Si la experiencia me dejó una enseñanza fue la de no enamorarme jamás. Pero ya no resistía; la soledad y la amargura me consumían como una casa en llamas iluminando la noche densa y solitaria. En la universidad, no me iba del todo bien y no toleraba más la rutina de despertar, estudiar, comer y descansar.
Hasta que un día siendo casi medianoche, me miré en el espejo de mi solitaria morada y pensé reflexivo: "He malgastado toda mi infancia, me alejé de mis padres, mi única familia es mi hermano con el que no me llevo bien, no establecí muchos lazos de amistad, solo ese estúpido gato al que le doy comida a diario y luego se va a disfrutar de su vida vagando por los callejones junto con otros de su especie. Desearía ser como él, poder conversar con alguien que me quiera, poder conversar con alguien al menos. Debo hacer algo para que esto cambie. Pero, ¿cómo lo haré?. Necesito de alguien, necesito sentir esa chispa de éxtasis al ver a esa persona tal como un perro que ve a su dueño luego de un largo tiempo, que resulta ser sólo un par de horas pero que el can siente que son infinitas por el hecho de querer ver a ese humano que adora con tanta sinceridad. Eso necesito. Solo así, esta monótona y miserable vida, podrá cambiar. Ya me cansé de ese viejo yo. Ya no más. Es hora de dejar atrás ese mundo e iniciar uno nuevo." Una lágrima cayó de mi ojo derecho, sin embargo la sequé con mi puño y me dispuse a dormir. Un nuevo camino se me había presentado. Fue mi oportunidad, mi salvación. Yo no era consciente que ese fue el principio de mi destrucción.
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Óbito Y Vigor
RomanceLas miradas me sofocaban en cada rincón. Después de todo, nada más podía hacer yo. En ese momento vino a mi memoria el instante justo en el que aquel despreciable e inmundo hecho había ocurrido. También recordé su rostro y su sonrisa que me tenía lo...