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Pov Irina

Llegando a la sala de torturas me cambie a unos shorts y sostén deportivo para luego colocarme un ridículo delantal de flores, de seguro parte de algún chiste de Isaac. Frente a mí se encuentra un espejo tal cual salas de interrogatorios, el cual mi padre mando a instalar cuando pasamos la sala de torturas del galpón que ahora es la caballeriza hasta aquí, este da al salón donde se hallan los chicos nuevos, así que voy a aprovechar para darles una clase de lealtad.

- Chicos, el día de hoy les voy a hacer una demostración de lo que le pasa a las personas que se atreven a traicionarme- les intimido.

Me coloque del lado del cuerpo donde ellos pudieran ver como trabajaba y luego les di mi mejor sonrisa, esa que hacía que la de mi madre pareciera la del hada madrina de Cenicienta, para luego acercarme a la mesa del material y tomar un bisturí. Con la destreza de un cirujano, aportada por años de experiencia en diseccionar las más disimiles especies, corto en su muslo justo al centro, solo un pequeño rectángulo, donde dejo expuesta una sección de sus músculos y tendones para luego acercarme a la pared del fondo y regresar con un arma taser, los electrodos van a parar directo en el músculo expuesto haciendo que se retuerza del dolor. Luego de pensarlo unos segundos, me di cuenta que el estrés me estaba pasando factura y generalmente cuando eso pasaba tenia globos a mano o bien una semiautomática, pero en aras de extender la diversión tomo una jeringa y la lleno de ácido de batería.

-¿Qué carajos es eso? –balbucea el hombre atado a la camilla con miedo. Una lástima que no entienda que mientras más se asuste más entretenido me resultara su pánico.

-Esto- comunico sarcástica levantando la jeringa para que los chicos la vean -Es ácido de batería, algo que hará un efecto muy divertido para mí en el lugar donde lo ponga, así que si quieres piedad dime quien te envió-le exijo.

-Nunca le delataría, zorra- declara escupiéndome el rostro, lo cual aumenta mi rabia y acaba con mi paciencia.

-Vamos a decidir donde pongo esto entonces- aviso mientras me limpio el rostro con el delantal- ¿Qué tal aquí?- pregunto apuntando a sus ojos, lo pienso por un tiempo mientras él niega frenéticamente-Quiero que veas tú tortura así que...

Me acerco a la zona de sus genitales y tras dejarlos expuestos inserto la aguja en sus testículos para luego presionar el embolo y alejarme antes de que el desagradable órgano estalle como fuegos artificiales esparciendo un reguero de sangre y piel, el hombre grande y fuerte llora, grita y gime del dolor cual niña pequeña mientras yo solo entro en una de mis fases maniacas, las risa que se acumula en mi cuerpo, como las burbujas del champan cuando lo agitas, es algo que no puedo controlar y como todo lo que no puede controlarse debe dejarse libre, no hago nada para contenerla.

Cuando él se calla y logro dejar de reírme, tomo un bisturí y me decido a diseccionarlo como en los viejos tiempos, corto desde el centro de su pecho hasta el ombligo y de allí al bajo vientre, justo en el centro para evitar la salida excesiva de sangre, busco una sierra de cirugía y corto su esternón para luego abrir su caja torácica con expansores como si de un modelo anatómico se tratara. Él hijo de puta que gritaba y lloraba con los ojos desorbitados del dolor se desmayó al sentir la presión en su caja torácica. Al mirar atentamente casi todos sus órganos estaban intactos por lo que tomo una decisión.

- Iván - llamo y este entra tras un minuto con una sonrisa fingida en el rostro, su sadismo nulo frente al que portaba el resto de nosotros.

- Si, zarina- contesta esperando por las órdenes.

- Cariño, ¿puedes traerme unas bolsas estériles, conservante de órganos y unas cinco neveras?- consulto con amabilidad y puedo imaginar las risas de diversión de sus hermanos al otro lado del vidrio.

