Capítulo 2

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Incliné mi silla hacia atrás sobre las dos patas traseras para poder ver a través de la puerta de la cocina con intención de hacerle un guiño a Jack, el pequeño de 9 años siempre se ponía rojo como un tomate y me hacía mucha gracia. Pero no era él.

Mi hermana se quedó parada mirando al chico que estaba en la puerta, y su expresión corporal ya no era la misma. Desde donde yo estaba solo veía la parte de atrás de su cabeza pero apostaría mi cuello a que estaba colorada. Empezó a recogerse el desastroso pelo en una coleta para intentar adecentar un poco su aspecto. En mi interior estaba bastante celosa de ella, daba igual que su pelo pareciera un nido de pájaros y estuviera con un pijama espantoso, seguía pareciendo un la Barbie por la que todos babeaban y eso a veces me sacaba de mis casillas. Éramos hermanas pero creo que en el reparto de genes ella salió ganando. No es justo.

-Hola, soy Nate, mi familia y yo nos acabamos de mudar a la casa de al lado y mi madre ha insistido en que pasara a saludar y trajera esto -enseñó una especie de tarta, desde donde estaba no veía bien.

Era el chico que había visto la noche anterior, aunque ahora no me dio ningún escalofrío ni nada por el estilo, y a decir verdad parecía distinto. Estaba sonriendo amablemente y hubiera jurado que ayer tenía el pelo de un negro intenso, pero quizás fuera cosa de la oscuridad de aquel momento, porque era rubio, muy rubio. Y con unos ojos azules que quitaban el aliento. Verdaderamente podía decir que era el chico más guapo que había visto en mi vida. No era mucho más alto que Ariel, y tampoco era extremadamente musculoso pero si que se podía apreciar que hacía deporte, sus abdominales se marcaban bajo la camiseta básica blanca que llevaba. Entonces pasó su mirada de mi hermana hacia el fondo a la derecha donde yo estaba apoyada en el marco de la puerta con la silla todavía sobre dos patas y mirándolo demasiado fijamente. El calor subió a mi rostro, eché la silla hacia delante saliendo de su campo visual tan rápido como fui capaz.

-Oh, claro, adelante. Yo soy Ariel -dijo mi hermana desde la entrada de casa y mi madre se levantó mirándome con mala cara porque yo no hice ningún ademán de moverme del sitio.

Hicieron las oportunas presentaciones y mi madre lo invitó a pasar a la cocina a tomar unas tortitas, yo quería que me tragara la tierra, era imposible que no me hubiera visto comiéndomelo con los ojos hace unos segundos y ahora solo quería salir de aquella cocina antes de que él pusiera un solo pie en ella. Pero era demasiado tarde.

-Lexie, saluda a nuestro vecino -dijo mi madre entrando en la cocina y apartando a Draco que ya iba corriendo como un loco a tirarse encima de nuestro invitado.

-Hola -dije haciendo un gesto con la cabeza en su dirección mientras él me sonreía divertido-.

Era malditamente guapo y yo noté el calor en las mejillas otra vez, fingí una tos y me dirigí hacia Draco al que todavía tenía mi madre enganchado por el collar y tomé el relevo arrastrando al perro al exterior para que hiciera sus necesidades en el jardín trasero, dándome la excusa perfecta para desaparecer de aquella cocina antes de que fuera demasiado evidente el efecto que provocaba en mi aquel chico.

Estuve unos diez minutos fuera jugando con Draco a lanzarle una pelota mientras estaba tirada en una silla de madera que teníamos allí fuera y entonces empezó a ladrar como un loco. Me incorporé buscando a nuestra gata Morgana, no se llevaban muy bien desde el día en que Draco llego a casa y Morgana lo recibió con un zarpazo en el hocico. Pero no había ni rastro de la gata, lo que vi me hizo quedarme sentada y por segunda vez como una estatua esa mañana.

-¿Nate? -pregunté extrañada, primero porque juraría que no hacía ni un minuto que escuché a Ariel reír como una tonta desde la cocina de nuestra casa, claramente flirteando con el nuevo vecino, y además ¿se había cambiado de ropa?.

Al otro lado del muro unos ojos negros como azabaches se clavaron en mí, haciendo una mueca de desagrado me recorrió con la mirada de arriba abajo y yo volví a sentir un escalofrío pasándome por la columna. Me fijé en su pelo, era como una noche sin estrellas, totalmente negro. El mismo rostro, exactamente el mismo rostro pero con otro color de pelo y de ojos. Otro tipo de belleza, pero todavía extraordinariamente hermoso, no sabría decir si incluso más. Aquel no era Nate, pero nuevamente sentí el calor en mi cara cuando me di cuenta de que otra vez me había quedado mirando. Pero eh, él también me había hecho un buen reconocimiento,siendo justos.

-Dile al pringado de mi hermano que quiero las llaves del coche y más vale que no tenga que encontrarlas yo -y sin más, sin presentarse, sin si quiera molestarse en saludar o en despedirse, se dio la vuelta y entró en su casa.

Sentada en el jardín me quedé como una boba mirando la pelota que tenía en la mano, hasta que Draco se sentó delante de mi ladrando por ella. Se la tiré y me levanté en dirección a la cocina.

Alas rotasWhere stories live. Discover now