Prólogo

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Me veo caminar por un laberinto de calles.

Estoy gritando, pero no logro escuchar lo que digo.

Todo es diferente. Parece como si un huracán hubiera pasado por el lugar; la estructura de las casas y locales están deterioradas, como si se estuviera chocando constantemente contra ellas.

Los árboles están escasos, puedo ver las pocas hojas caer para formar un camino hacia la siguiente calle.

Dobló la avenida a la izquierda. Sigo gritando, pero un zumbido inunda mis oídos.

Aún que no puedo escuchar lo que clamo, si soy consciente de que lo que veo es horrible: hay un hombre en el suelo, acompañado de un montón de ruinas. Más adelante hay otro cuerpo, el de una mujer mayor; al acercarme puedo ver su rostro lleno de pánico y sus ojos hacen que un escalofrío recorra mi cuerpo que sube de mis manos a mi nuca.

El sentimiento que me alberga no es miedo por lo que veo si no angustia y ansiedad por lo que busco.

Miro a mi alrededor y me percato de que todo parece ser sombras, como consecuencia de múltiples guerras. No he podido dejar de recordar esa palabra en mi mente (GUERRA), acechandome como si fuera parte de mí.

<<Guerra, Destrucción, Inocentes, Ambición, GUERRA>>

El camino de pensamientos termina dejándome devuelta en la realidad. Sin darme cuenta estoy como a tres metros de la mujer.

Recuerdo cuando mi padre jugaba conmigo de pequeña, debí de haber tenido unos siete años y me gustaba esconderme hasta que me encontrara. Oía cuando me llamaba, decía mi nombre y no dejaba de repetir que aunque me asustara él me encontraría.

Ese temor es el mismo que tengo en estos momentos, no sé lo que puedo encontrar mientras más me adentre a la ciudad.

Lo que puedo encontrar.

Me inco, puedo ver las cosas con mis propios ojos. Todo da vueltas, me estoy mareando y tengo que apoyar mis manos en el suelo para no caer.

Siento como retumba el zumbido en cada parte de mí cabeza.

Tardo unos segundos en levantarme y cuando me masajeo las sienes para mitigar un poco el dolor, me percató de que mis manos están húmedas como si estuviera en fango, es cuando me doy cuenta de que el asfalto está lleno de sangre con lodo por todos lados.

Limpio las palmas de ambas manos con la tela de mi pantalón y comienzo a caminar más rápido. Me acercó a los cuerpos, pero cada rostro me es desconocido, gente por la que tristemente no siento ninguna lastima.

Porque sé que busco algo y eso en verdad me importa y si no lo encuentro pronto, tengo miedo a perder lo que me a llevado hasta el punto de sentirme indefensa de nuevo.

Siento las lágrimas escoser por mis mejillas, estoy gritando otra vez y me tomo el pecho al notar que me empieza a faltar el aire.

El zumbido comienza a ser más fuerte, me duele a tal grado la cabeza que logro sentir sus palpitar. No me doy cuenta pero ya estoy con la espalda pegada a una pared y me voy deslizando por ella hasta quedar sentada mientras lloro.

Acaricio mis manos y me limpio las lágrimas con el dorso de la muñeca. Inspecciono mi ropa, la cual está llena de cortes por diferentes ángulos. Tomo aire.

Aparece una luz roja en el cielo, que al fijarme bien puedo distinguir que no es tal cosa sino una simulación de lo que fue, después de lo que le provocamos no quedó otra alternativa más que crear una sustitución.

La luz comenzó a reflejarse en las paredes dándole un toque más tétrico a las posiciones de los cadáveres.

Siento mucho pánico así que como puedo me levanto y comienzo a correr, doblo una esquina, grito, lloro, continúo por otra calle, hasta que llego a un parque (igual de destruido que todo a mi alrededor) pero algo llamo mi atención. Dejo de correr. Era el quiosco a donde venía con mi hermana y le compraba su helado, tan familiar para mí, pero lo demás tan distinto.

El zumbido y dolor de cabeza desaparecen para dejarme con el sonido de una alarma.

Es cuando lo escucho. Mi nombre.

-¡¡Amaya!!

Me doy vuelta y..... Es cuando despierto.

Esta novela tiene todos los derechos reservados y cualquier copia o similitud está prohibida.

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