3. Dioses

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Silencio. Calma. Tranquilidad. Así se encontraba cada uno de los pasillos, cada una de las aulas, cada una de las salas. Aunque el lugar era una creación divina llena de vida parecía una academia fantasma, llena de vacío y una imperturbable paz. Cerré los ojos para intentar reconocer la voz de alguno de los dioses que había conocido, o incluso encontrar a otro diferente. Podía escuchar el ruido que hacían las hojas de los árboles cuando eran acariciadas por el viento, podía escuchar el alegre trino de los pájaros que volaban de un lado a otro, y podía escuchar cómo caía el agua de una de las fuentes que hay en este jardín. Milagrosamente el otoño había cambiado a primavera, y la naturaleza del lugar parecía agradecerlo.

Después de abandonar la sala del dios Amón, salí de nuevo al jardín intentando asimilar lo que había ocurrido. Dejando de lado la posterior situación hostil, la información que mi cabeza había recibido era demasiado... irreal, o sea, no podía creerme que estaba entre dioses, que siempre había pensado que eran seres míticos de las antiguas leyendas mitológicas de cada cultura, y, además, representaba a la humanidad. Supongo que pronto me lo explicarán todo con calma, porque los demás también necesitan explicaciones acerca de este secuestro. Suspiré y me apoyé en el tronco del árbol en el que estaba sentada, para después tomar el arco dorado que colgaba de mi cuello.

–Esto es una locura.

–¡Tío Hades!

Esa voz me resultaba tan familiar que di un pequeño salto de sorpresa. Me levanté del césped y me quedé escondida detrás del árbol mientras buscaba a la persona que había pronunciado esas palabras. Para mi sorpresa, pude ver a los dos dioses que había encontrado cuando llegué aquí: Hermes y el desconocido a quien ahora le podía poner nombre, Hades. Junto a ellos había un tercer dios: un joven de apariencia similar al griego. Su rebelde cabello rubio parecía irradiar luz propia como el Sol, y sus orbes esmeraldas eran alegres y tan brillantes como la misma joya. Aunque estaba acompañado por Hermes y Hades, era tan deslumbrante que destacaba entre los tres.

–¡No corras tanto, Her-Her!

–Voy a mi ritmo, eres tú el que corre muy despacio, hermano —entonces, siguiendo la mitología griega, el otro chico debe ser un hijo de Zeus. Necesito mucha más información para saber quién es.

–Hermes —cuando Hades le llamó, suspiró y se cruzó de brazos. Después, fijó su mirada en el otro dios—. Apolo, ¿por qué estáis aquí también?

–No lo sé. Estaba con mi hermana y de repente aparecí aquí. Aunque este sitio me recuerda al jardín de las Hespérides, sí, sí.

Hades se llevó una mano a su propio mentón, adoptando una postura pensativa. ¿Qué tipo de cosas pasarán por la mente del dios del inframundo? Si lo que dijo Amón era cierto, estaba rodeada de dioses, y convivir con los protagonistas de miles de mitos fantásticos me llenaba de ilusión y me daba mucha curiosidad. Pero había algo que no me acababa de cuadrar... Si el futuro del mundo estaba en peligro, ¿las deidades que están en este lugar son problemáticas? Baldr me había parecido una buena persona, y viéndolo desde lejos Apolo tampoco parecía tener ganas de destruir el mundo entero. Es más un precioso ser de luz que no le haría daño ni a una mosca.

–Tengo una teoría.

Una teoría, ¿sobre este lugar? Bueno, teniendo en cuenta que un dios como Hades tiene muchísimos miles de años más de experiencia que yo, tendría sentido. Me quedé esperando su respuesta pero solo comenzó a andar en silencio en dirección hacia el gran edificio, seguido de Hermes y Apolo. ¿Tal vez se ha ido porque se ha dado cuenta de que los estaba viendo? Por favor, estamos aquí todos encerrados, cualquier solución, aunque sea una teoría, nos ayudaría a todos. Sacudí mis ropas para quitarme los pequeños trozos de césped y me dispuse a seguirlos sigilosamente.

Enseñando a los dioses (Docere Deorum)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora