Dejó a Ariadne sola unos minutos. Salió al estacionamiento para caminar en círculos. Pero después, movido por la incipiente lluvia que amenazaba con empaparlo, volvió al interior del restaurante.
- ¿Dónde fuiste?- la pecosa se veía molesta -. Van dos veces que te desapareces.
- Perdóname amiga... Estar contigo de nuevo me produce mucha ansiedad.
- ¡Eso es casi un insulto!
- Tu imagen está ligada a recuerdos tristes.
- Pues dejemos nuestra plática aquí. ¿Te parece? Lo que menos quiero es causarte angustia.
- No, no, Ariadne, por favor no digas tonterías- extendió sus manos para tomar las de la chica -. Tú eres mi amiga... Mi mejor amiga... Mírame. Sabes que es verdad.
La joven pecosa asintió y esbozó una levísima sonrisa.
Ambos se conocieron cuando eran apenas unos púberes que estaban despertando a la razón. Pero Ariadne se había convertido en una mujer atrayente; ya no tenía las mejillas plagadas por mazacotes de pecas; ahora sólo unos cuantos lunares dorados le afilaban los pómulos. Además había embarnecido: sus senos primitivos de la secundaria cumplieron honradamente la promesa de opulencia que contuvieron, y las curvas prominentes que formaban, eran difíciles de obviar.
Ella notó que el muchacho tragaba saliva después de echar un rápido vistazo a su vestido.
- ¿Te parezco atractiva?
- ¿A quién no le parecerías?, has cambiado mucho desde la secundaria.
- Pues tú sigues igualito.
- ¿Te acuerdas cuando nos vimos por primera vez?
- Cómo olvidarlo. Fue traumatizante.
- Sí. ¡Terrible! Yo había sido secuestrado por un productor de pornografía infantil. Estaba en su auto sin poder salir y el sujeto se detuvo en la calle para llamarte y pedirte que te unieras a nosotros. ¡Quería atraparte también! Te acercaste al coche, miraste las fotografías pornográficas, escuchaste la oferta del proxeneta, me viste a la cara y abriste la puerta desde afuera para ayudarme a escapar. Después echaste a correr. ¡Me salvaste sin conocerme! ¿Te imaginas lo que hubiera sucedido si, en vez de hacer eso, hubieses aceptado acompañarnos? Nuestra vida sería otra...
- Como la de Mario Ambrosio.
- Mario no quiso o no pudo irse. Su destino cambió esa tarde. Ariadne miró hacia la ventana.
- ¡Qué aguacero se soltó otra vez!
- Ajá.
- Este año, las lluvias han sido excesivas. ¿No te parece? Quizá se acerca el fin del mundo- contempló ensimismada las gotas furiosas reventando en el ventanal y habló como quien piensa en voz alta -. ¿Sabes, amigo? Después de conocerte, tuve miedo de ti. Creí que eras un degenerado sexual, porque me perseguías por todos lados. Te confieso que pensé en denunciarte.
- ¿Y por qué no lo hiciste?
- Porque algo no concordaba. Tu actitud temerosa. Parecías un cachorrito herido, no un depravado. Además, decías que estabas enamorado de ella, Deghemteri, la jefa de mi grupo... Y siempre me pedías lo mismo: que le hablara bien de ti...
- O al menos que no le hablaras mal. Por eso te buscaba tanto, Ariadne. Me urgía convencerte de mi inocencia, de que yo no tenía nada que ver con el pornógrafo. Que había sido una víctima.
- Para que te ayudara con ella- insistió sin ocultar el desprecio.
- Sí... Me enamoré perdidamente.
- Como un idiota. ¿Por qué?
- Yo era muy tímido. Enamorarme de esa chica despertó mi héroe interior... Por eso le decía "Sheccid". Esa palabra proviene de la leyenda sobre una princesa árabe que inspiró a un prisionero a salir de la cárcel y a superarse para merecerla... ¡Yo fui ese prisionero y me hice hombre pensando en ella! El amor me fortaleció. ¡Porque amar fortalece! Y vivir debilita.
- ¿Vivir debilita?- La pecosa le puso azúcar a la taza de café que había estado sobre la mesa por más de media hora y habló como quien está dispuesto a entablar una charla filosófica-. Si así fuera, todos los seres vivos acabaríamos muertos.
- ¡Y así sucede, tarde o temprano!
- Por supuesto, perdón. Quise decir que estaríamos siempre exhaustos.
- ¡Vivir debilita, Ariadne! He estado leyendo sobre esto. Es un tema fascinante. Piensa. El simple hecho de respirar, caminar, pensar, movernos, y por supuesto estudiar o trabajar, nos roba energías. ¡Si no hacemos algo para recuperarlas, nos apagamos hasta la extinción! La debilidad es un fantasma que persigue al ser humano todo el tiempo. ¡Por eso, físicamente necesitamos comer y dormir; pero en otras áreas (como la mente, la autoestima, la fe), cada día, también necesitamos hacer cosas para fortalecernos!
- ¿Cómo cuáles?
- No sé, ¿trabajar en lo que nos gusta?, ¿hacer ejercicio?, ¿enfrentar retos?, ¿oír buena música?, ¿leer?, ¿rezar?, ¿aprender cosas nuevas?, ¿charlar con un amigo?, ¿contemplar las estrellas?
- ¿Y amar?
- ¡Sí, Ariadne! El amor nos brinda energía. ¡El que no ama, se marchita!
- Así que amar fortalece.
- ¿No es una idea fascinante? A eso le llamo La fuerza de Sheccid.
Ariadne tomó su taza de café y se la llevó a los labios. Pero sólo le dio un ínfimo sorbo, porque el líquido se había enfriado. Levantó la mano para pedir un reemplazo. El mesero se acercó.
- Está helado, ¿podrías cambiármelo?
Una vez consumada la renovación de la bebida, la pecosa retomó el hilo de la charla.
-Entiendo que necesitaras depositar tu romanticismo en una mujer de carne y hueso, pero ¿por qué elegiste a Deghemteri?
-Te lo voy a explicar. Hace mucho leí la leyenda de Gustavo Adolfo Bécquer, que describe unos ojos fascinantes <<con brillo fosfórico, como dos esmeraldas sujetas a una joya de oro>>. Durante años imaginé esa mirada y me dije: <<yo reconoceré a la mujer de mi vida por sus ojos>>. Los de Deghemteri eran así; además, ella tenía elegancia al caminar, seguridad frente al micrófono. Al estar cerca de ella, mi cuerpo vibraba, la piel se me erizaba y mi visión se centraba en su silueta mientras todo alrededor se desenfocaba.
- No tienes remedio, amigo. ¡Escúchate! ¡En qué te fijabas! Puras formas. ¡Cosas superficiales! Ni siquiera conocías bien a esa muchacha y la proclamaste tu Sheccid... ¡Perdiste la cabeza por ella! Volaste muy alto ¡y ya ves lo que sucedió! Te desplomaste al suelo en caída libre cuando descubriste quién era ella en realidad.
- Sí...- aceptó -, casi me vuelvo loco...
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Los Ojos De Mi Princesa 2
Novela JuvenilLa historia que cautivó a más de 2 millones de corazones, aún no termina...