-¿Para que su alteza? Si puedo saber- dice siguiendo mi juego.

- Voy a sacar todos los órganos que puedan ser vendidos en el mercado negro, al parecer están en buen estado y son funcionales- expreso señalando el tórax y abdomen abierto frente a mí.

- ¡Noooo!- Grita el cobarde que está en la camilla haciendo un esfuerzo sobrehumano ante el dolor.

- A sus órdenes- declara Iván antes de irse.

En lo que este regresa tomo un mechero poniendo el bisturí al rojo vivo para cauterizar los bordes de la incisión. Diez minutos más tarde Ivan pone todo sobre una mesa y me la acerca. Parándose detrás de mí y acerca su boca a mi oído y dice:

- ¿Nos necesitas esta noche amor?, te extrañamos mucho- coquetea mientras acaricia mis glúteos.

Yo solo sonrió con picardía y lo miro a los ojos.

- Esta noche les tengo un trabajo, pero mañana hablamos de eso- le informo tratando de parecer desinteresada cuando la verdad los necesito y mucho.

Cuando vuelvo a mirar al frente besa disimuladamente mi cuello y me propina un azote en el glúteo derecho ante lo que sonrió maliciosamente.

-¿Sabes qué vas a pagar por eso Ivan?- inquiero

-Claro que no- se burla seguro- Diviértete reina.- masculla por lo bajo antes de cerrar la puerta.

El imbécil que estaba torturando se desmayó en algún momento de mi conversación con Iván, cada día estos inútiles aguantan menos, tomo un cubo de agua helada y se la tiro al rostro para que despierte, cuando al fin lo hace le susurro cerca del oído:

- Ahora si vamos a divertirnos.

Comienzo a sacar sus órganos menos vitales uno por uno para mantenerlo vivo el mayor tiempo posible, luego de mostrárselos los colocaba en baldes con líquido anticoagulante. Mientras los voy sacando ligo las venas y arterias para evitar que se desangre. Cuando tengo lo que necesito: riñones, hígado...le comunico para que todos oigan.

-Creo que es suficiente, ya me aburrí- y corto la aorta abdominal, tomo una muestra de sangre para identificar su grupo sanguíneo y luego riego un galón de ácido sobre lo que queda de sus órganos internos. Este después de agonizar unos segundos muere. Termino de limpiar los órganos tarareando una de mis canciones preferidas, los empaco en bolsas con el líquido correspondiente y tras meterlos cierro la nevera marcando el grupo sanguíneo junto al tiempo de vida útil que les queda con un cronometro.

Al observarme en el espejo veo justo lo que tanto amaba mi padre de mí. El reflejo de un ser sin alma, mi rostro, pelo y hasta mis brazos salpicados con sangre del animal muerto frente a mí. Ni una gota de remordimiento o lastima en mi subconsciente. Me quite el delantal y luego de limpiar mi cara lo arroje al cubo de basura junto a la puerta, ya limpiarían este desastre en un rato.

Cuando entro a la sala donde estaban los chicos los ojos de Josef me miraban con lujuria, pero ese no era mi cometido en este momento. Observo el despropósito a mi alrededor decepcionada, solo seis de ellos estaban de pie, el resto se encontraba vomitando o desmayados.

- Nikita, los que están en pie se unirán a la guardia, los que vomitan se encargaran de algún trabajo en Tailandia y de los desmayados- agregue mostrando mi decepción- Los tres últimos en caer pueden vender drogas en las calles, el resto...matalos, son inútiles. Bienvenidos a la bravta chicos.-Dije antes de salir de la habitación para ir a darme una ducha caliente y sacarme de encima la sangre del impertinente enviado por la mafia China.

El tatuaje del dragón de la tríada lo delataba sobre sus costillas izquierdas, no necesitaba que él me lo dijera, resultaba bastante obvio.

La emperatriz de la mafia roja Donde viven las historias. Descúbrelo ahora