Prólogo ✴️

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El sonido de la alarma retumba en mis oídos despertándome por completo de mi plácido sueño. Me levanto para prepararme e ir a la universidad.

Una vez aseada cojo una de las tantas sudaderas negras con capucha, unos vaqueros ajustados del mismo color y por último mis botas también negras. Como podéis observar no me gusta llamar la atención, pues desde siempre me he sentido diferente al resto de personas. Cuando era pequeña mi comportamiento no era normal, siempre tenía un aura a mi alrededor que irradiaba oscuridad, por lo que las madres no dejaban a sus hijos acercarse a mi.

Conforme pasaba el tiempo y yo iba creciendo, mi carácter iba empeorando. Tenía ataques de rabia que me causaban daño físico, por lo que mis padres tuvieron que tomar la decisión de llevarme a una clínica para evaluar mi estado. La clínica siempre me había parecido un sitio un tanto extraño, no se asemejaba al resto de clínicas. Se situaba al borde del pueblo, rodeado por una gran cantidad de árboles y alejada de todo. Nada mas entrar el personal médico me estaba esperando para hacerme unas series de pruebas. Nunca llegué a saber qué era lo que tenía, lo único que sabía era que me tenía que tomar unas pastillas de color morado tres veces al día. Estas me relajaban bastante, tanto que no sentía esa rabia que por algún extraño motivo tenía continuamente.

Todo iba perfectamente bien, los fármacos daban sus frutos pero en mi onceavo cumpleaños mi madre me había prometido llevarme a comprar mi tarrina favorita de helado. En el auto íbamos las dos cantando a todo pulmón una canción de disney, cuando de la nada un Jeep negro se desvió de su carril y entró en nosotras, mi madre cuando se dio cuenta de lo que pasaba se desabrochó el cinturón para protegerme con su cuerpo. El impacto causó que su coche se desviara de la carretera, cayendo por un largo barranco, dando vueltas en el aire. Mi madre me salvó la vida, pero en cambio ella falleció. Horas más tarde llegó la policía, los bomberos y la ambulancia. Del resto no me acuerdo mucho, lo que mejor recuerdo es a mi madre rodeándome con su brazos mientras lloraba y por ultimo cuando me preguntó si estaba bien segundos antes de que cerrase sus ojos para siempre.

Nunca se supo quién fue el conductor, ni siquiera se encontró el coche. Todo desapareció como si nunca hubiera pasado o existido. Ese día cambió todo, tanto para mi padre como para mí. Debido a esa pérdida los ataques volvieron a hacer presencia aunque está vez más continuos, hasta más agresivos.

Volví a la clínica donde me volvieron a hacer una serie de pruebas. Los médicos le recomendaron a mi padre que lo mejor que podía hacer era que me internara en una clase de escuela junto a otros niños a los que también les pasaba lo mismo que a mí o algo parecido, allí nos tendrían controlados y vigilados a cualquier otro cambio.

Cuatro años después, tras aprender a controlar mis ataques, me dieron el alta a cambio de volver en caso de empeorar otra vez. A los dieciséis años descubrí el boxeo y empecé a practicarlo ya que era el único deporte que llegaba a relajarme de tal modo que no necesitaba golpear algo, toda esa rabia desaparecía. Actualmente sigo practicando boxeo, hasta me quiero presentar a las peleas nacionales femeninas.

Bajo las escaleras de camino a comer algo. En la cocina se encontraba mi nana, una mujer de mediana edad, bailando mientras preparaba el desayuno.

-Buenos días nana- dejo un beso en su rosada mejilla- qué bien huele.

-Buenos días mi niña- me sonríe- espero que tengas hambre.- Me deja un plato con huevos y bacón en la mesa.

-Sabes que siempre la tengo y mas si la comida la has hecho tu nana- le sonrío de vuelta.

- Lo sé mi niña, pero aún así esta vieja necesita que se lo digan más a menudo- nos reímos las dos por su comentario.

En silencio me paro a comer el desayuno, mientras en mi mente se reproduce continuamente el sueño tan extraño que había tenido. Estaba intentando analizar lo ocurrido en aquel sueño, había sido tan real que nada mas de pensarlo me producía unos escalofríos que subían por mi columna vertebral hasta la nuca. Al parecer mi nana se percata de lo sucedido por lo que sin dar explicaciones me levanto de la silla y con un simple adiós y una pequeña excusa de llegar tarde a la universidad, salgo de la casa. Cojo el autobús sola, pues desde lo ocurrido con mi madre, mi padre se aisló en el trabajo viajando mucho, por este motivo nunca me he familiarizado con nadie, no me malinterpreten, tengo vida social, lo único que de esta manera las despedidas no se me hacen pesadas, teniendo en cuenta que siempre soy la chica nueva, no me hace falta hacer amigos.

La vida de BeeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora