I

416 55 143
                                    

Libertad

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Libertad.

«Libre, me cuesta creer que... ¡Al fin soy libre!» Es lo primero que se me viene a la mente al poner un pie fuera del enorme avión.

Para ser mi primer vuelo a gran escala, admito que no estuvo nada mal, aunque todavía tengo los nervios tensos. Tras el aterrizaje las mariposas de mi estómago aumentaron su revoloteo, causando un cosquilleo intenso que se expande sin frenos por cada centímetro de mí cuerpo. Puede ser la sed de aventura y conocimientos que crece en mi interior o posiblemente solo sea resultado directo del motivo de este viaje...

«Una huida»

Reconozco que suena a una loca escena de película, pero es la realidad... mi realidad concretamente.

Me costó mucho tomar esta decisión. No quería abandonar la pequeña cajita que tenía por vida, pero de seguir con ese rumbo, lo más probable es que terminará dos metros bajo tierra. No me sentía seguro, mucho menos listo para hacerlo, pero la oportunidad llego y ya no hay vuelta atrás. Literalmente no había dormido muy bien los últimos días considerando todo, tratando de imaginar el final alterno de cada camino por elegir. Y este fue el vencedor. De hecho, cualquiera que terminará fuera de esa casa era una buena opción. Me libere de las cadenas simbólicas de unas costumbres que no siguen el rumbo que quiero para mi vida.

—Chico, sigamos al grupo —indica Beatrice señalando a las personas delante.

Ella es una dulce anciana que gracias a dios conocí en el vuelo. Desde el instante que tomé asiento a su lado fue muy agradable conmigo. Tal cual son las abuelitas con sus nietos. Bueno, casi todas las abuelas.

Su pelo rubio se desvanece en un mar de canas. Es casi de mi tamaño, pero esta levemente encorvada, lo que quiere decir que era muy alta, un metro ochenta diría yo. Ojos azules, escondidos tras unas finas pestañas y grandes ojeras. Ella debió ser una mujer muy bella en su juventud, feliz y llena de gozo. Aunque ahora sus ojos trasmiten tristeza. Por más que sonría, puedes notar dolor en su mirada. Debido a nuestra conversación comprendo el porqué. Sus años de vejez no han sido los mejores.

Charlamos, sobre todo durante las ocho horas de vuelo. Tan profunda fue nuestra conversación que logró hacerme llorar por dentro más de una vez. Ha sobrevivido dos veces al cáncer y actualmente está luchando con la ceguera parcial de su ojo derecho. Su hijo la envió acá a un hospital especial, según ella él no la visitaba mucho, pero de todos modos piensa que él la ama, lo que es irónico en mi opinión.

Ella es una guerrera, triste, pero con sentimientos de amor implacable.

Vamos juntos ha chequear las formalidades relativas al control de fronteras y el papeleo de entrada al país.

La guardia es muy amigable, lleva su uniforme de color gris que ilumina sus ojos color café y el cabello castaño atado en una coleta. Pensé que sería como en las películas al entrar en los países ricos, pero en el viejo continente es un poco más relajado. El procedimiento no tarda más de varios minutos. Nada que no pueda aguantar. Justo al terminar me entrega mis documentos y me da la bienvenida con una grata sonrisa.

Superficial LoveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora