Shot

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Esperándote.

Un viernes a la mañana, me dirigí al hospital, como había echo desde el accidente. Entré a los angostos y blancos pasillos del edificio, un olor a fármaco e insecticida invadió mi nariz, tan pesado y metálico que siempre lograba provocarme una terrible migraña.
Saludé a las enfermeras conocidas con un beso en la mejilla y seguí con mi camino hacia la habitación.
Todo estaba cambiado a mi alrededor; las personas más risueñas y alegres, el día soleado, la gente menos odiosa, entre otras cosas; aunque podía ser que todo estuviera igual a siempre y yo era la que cambió.
Sabía que ya no era la misma, porque ya era mayor. Y si no fuera mucho, debía decirle la noticia a mi amor, quien, ayer me dijo el médico, ya se encontraba mucho mejor.
-Pasa -escuché su dulce voz, desde dentro cuando pegué tres golpes a la puerta.

Ahí estaba él, la razón de mi existir, mi todo, mi salvación.
A pesar que él era morocho, su piel se encontraba pálida, casi igual que la sábana que lo cubría. Su pelo negro azabache contrastaba con el lugar completamente blanco, al igual que el tubo carmesí que iban desde su brazo hasta un suero.
Me quedé mirándolo embobada, incapaz de creer que fuera mi enamorado el que estuviera frente a mí, segada por esa imagen que parecía tan irreal. Sólo cuando él me miró e indicó que me acostara con él, supe que no era ningún sueño. Fingí una sonrisa y me recosté a su lado.
-¿Cómo estás? -pregunté observándolo con detalle, chequeándolo por mí misma.
-Mejor, el médico dijo que en una o dos semanas más estaré fuera -comentó-. ¡¿No es genial?!
-¡Claro! -exclamé más alegre de lo que nunca estuve-. No te imaginas la felicidad que tengo.
Sonrió y me rodeó con sus brazos, juntándome más a él.
-¿Sabes? Siempre quise hacer el amor en una habitación de hospital.
Le pegué despacio en una costilla y comencé a reír.
-Eres tan tonto -reí más y él me acompañó.
Continuamos hablando y jugando. Le conté cómo iba todo fuera de aquel edificio, le conté cómo estaba, le conté todo y cuando no hubo tema de conversación nos quedamos juntos, abrazados y en silencio.
Después de un rato nos miramos, cómplices.
-Tengo una noticia que darte.
-También yo -sonrió debilmente con un brillo especial en sus cansados ojos.
-Tú primero -dijimos a unísono y comenzamos a reír al instante.
-Vamos, dilo tú.
-No tú.
-Ya, tonto.
-Tú tonta -repitió burlón sonriendo, entusiasta.
-Es una muy buena noticia, de hecho -comenté, alegre.
-Oye -interrumpió, y se contrajo de dolor. La expresión de sufrimiento en a su rostro me confirmó que mi pensamiento estaba bastante acertado. Sonrió nuevamente y tomó mi mentón-. ____, estoy tonta, loca e irrevocablemente enamorado de ti... Sé que jamás te dije esto antes y me lo lamento, pero te amo.
Las mariposas en mi estómago no tardaron en tomar vuelo tras oír esa confesión y lágrimas de felicidad se asomaron por mis ojos que no dejaban de mirar los suyos. Zayn cerró sus ojos y unió nuestros labios en un dulce beso al momento en el que un sonido ensordecedor sonó. Separé nuestros labios con mi corazón agitado y busqué a tientas, casi con desesperación, el lugar de donde provenía aquel ruido. Cuando bajé de la cama y estuve a punto de alejarme, en busca de alguien, Zayn tomó mi mano.
-Quédate -rogó, su voz llena de dolor-. Quédate, por favor.
Asentí sentándome junto a él, incapaz de negarme a sus súplicas. A partir de entonces, secretamente supe que su vida ya estaba condenada, y que sus jueces no serían piadosos con la pena.
-Zayn, ¿qué es ese ruido? -pregunté, inocente.
-No es nada, sabe pasar. Pequeña, escucha -tomó mi mano con fuerza-. Sé que no fui el mejor novio, pero te ofrecí todo lo que tengo, lo que fui y soy. Tú fuiste la única persona a la que me le mostré desnudo, vulnerable. Con esto, sólo quiero que quede en claro que te amo. Vales más que oro, amor. No creo que haya una persona que te merezca. Te amo, te amo, te amo...
La puerta se abrió de golpe y los médicos irrumpieron desesperados. Fue cuando, como si le hubieran pasado un trapo a un vidrio cubierto de polvo, comprendí todo.
-¿Qué? ¡Alto! No puedes irte -grité tomando sus dos manos-. Tienes que saberlo, estoy embarazada. Por favor, ¡quédate! Tendremos un hijo -rogué, sin saber exactamente qué decía-, Te amo... Por favor, amor.
Dos hombres con guarda polvos blancos me escoltaron afuera, contra mi voluntad.
Dos horas después, por el pasillo de un silencio ensordecedor, apareció un médico, el mismo que atendió a Zayn todo este tiempo.
-Lo siento, ____ -susurró cuando nos sentamos-. Fue demasiado esta vez, él... No pudo salvarse.
Sólo esas pequeñas e insignificantes palabras bastaron para que mi mundo se derrumbara entero.

¿Por qué te fuiste?, le gritaba a menudo al cielo, mientras las lágrimas caían como un aguacero al suelo.
Una tarde nublada tomé un cuchillo, y consideré terminar con todo. En cuanto escuché su voz, dejé caer el objeto al suelo.
¿Qué haces, pequeña?, preguntó él, con su piel morocha y un rostro brillante, sé que crees estar sola, te equivocas, estoy y siempre estaré a tu lado. Jamás los dejaré. Tocó mi panza de nueve meses.
Ese mismo día, después de que Zayn se esfumara, mi estómago comenzó a retorcerse. Y después de tanto dolor, lo comprendí. Me dejaron ver al hermoso bebé del que ahora era madre, tenía los mismos ojos que Zayn, con los cuales expresaba todo; unos ojos almendrados, a los cuales amaba ver.
Lo vi a él a través de mi hijo y sonreí, sintiendo la paz que la pequeña criatura emanaba. Sabía que él estaría conmigo, él y yo, juntos, cuidaríamos al nuevo bebé. A lo más hermoso que pudimos haber echo. El fruto de nuestro amor, nuestro lazo.
Estaré contigo, recordé que prometió.
Sabía que era cierto, él nunca mintió.

Fin.

Esperándote (Zayn Malik)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora