—Entonces..— dijo Tony peinando su cabello para cualquier lado —.Hoy es mí boda— sonrió.
—Sí— contestó pepper quitándole de la mano el cepillo y peinando su cabello.
Tony la miró con cara de pocos amigos y terminó de arreglar su cabello con los dedos. Tomo su cepillo de dientes seguido de Pepper una ves listos los dos salieron del baño.
Esta raro -pensó pepper- pero ¿Por qué?
—Oye Tony— lo freno antes de salir y este lo miro a los ojos, esos ojos café estaban en una mezcla de decaídos y condición —,¿Estás bien?
—Yo siempre— le regaló una sonrisa forzada.
—Pues dice lo a tu cara por qué envés de casarte parece que están por encerrarte en un loquero.
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Tony lo pensó un poco sin apartar la vista del suelo mientras jugaba con sus pies, levanto la vista y hablo.
—Sigo creyendo que falta algo, y —miró para arriba y continuó —, y nosé que es y la boda es hoy.
—Tranquilo, mira tienes todo el día para pensarlo y que te parece si empezamos por ir al Spa ahí vas a poder relajarte y pensar— puso su mano es su hombro y Tony por fin la miró a los ojos.
—Buena idea, vamos.
Salieron de la casa era muy temprano eran seis de la mañana rozando las siete. Fueron caminado hasta la parada de autobús y ahí se sentaron a esperar, al cabo de unos diez minutos se subieron al transporte que los dejarían justo enfrente de su destinó. Siempre en su juventud cuando solían salir muy a menudo iban siempre al mismo lugar, era su lugar favorito.
—¿Tu crees que allá aumentado mucho? o ¿que Nancy todavía esté ahí?— preguntó Tony bajando del bus.
—Nosé tendremos que entrar para saberlo— los dos estaban emocionados por entrar se quedaron un rato afuera contemplando la puerta, luego intercambiaron miradas y entraron. Todo era diferente, ahora las paredes eran lila con mascarillas dibujadas de color negro por toda la pared, también había dibujado pepinos cortados en rodajas. El lugar era mucho más amplio de lo que recordaban, el ruido de unas cortinas abriéndose los sacaron de sus pensamientos, ambos miraron a la anciana que salía de lo que parecía ser su despacho.
—¡Nancy!— se sorprendieron los dos al mismo tiempo.
La anciana los miro a los dos de arriba abajo, no lo podía creer.
—No lo puedo creer— ambos rieron y miraron al suelo —. ¿Virginia? ¿Tony?— asintieron Tony estaba por hablar cuando Nancy frunció el ceño y cruzó los brazos.
—¿Pasa algo?— preguntó Pepper.
—¿que si pasa algo? No —alargó la «O» sin apartar la vista de lo dos —, de un día para el otro mis nietos postizos se van y no parecen después de ¿Cuánto, siete o diez años? Pude haber muerto y ustedes ni se uviera enterado.
