La vida es un ciclo que se repite constantemente; nacer, crecer y morir.
Erre miraba fijamente el vaso de café que yacía entre sus frías manos sintiendo la calidez brotando a la par del suave movimiento del vapor que emanaba. Transcurría noviembre y el clima era agradable dando un toque lúgubre que encajaba perfecto con la situación, el funeral de su padre.
Un hombre de edad avanzada que murió de causas naturales, una familia reunida y lo único que Erre sentía era molestia en la situación con un ambiente lleno de personas hipócritas que lloraban aquello que se fue y le miraban mal, las miradas hacia Erre eran de desagrado debido a que no lloraba o se lamentaba por la pérdida de aquel que le dio todo, algunos comprendían a Erre respetando sus sentimientos, pero, existía una parte de aquellas personas que solo saben hacer el mal haciéndose pasar por santos.
Se aisló en un rincón, era más cómodo, Erre no lloraba porque disfruto el tiempo, así como cada momento con aquel ser cuyo frío e inerte cuerpo se encontraba en dicha caja fúnebre.
Una vez terminado el proceso regresó a casa junto a su madre, el simple hecho de dar un paso dentro hizo que en su interior se terminara de derrumbar pues cayó en cuenta que las rutinas estarían carentes de algo, de alguien a partir de ese momento y el pequeño hueco estaría latente durante el resto de su vida.
No lloró nuevamente y solo dio un suspiro mirando a su madre que presentaba un extraño rostro preocupado, asustado y temeroso de lo que se avecina sobre ellas.
–¿Ocurre algo jefa?– La chica camino a la cocina por algo de botana para aligerar su pesadez sentimental y corporal.
—Como ya sabes, tu padre era quien nos mantenía. Probablemente regresemos a Estados Unidos.— La mujer miro a la chica quien casi se atraganta con aquel trozo de pan que estaba devorando con calma.
—Pero mamá, ¡estoy a seis meses de terminar la preparatoria!— Alegó la chica con la preocupación formándole un nudo en la garganta.
Su madre se acercó a ella para abrazarla acariciando su largo cabello.
—It's just a probability, my little girl.— Erre giró sus ojos cruzándose de brazos mirando a su madre con un ligero puchero.
Erre constaba de 17 años, a meses de cumplir los 18 años. Nació en Estados Unidos teniendo la nacionalidad, pero vivió en México desde que tenía dos años de edad.
Miércoles por la mañana y ya se preparaba para ir a la preparatoria sin ánimo alguno, bufó mirando al espejo en el cual se reflejaba notando cada característica pues usar pantalón junto a su sudadera le daba una apariencia masculina su cabello era oculto normalmente por su capucha, no era de sorprender cada vez que le confundían con un chico.
La chica tomo sus audífonos, respectiva mochila y partió a la escuela tomando dos transportes públicos que solían llenarse de manera exagerada de gente. Gracias a que su preparatoria quedaba frente a un hospital era común ir de pie con ancianos y niños haciendo ruido, quejándose, llorando, enfermos, así como personas empujándose mutuamente provocando que Erre llegase siempre con ligeros dolores de cabeza que parecían desaparecer al entrar al salón de clase y encontrarse con sus mejores amigos.
La chica era la esencia del buen humor provocando que cada vez que ella no se encontraba de buenas la felicidad y alegría careciera en aquel trío, las ocurrencias y los chistes en doble sentido jamás faltaban haciendo albur sobre cualquier cosa.
Erre disfruto el tiempo sabiendo que la tendría complicada al despedirse de ellos tres semanas después, tres semanas que parecían horas en su mente.
Su viaje inició, pero trato de ver el lado positivo de las cosas, al menos vería a sus abuelos maternos y pasaría más tiempo con ellos por todo lo que no estuvo con ellos durante su estancia en México.
Erre no dominaba el idioma inglés, le costaba hablarlo, escribirlo y solo sabía lo más básico. A su favor tenía que lo comprendía a la perfección e incluso sabía leerlo.
Largas horas de observar paisajes ideando de manera fantasiosa lo que le podría aguardar, tratando de imaginar aventuras y conocer nuevos amigos. Aquello que le emocionaba era que la casa de sus abuelos quedaba a dos horas de distancia de un bosque caminando, Erre disfrutaba de largas caminatas y recolectar madera seca para encender fogatas, algo que aprendió estando con sus abuelos paternos ya que su abuelo le enseño a aventurarse así como salir de líos si se llegaba a perder entre el monte, la maleza y los árboles haciendo que la chica no tuviese mucho uso de su teléfono móvil saliendo más a caminatas y exploraciones creando croquis en caso de alguna situación de riesgo.
Al bajar del taxi frente al hogar de sus abuelos dio un leve grito abrazándose rápidamente a sí misma, el frío era más crudo que el lugar del cual provenía.
Sus abuelos las recibieron con los brazos abiertos por lo que Erre no perdió tiempo corriendo hasta ellos.
—¡Abuelitos!— Gritó eufórica abrazando a ambos ancianos, su abuela que era mexicana dio una leve risa.
—¡Muchacha, tiempo sin verte! La última vez que te llegue a ver usabas pañales.— La risa de la anciana era notoria provocando la risa de su esposo el cual entendía el español pero no lo hablaba.
—Es un gusto verte mi querida nieta.— El anciano acarició la cabeza de su joven contraria a la cual un rubor le comenzaba a cubrir parte de las mejillas y la nariz se tornaba roja debido al frío.
Entraron en la casa y Erre se derrumbó de cara en el sofá de la sala, la casa era grande con dos pisos de altura, bien decorada, cuidada y tenía una chimenea lo cual le entusiasmaba.
Después de la cena Erre se dispuso a descansar pues al día siguiente tendría una larga charla con su madre referente a sus nuevas vidas y cómo sobrellevarlas.
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《Quebrado》
Random[Imagen de portada temporal] Las personas le llamaban Mimo pero su seudónimo se modificó a Memo, su familia le nombra "Erre" y su verdadero nombre le cuesta recordarlo ahora. Persona común, nada en especial. Gracias a su distracción y bondad termina...