Capítulo VI

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—No cometo los crímenes por fama, solo lo hago por diversión y porque oír los gritos de su sufrimiento es la mejor melodía que pueda escuchar.

—Dime, ¿qué es lo que tuviste que sufrir para cometer estos crímenes? Leí hace horas tu expediente juvenil y lo que dice lo creo, pero no para que asesines personas de las cuales, en su gran mayoría, son bravucones, algunos violadores y personas que trabajan en centros comerciales. Los atraes con alguna mentira para secuestrarlos, torturarlos y asesinarlos ¿verdad? Respóndeme y también quisiera saber porque dejaste vivir a diez personas que sufrieron tus torturas, ¿fue por piedad, acaso?
—Bueno, las personas que deje vivir no fue por piedad exactamente, es para que estén traumatizados y con eso me lleno de alegría, saber qué jamás olvidaran ese sufrimiento que los dejará marcados de por vida psicológicamente. En cuanto a mi niñez, ya que quiere saber le diré la verdad, porque usted me cae bien, detective. Sí, es verdad que pase por los abusos físicos y las torturas psicológicas de ese hombre, pero también pase por abusos sexuales. ¿Dime qué clase de padre abusa sexualmente de su hijo? Ya sé, un enfermo, un asqueroso bastardo y alguien al que no le importa la salud psicológica de su hijo. Quizás por eso es que realizo los crímenes, porque no me importa nada ni nadie y no siento remordimientos por mis actos, son pocas las personas que me importan como mi mamá, mi ex prometida, mi amigo y mi prima, personas que tengo tiempo que no he visto en estos últimos dos años desde que empecé la universidad.

Omar se queda sorprendido frente  a su confesión y le hizo una sola pregunta.

—¿Sabes acaso de la misteriosa desaparición de tu tío y su novia, que fue hace exactamente siete años atrás, cuando empezaste a asesinar a los bravucones de tu parasistema? ¿Recuerda qué pasó? ¿Los mataste a los dos acaso? Dime, respóndeme esa pregunta, recuerda y a medida que recuerdes, lo vas narrando para entender exactamente lo que pasó.

Leroy comienza a recordar. Se encontraba en casa de su tío, eran las siete de la noche y buscaba a su prima para que lo acompañara a la farmacia a comprar golosinas. Cuando el joven bajó por las escaleras, fue a la sala y vio a su tío sujetando a su prima y acostándola sobre una mesa para desnudarla, mientras su mujer lo filmaba con una cámara de video. Como su prima tenía la boca tapada Leroy no había escuchado los gritos. Con rabia, agarró un cuchillo y apuñaló a su tío y a su novia, diez veces. Los dos cayeron al suelo y Leroy aprovechó para cortarles las arterias de sus piernas y brazos, hacerles cortadas por la cintura y luego destriparlos. Su prima, con un cuchillo eléctrico, los cortó a la mitad y los metió en bolsas grandes de basura. Mientras ella limpiaba la sangre del piso, Leroy disolvió las bolsas con los cuerpos dentro en una bañera con ácido, eliminando cualquier rastro de los asesinatos. Agotado, Leroy, faltó el martes a clase.

Fue aquel martes en que faltó el joven, cuando los bravucones acosaron y golpearon a su novia y amigo. Al día siguiente, al enterarse, comenzó con su racha de sádico asesinando a los tres chicos del parasistema y torturando a los otros dos. Y desde ahí continúo con sus homicidios hasta que fue detenido por el detective Omar.

Este estaba sorprendido de saber que el primer crimen de Leroy, no había sido el de los tres bravucones, sino que fue el de su propio tío y su prometida.

—Ok Leroy, solo para terminar de la conversación. Te preguntare los siguiente. A pesar de que te veo como alguien sin remordimientos, ¿crees en Dios? ¿Nunca has pensado en pedir perdón por tus actos?

—No creo en Dios, pero no niego su existencia y sé que Dios existe en la inocencia de cada quien. Por ejemplo, en los niños, seres que en su mayoría tiene esa inocencia que los hace únicos hasta que pasan por los desordenes de la sociedad y se convierten en algo que ya no son ellos mismos, si no otra persona que reacciona de manera diferentes ante los abusos de sus padres, compañeros de clases, y cualquier factor que los hace perder esa inocencia. Claro, los psicólogos ayudan, pero cuando la gente y lo digo en mi caso. no cree en esos psicólogos. ya no hay reparación para la mala conducta, aunque sé que pueda cambiar. Al final me convertí en el ser humano al que la gente le tiene miedo, por culpas de los maltratos de un padre abusivo que me ha hecho daño físico y psicológico. Así que no, no pienso pedir perdón a Dios porque no estoy listo, sucederá cuando esté listo, pero por ahora no.

expediente sangrientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora