Heterostóteles vs la perra empoderada (Aristemo)

Rumbo a la central de autobuses.

—CON CUIDADO —le dijo Aristóteles a Julieta.

Tampoco sirvió de mucho, pues ella ya estaba conduciendo como una loca para llegar lo más pronto posible a la central de autobuses. Aún así, Aris también se moría de ganas por estar ya ahí. Iba agarrado al asidero de la puerta del auto, con los ojos entrecerrados por el miedo a chocar, y el corazón le latía rápidamente pero no precisamente por la posibilidad de tener un accidente.

—¡Ya estamos! —exclamó de repente Julieta, frenando en seco.

Aris abrió la puerta de golpe y salió corriendo como una bala hacia la zona de los autobuses. Al llegar a los tornos, no dudó en saltarlos para poder llegar al otro lado.

—¡Hey! —gritó un guardia de seguridad, que empezó a correr detrás de él.

—Lo siento, es una emergencia —dijo Julieta, que ya había llegado allí.

Aris por fin llegó al aparcamiento, y miró con horror cómo el autobús con dirección a Toluca ya estaba arrancando.

—ESPEREN, POR FAVOR.

Salió tras él, pero ya era demasiado tarde. A pesar de correr aprovechando toda la energía que podía generar cada célula de su cuerpo, pronto el vehículo comenzó a tomar distancia, hasta que estuvo demasiado lejos del joven.

Aris paró y se inclinó para apoyar sus manos sobre las rodillas, exhausto. Dio la vuelta y volvió junto a Julieta, que estaba dando explicaciones al guardia. No fue hasta que intentó hablar que se dio cuenta de que su voz sonaba llorosa y de que sus ojos se habían humedecido.

—Y-ya... Ya se ha ido.

Julieta le miró durante unos segundos y de repente dio una palmada.

—¿Y si le seguimos?

—¿Hasta Toluca?

—Sí, son solo seis horas contra el amor verdadero.

—¿Es neta?

—¿Qué pasa? ¿Jalas o te da frío?

Aris no se lo pensó ni un segundo. No se le pasó siquiera por la cabeza qué no tenía en Toluca ni un lugar para quedarse, ni que su madre se enfadaría muchísimo al descubrirlo.

—JALO.

Ambos corrieron hacia el auto y emprendieron rumbo a Toluca.