroy era alto y estaba en forma, le gustaba dejar a sus víctimas en los basureros para provocar miedo, mientras que los detectives no encontraban ningún rastro de evidencia para dar con el autor de los crímenes.

A medida que los asesinatos aumentaban (en su mayoría con estudiantes), los policías se habían visto obligado a formar un expediente que nombraron como “Expediente Sangriento”, cuyos crímenes no habían sido resueltos.
A

los veintidós años de edad Leroy seguía cometiendo crímenes, siendo un chico independiente y expandiéndose a otros estados del país para despistar a las autoridades. Ahora, sus víctimas eran universitarios y trabajadores de centros comerciales.

Los detectives habían estado investigando un caso sin solución durante siete años. Humberto y Fernanda habían tenido pesadillas y perturbaciones sobre este crimen cruel, en el que las víctimas ascendían a más de treinta y los sobrevivientes de las torturas sádicas a diez.

Era por eso que ambos habían dejado de investigar, cansados de seguir un caso que no tenía solución.

Humberto informó a su jefe que su hijo Omar Uzcategui, investigaría ahora el caso y sería el encargado del expediente. Con veintisiete años de edad y graduado con un título en psicología y criminología, él aceptó el caso como un reto. Desde entonces se dedicó a investigar a las primeras víctimas, los chicos del parasistema donde estuvo Leroy. Omar llegó al plantel y habló con la directora, preguntándole si había estudiado ahí hace siete años un joven que probablemente no tuviera muchos amigos, que se la pasara en peleas y tuviera mala conducta con sus compañeros y profesores de clases.

expediente sangrientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora