Su nueva casa le parecía bonita, es más, hasta le habían regalado una guitarra como la que tanto anhelaba.
Quizás no era tan malo vivir con sus tíos, puesto que su madre le había traído demasiadas decepciones a lo largo de sus cortos nueve años de vida. Podía no conocer el amor gracias a ella, y te confundía a simple vista por el hecho de que en sus ojos se albergaba la alucinación de una maternidad inexistente en ella.
Los chicos de la escuela se encargaban de esparcir rumores sobre su trabajo, llamándole "puta", y él... él quería, deseaba más que nada, tener el valor de no creerles y enfrentar a aquellos bravucones que lo molestaban, sin embargo, sus piernas flaqueaban al tenerlos frente a frente. ¿Por qué no podía ser como ellos? ¿Por qué no podía tener una jodida familia feliz como en las historias que le robaba a su tía por las noches, para poder leerlas e imaginarse dentro de ellas? Había escuchado a su tío hablar con ella sobre su futuro, sobre el motivo de su estadía allí y sobre el hecho comprobado de que su progenitora, aquella mujer que decía amarlo, lo intercambió por un miserable vaso de cerveza helada a una pobre camarera que, desafortunadamente, no podía tener hijos propiamente dichos.
"Nosotros aún no nos rendimos, somos rebeldes y siempre seremos rebeldes hasta el fin de los tiempos. Revive tu odio hacia las escuelas yankees y nunca vayas a ellas, Joey."
Aquel niño rizado conservaba en su máximo esplendor las palabras de su abuelo ya que sus enseñanzas habían quedado arraigadas en su piel como una bala, por lo menos hasta el último momento en el tuvo el codiciado don de respirar; ese mismo que deseamos que se le otorgue a alguien que parte, así como también anhelamos arrebatárselo a quien nos fastidia.
Aún lo recordaba perfectamente, posando para la cámara con una sonrisa sin malicia alguna; no sin antes reclamarle a su esposa, que le diera su dosis diarias de pastillas para dormir. Llamándolo a él y renegando con sus pasos, los cuales hacían eco hasta el día de hoy en su habitación tan vacía y su color tan insulso haciendo un coqueto juego con su corbata, la cual seguía persistiendo sobre la almohada con aires de grandeza.Sería su reencarnación, lo lograría. Apretó aún más fuerte aquella fotografía entre sus manos y luego la guardó entre el calor de su pecho y su camiseta blanca.
Podía hacerlo.
Podía saltar desde aquel segundo piso y caer intacto.
Podía creer en él y no en aquella estúpida iglesia que se alzaba en las colinas al lado de la montaña, clamando que alguna persona le pasara una buena brocha de pintura blanca. Podía odiar la cruz y al cristo redentor, ¿por qué no? si después de todo, nunca lo había escuchado verdaderamente como él creía; sus rodillas raspadas habían sido en vano.
Podía tantas cosas y era muy triste echarse atrás.
Por ello fue que metió una de sus manos en su bolsillo, sacando lentamente un encendedor color amarillo tras varios pensamientos cruzados; finalmente, decidido a escapar de aquella maldita escuela que le arruinaba la vida, convirtió en fuego su banco, extendiendo el calor hacia todo el salón y escapando por la ventana en cuanto la alarma contra incendios comenzó a alertar a todos de lo que estaba ocurriendo.
••••Sin embargo aquella sensación de libertad que sintió alguna vez, se esfumó luego del reformatorio, puesto que ya nada había sido lo mismo; el rechazo de su madre había sido tan fuerte, que incluso estuvo al borde de arrojarse al arroyo vecino. Perra bastarda, si lo hubiera rechazado desde un principio todo habría sido menos doloroso para él.
Todo significaba un gran callejón emocional, con miles de idas y vueltas, donde jugaban un gran papel sus inseguridades y sus demonios internos, que bailaban dentro de él negándose a dejarlo ir.
Aún no se acostumbraba a la pequeña navaja que portaba entre sus ropas, no lograba dominarla completamente, pero estaba seguro de no ser demasiado idiota como para lastimarse a sí mismo. Por lo menos no de nuevo, desde aquella vez en la que había intentado cortar un trozo de pan con ella y se había cortado accidentalmente su dedo índice, generó de manera automática su desconfianza e inseguridad al momento de tomarla nuevamente.
La sangre caliente brotando de su herida lo exhaltó desde un primer momento, y supo que, gracias al dios inexistente, estaba muy alejado del masoquismo. Sin embargo, ello no le impediría causar sufrimiento en alguien ajeno, ¿sabés qué? al diablo con el mundo.
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Helter Skelter | Joerick
FanfictionLa vida de Joel es un caos desde niño. Un día, conocerá al pequeño Erick y se encargará de protegerlo aunque le cueste un precio muy alto, dentro de una banda criminal. ― smut ― actualizaciones no diarias