Caricias y rechazos

102 11 2
                                    

7 de febrero de 2018

PRESENTE

Abigail

Hoy iba a salir con Daniel, eso me puso de buen humor desde temprano. De tan buen humor que incluso acepté salir a correr con Camila.

Y que yo saliera a correr era extraño. Gracias al cielo por mi metabolismo rápido y mi contextura delgada, porque si no, ya sería una obesa.

Odiaba hacer ejercicio.

- ¡Vamos! ¡Mueve ese trasero! Tienes que quemar todas las calorías que ingieres con esos dulces. – se burló mi amiga al ver que me había quedado apoyada contra una pared, respirando con fuerza. Sentía que no podía moverme más.

- ¡Estás loca! No estoy acostumbrada a hacer ejercicio, mi mayor ejercicio es moverme de un lado a otro en la pastelería. – guiñé un ojo y, lentamente, caminé a su lado.

- Si todo sale bien, muy pronto estarás haciendo ejercicio con Daniel...- me tiró un amistoso codazo, mientras me lanzaba una pícara sonrisa.

- ¡Camila!

- ¡Ay, por Dios! No te hagas la santa. Nunca podré olvidar la vez que nos fuimos de campamento; estoy segura que todos a, por lo menos, dos kilómetros a la redonda los oyeron. – me tapé la cara con las manos, riendo. - ¡Parecía que estuvieran matándose!

- Somos bastante intensos. – susurré, dándome, casi al instante, cuenta de mi error. – Éramos bastante intensos...

Ese campamento había sido una de las últimas veces en que Daniel y yo habíamos sido felices juntos. Dos semanas después de eso, empezaron las dudas, mis erráticos cambios de humor, el alejamiento, la ruptura...

- Lo serán otra vez. – musitó Cam, dándome un pequeño y amistoso apretón en el hombro. – Volverán a ser intensos y todos volveremos a oír sus gemidos histéricos...En serio, ¿qué onda con eso? ¡Son demasiado ruidosos! ¿Sus vecinos nunca han llamado al serenazgo por ruidos molestos? Porque, créeme, si yo hubiera su vecina, lo hubiera hecho sin dudar. Y, además, ¿él no sospecha que estabas fingiendo? Porque, créeme amiga, esos ruidos no podían ser reales.

Estuve a punto de responderle, cuando mi teléfono empezó a sonar. Le hice una seña de "espérame un toque" a Camila y contesté.

- ¿Aló?

- ¿Por qué siempre insistes en meterte en dónde nadie te llama? – esa voz chillona la reconocería en cualquier parte. Esa hipócrita de Samantha ya me estaba hartando.

- ¿Cómo carajo tienes mi número? – siseé con furia.

- Responde. ¿Por qué insistes en meterte dónde nadie te llama? Primero en mi programa y ahora quieres quitarme a mi hombre. ¡Qué descarada eres! – Camila me miraba intrigada y se acercó para escuchar la conversación. Mi cerebro ardía en furia. Solamente atine a ponerla en altavoz, para que mi amiga también pudiera escuchar sus estupideces.

- Mira, no sé de qué demonios me estás hablando, pero yo a ti no te he quitado nada. Así que mejor deja de molestar o te juro que soy capaz de hacer este asunto público para que todos vean la clase de arpía histérica que eres. – ella solo se rio, lenta y calculadoramente.

- ¿Crees que eso me asusta? ¿A quién crees que creerán? ¿A una pastelera desconocida y promiscua? ¿O a la animadora favorita de las amas de casa? ¡No seas ilusa, Abigail! Tienes todas las de perder. – me quedé en silencio. Samantha podía ser una imbécil, pero sabía perfectamente cómo usar sus cartas. - ¿Por qué no te alejas de Daniel y te ahorras problemas? Deja de meterte con lo que es mío. – ahora fue mi turno de reír, con fuerza y diversión.

Receta para superar una desilusión amorosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora