Algo inesperado.

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Temo se había pasado todo el viaje recostado sobre el cristal de la ventana, con la mente en blanco, y aún así no se había aburrido. Se sentía cansado, pero no a nivel físico. Trataba de no pensar en nada, porque sabía que en cuanto dejase de esforzarse en eso aparecería en su mente la imagen de Aristóteles.

El autobús frenó y Temo dio un pequeño salto, sobresaltado. El viaje se le había hecho cortísimo. La gente empezó a bajar, y él les siguió. Cuando tocó tierra, empezó a mirar a su alrededor, intentado encontrar a su amigo Diego entre la multitud. Sin embargo, a quien vio fue a otra persona. Temo soltó un pequeño grito.

—ARISTÓTELES. ¿QUÉ HACES AQUÍ?

Como si no le hubiese sorprendido lo suficiente, Aris se acercó a él y le dio un gran abrazo. Temo estaba congelado. Sin embargo, al notar el calor de Aris junto a él, todo se le olvidó. Dejó caer su cabeza sobre el hombro del otro. Por un momento, fue plenamente feliz.

Tras unos segundos, Aris se separó. De repente, Temo reparó en que había alguien llamándole a unos metros de él, pero se había concentrado tanto en Aristóteles que no le había escuchado.

—Die-Diego...

Aris se giró hacia el recién llegado, con el ceño fruncido.

—Soy Diego, el mejor amigo de Temo —murmuró el otro, sonriendo más bien por cortesía, y le tendió una mano.

A Aris, por alguna razón, parecía que no le hacía mucha ilusión estrechársela. Afortunadamente no tuvo que hacerlo, porque Temo habló de repente.

—Ari, Julieta... ¿Qué hacen aquí?

—No podías irte sin despedirte de mí, ¿verdad? —respondió Aris.

—¿Y por eso han venido HASTA TOLUCA?

—Claro. Por ti... Lo que sea.

Sin darse cuenta, Temo se sonrojó.

—¿Y... Piensan quedarse?

Aris se mordió el labio inferior.

—No habíamos pensado en eso. Julieta, tú tendrías que estar con tus hijos y con Robert.

—Sí, pero ya es bastante tarde. Como mínimo, vamos a tener que pasar la noche aquí.

—Yo me voy a quedar con mi hermana —dijo Temo—. Seguro que también se pueden quedar ahí por esta noche.

—Hecho. Entonces, ya tenemos casa —sonrió Aristóteles, entusiasmado.

De repente, Julieta dio un respingo.

—Aris, ¡tus padres se van a enfadar mucho conmigo!

—¿Qué? ¿Has venido sin pedirles permiso? —preguntó Temo.

—¡No había tiempo! ¡Era una emergencia! Y no te preocupes, Julieta, ya se nos ocurrirá algo.

En verdad, lo último que le importaba ahora a Aris era el enfado de sus padres. Estaba con Temo, y eso era suficiente para hacerle feliz.

—Perfecto. Yo les llevo en el auto. Y por cierto, Diego, un placer.

Él, sin embargo, no la escuchó. Estaba ocupado mirando atentamente a Aristóteles. Se le hacía muy sospechoso que hubiese hecho todo el viaje desde Oaxaca solamente para despedirse de su "amigo", y si tenía algo claro era que el corazón de Temo solo iba a ser ocupado por una persona; y su nombre era Diego Ortega Elizalde.

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⏰ Última actualización: Mar 08, 2019 ⏰

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Heterostóteles vs la perra empoderada (Aristemo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora