2-Soledad que debilita

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Se pasó varios días meditando en aquel sueño. Estaba convencido de que había experimentado una especie de revelación.
Siempre había pensado que estar solo era bueno; se había definido como "amigo de la soledad creativa, de la que empuja a soñar y planear, a cantar y rezar, a descansar para tomar fuerzas", pero después de aquel sueño, la idea de seguir bregando sin ella, comenzó a producirle angustia.
Fue a la habitación de sus padres para despedirse. La puerta estaba cerrada. Giró el picaporte. Halló a su papá en cuclillas junto a la cama. Le dio las buenas noches, y cuando levantó la vista, notó que se limpiaba las lágrimas.
-¿Qué tienes papá? ¿Hay algún problema?
-Se me olvidó cerrar con llave.
Su respuesta llevaba dos filos. Disculpa y reproche. Al adulto se le olvidó cerrar y al joven llamar. Pero lo remarcable del instante era otro asunto: ¿Su padre fuerte, varonil, valiente, de carácter duro (a veces demasiado), se encerraba con cerrojo y lloraba?
-Perdona...-entré sin tocar-. Venía a despedirme.
-Hasta mañana.
-¿Te sucede algo?
Entonces el adulto miró a su hijo con un gesto desguarnecido de toda ficción; franco, honesto.
-Me siento muy solo.
En el rostro del padre había dolor verdadero.
Ahí estaba otra vez el mismo concepto sobre el que había estado meditando. "Me siento muy solo".
En esas cuatro palabras se resumía la principal problemática del ser humano. La soledad obligatoria. La indeseada. La que proviene de llevar una carga a cuestas, sin tener con quien compartirla; la que se gesta en silencio después de muchos días de sembrar sin cosechar.
Pensó que había descubierto un concepto valioso. El secreto para diferenciar lo que causa plenitud de lo que ocasiona pesar, estriba en saber si es forzado o voluntario. Todo lo forzado se convierte en coercitivo, porque atenta contra la libertad. De esa forma, es nociva la dieta forzada porque no hay que comer (en contraste con la dieta voluntaria de quien felizmente busca estar más sano)... O el ejercicio forzado en una prisión (en contraste con el ejercicio voluntario de un atleta que de entrena de buen agrado).
-¿Por qué te sientes solo, papá?
-A veces parece que, haga lo que haga, nunca es suficiente; estamos al borde de la quiebra... Me siento muy cansado.
Su padre, siempre rudo, esa noche parecía otro. Físicamente empequeñecido por creerse perdedor de una batalla que sólo él conocía, y moralmente engrandecido a causa de la humildad de quien se reconoce necesitado de afecto.
-La soledad debilita-susurró y después agregó- ¡Y la debilidad es el peor enemigo de la humanidad!
José Carlos contempló a su padre en cuclillas junto a la cama.
Al verlo quebrantado, lo admiró... Quiso abrazarlo, pero permaneció quieto. Aquilatando la singularidad del momento.
La última frase le coreaba en la mente como un eco.
"La debilidad es el peor enemigo del ser humano".
Era un tema digno de analizarse. Él también se sentía débil. Pensaba mucho en su Sheccid. Desde que soñó con ella, cada noche peleaba contra el fantasma del insomnio que le susurraba al oído: No te hagas ilusiones. Se fue. Te traicionó. Jamás encontrarás amor en ella... Entonces se deprimía. Cobraba conciencia de las llagas invisibles de su alma. Y claro; no debía sentirse malsanamente solo, ni débil, porque tenía unos padres maravillosos y tres hermanos estupendos. ¡Pero con esa lógica, tampoco su padre debía sentirse así!
Lo observó unos segundos más, y se puso en cuclillas a su lado.
-Papá-le dijo colocando un brazo sobre su espalda-, cuentas conmigo. Voy a trabajar en tu negocio de capacitación. He estado pensando que podríamos convertirlo en escuela secretarial. Eso lo levantaría. Yo podría dar clases. Sé matemáticas, pero también redacción y ortografía. De algo servirá. Saldremos adelante.
-Gracias, hijo-hizo una larga pausa; luego agregó sonriendo-. El amor fortalece ¿lo has notado?
José Carlos asintió.
A un animal herido podía salvarle la vida el apoyo de la manada o el cobijo de la madre lamiendo sus llagas...
Sin duda, el amor fortalece. En esta época de prisas y competencia feroz, pensó, la gente está débil porque carece de amor. Si alguien tiene amor, cuenta con el vigor para estudiar, emprender trabajos extenuantes, laborar de sol a sol y aún dar la vida en pro de sus ideales. Al  contar con una persona especial a quien abrazar, con quien compartir las alegrías y tristezas cotidianas, la debilidad y los malos sentimientos se esfuman...
Salió de la recámara y fue a la cocina.
Su mamá estaba terminando de hacer la cena. También se veía débil. Entonces lo supo: ¡Sus padres (en secreto), llevaban varias semanas disgustados! ¡No se hablaban! ¡No se tocaban! ¡No se apoyaban el uno al otro! Había conflictos matrimoniales no resueltos... Por eso, los dos (¡también ella!), habían caído en una espiral de agotamiento.
-Mamá, es tiempo de que arreglen sus problemas; papá está muy sensible. Ve a verlo, por favor. Enciérrense. Y no salgan de la habitación hasta que se hayan puesto de acuerdo...
Ella giró la cara hacia la estufa y siguió cocinando.
-Después. Al rato. Mañana.
Conocía a sus papás. Sabía que volverían a unirse. Habían pasado por muchas tormentas y siempre salían a flote. Mal que bien, se tenían el uno al otro...
Pero, fuera de su familia, José Carlos no contaba con nadie... La mujer de la que se enamoró hacía tiempo, le había roto el corazón.

Los Ojos De Mi Princesa 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora