Supuesta inocencia

275 26 6
                                    


― ¿Cómo carajos es tu nombre? ― le preguntó el encargado de la tienda, tomándolo fuertemente de sus hombros y sacudiéndolo.
El pequeño continuaba llorando, rogando porque no lo delataran; por su frente caían gotas de sudor y evitaba las palabras para no trabarse al hablar. Sabía que tenía derecho al silencio.
― ¿Cuántos años tienes, pequeño delincuente?
Joel trató de esconder su sonrisa, ocultando su rostro entre sus manos y fingiendo arrepentimiento.
― Señora, no debe tener más de 10 años, estoy seguro de eso. ― el oficial tomó nota de lo ocurrido: otro mocoso más robando en una tienda de dulces. ― No representa ningún tipo de amenaza. Es sólo un niño, mírenlo.
― Le juro que tenía un arma blanca, no estoy loca. ― se encontraba al borde de una crisis nerviosa. ― No estoy ciega, ni loca.
― Cálmense, por favor ― suspiró irritado, deseando mandarla a un psiquiatra para que la medicara ― para que se queden tranquilos, le haré un par de preguntas a este pequeño, ¿de acuerdo?
Ante la mirada del policía, el rizado bajó su cabeza y sin que nadie lo viera, rodó sus ojos, maldiciéndolo entre dientes por provocarle un fallo a su precioso tiempo. Maldito cara de pija, ya me las vas a pagar.
― Dime todos tus datos, ya sabes… ― revisó su libreta nuevamente, deseando no olvidarse de nada ― tu nombre completo, tu fecha de nacimiento, el nombre de tus padres, con quién vives, si ya antes has cometido algún delito de ésta categoría y bla bla bla.
― Está bien ― sollozó para luego rascar su nariz y todos los presentes ardieron de ternura ante el rubor de la misma. Verdaderamente se suicidaría si no lograba recordar todas las mentiras que diría ― Me llamo Dylan Pimentel, mi cumpleaños es el 28 de febrero y nací en 1999; realmente no recuerdo el nombre de mis padres biológicos, los dos me abandonaron dejándome en la calle y solamente sobreviví a base de limosnas que los buenos vecinos me regalaban. Nunca robé, por lo menos hasta ahora.

Convencer a aquellos idiotas fue fácil, sin embargo, procuró esconder mejor su navaja para la próxima y regresó hasta su casa con una bolsa de alimentos, la cual se había ganado fruto de un "gran malentendido". Un niño hambriento lo esperaba sentado sobre sus propias heces en una gran caja de cartón, mientras luchaba por salir de allí. La oscuridad en serio lo estaba asustando, el mayor no se había encargado de colocar una vela cerca de él antes de irse y en su desesperación, había llorado tanto hasta secarse, hasta que lo único que le quedó fue inundar las cuatro paredes con sus berrinches.

― Seremos grandes en ésto, ya lo verás Erick. ―  le dijo al niño, mientras se encargaba de tomarlo en sus brazos medianamente alejado de su cuerpo. Aún no se acostumbraba a la idea de lidiar con un mocoso de dos años, quién aún clamaba por su madre, sin saber que se encontraba a tres  metros bajo tierra en un lugar desconocido.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Mar 15, 2019 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Helter Skelter | JoerickDonde viven las historias. Descúbrelo ahora