DÍA 3

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  - ¡Mamá! ¡Mamá!

    Siento cómo algo me mueve y unas manos tiran de mi brazo derecho.

    - ¡Mamá!

    Gritan en mi oído y al instante me siento con los ojos bien abiertos.

    Estoy en el sofá de una casa, frente a mi hija. Viste una sudadera gris con bolsillos y capucha. Se ha hecho un moño alto dejando escapar un montón de mechones y lleva unas gafas azules que resaltan más aún sus ojos café con leche. Tiene cierto aire moderno y atractivo.

    Me hace un gesto con la mano señalando su reloj.

    - Mamá, no encuentro donde está la maleta y apenas tenemos una hora para prepararlo todo- me informa precipitadamente -. Ya he desayunado y te he preparado un vaso de leche - la miro extrañada y parece notarlo -. ¿Qué tal estás hoy, mamá? Te acuerdas de que día es hoy, ¿no?- niego con la cabeza -. Pues claro que sí. ¡Me marcho a Madrid! ¡A estudiar! - Abro los ojos como platos y ella se echa a reír -. Venga vamos, vamos.- me anima.

    Tira de mi brazo hasta su habitación. Parece que ha pasado un tornado. Todos los cajones del sifonier están abiertos, la cama está sin hacer, hay camisetas, calcetines y bragas. ¿Eso que hay en la silla es un sujetador? Aquí hay trabajo para días…

    - Es que estoy muy nerviosa- se excusa con una gran sonrisa en el rostro ante mi cara inexpresiva.

    Empiezo a recoger ropa y a meterla en la primera maleta que he encontrado. Abril está ordenando en cajas de cartón sus libros de toda la vida, retratos, dibujos y mil decorativos que hay en su habitación.

    Para cuando llevamos media hora trabajando hemos acabado. Me visto para salir y lo cargo todo en el coche. Dentro de cuatro horas hemos quedado con los encargados de la residencia donde estudiará durante estos cuatro años de carrera.

    Enciendo la radio y ponen una canción que me suena mucho. Mi hija empieza a cantarla mientras mueve la coleta hacia los lados. Se ha puesto lentillas y ha guardado las gafas en una funda, perdida entre la ropa de la maleta. Se ha pintado un poco los ojos y ha cambiado su sudadera por una blusa más veraniega.

    Me quedo pensativa con la vista perdida en la carretera.

    “Abril ha crecido tanto… Recuerdo todo y a la vez no recuerdo nada. Cómo sus mechones rubios y marrones antes solo eran castaños. Cómo le gustaba llevar sus gafas a todos lados. Cómo hacia locuras con tal de sacar sonrisas. La gente cambia. Mi Abril, mi pequeña Abril. No te recuerdo, espero que me perdones. Cambias mi pequeña flor. Los colores de tus pétalos se transforman en otros con más luz y los marchitos se caen. Oh mi rayo de sol, brillas tanto como… como tu padre.”

    Despego la vista de la carretera para ver a una muchacha dormida con los cascos de música puestos. Al pensar en su padre mi interior se ha revuelto. Colgando del espejo delantero hay una pequeña estrella de algún viaje que, por supuesto, no recuerdo.

    Tras un par de horas conduciendo llegamos a Madrid, una ciudad atestada de gente, abarrotada de todo lo que uno pueda imaginar, donde los edificios se estiran intentando tocar las nubes... Y hasta aquí tendré que venir ahora más a menudo.

    Aparcamos en un subterráneo y como aún nos sobra tiempo nos acercamos hasta el famoso teatro Real de Madrid. Tenemos una suerte tremenda porque se puede visitar libremente. Aún tenemos unos minutos, vaya locura!! Entramos y descubrimos los cientos de butacas rojas perfectamente alienadas. Cubren todo el espacio dejando un pasillo central que lleva al escenario, todo acentuando con una alfombra del mismo color, pero más intensa. El telón, granate, está bajado, escondiendo lo que esta noche otros sí podrán ver y disfrutar. Alzo la vista para ver la cúpula y observo detalladamente toda la decoración. Miles de espirales doradas serpentean por las columnas y los balcones. Parece una pequeña caja de bombones con envolturas de oro.

    - ¡Mamá! ¡Hazme una foto!- grita Abril poniendo una pose extraña con los dedos. - A papá le encantaría estar aquí – dice contemplando la estructura del edificio mientras siento que se me encoge el estómago -. Es una pena que esté trabajando - continúa diciendo con una mueca de tristeza en la cara.

    Casi a la carrera llegamos a la cita de la residencia para cumplimentar la hoja de inscripción y formalizar el papeleo. Entramos a un edificio cercano a la facultad donde mi hija comenzará a estudiar en una semana. Tiene vistas a un gran parque con un jardín. Hay una cama con las sábanas dobladas en el borde. Tiene un pequeño escritorio junto a la ventana. Hay un pequeño baño con ducha y lavabo en el que solo cabe una persona. La habitación es una más dentro de un pasillo donde hay otros siete u ocho dormitorios. Al menos, ahora se oye el silencio.

    - ¡Vamos a ver cómo es la facultad!- me anima Abril tras dejar las maletas en la habitación.

    La residencia está rodeada de un precioso césped con jardín botánico a la entrada. Muy cerca hay una cafetería, un polideportivo, una piscina cubierta y unas canchas de baloncesto. Seguro que aquí Abril aquí se lo pasará genial. Por algo dicen que los años de universidad nunca se olvidan. De repente descubro a Abril hablando con otra residente.

    Un móvil a todo volumen empieza a sonar llamando la atención de las dos muchachas, a pesar de estar lejos. Cojo el teléfono. En la pantalla aparece el contacto de “PAPI” junto con un corazoncito al lado. Descuelgo para contestar y escuchar una voz áspera.

     - ¿Hola? ¿Hija? ¿Eres tú?- pregunta temeroso -. Estoy aquí, en Madrid. Estoy aquí en la residencia, ¿dónde estáis vosotras?- miro a mi hija, que se ha acercado con cara de sorprendida.

    - Le he dicho la dirección- reprocha ella mientras se encoge de hombros excusándose.

    Volvemos hasta la puerta de la universidad y descubro al hombre que nos espera. Parece haber rejuvenecido. Viste una camisa a cuadros de manga corta. Veo algo brillar en sus manos. Parecen unas llaves.

    - Para ti – le dice a la joven mientras señala un automóvil blanco que parece de segunda mano.

    Mi hija estalla de alegría. No para de saltar y gritar mientras abraza a su padre y se lo come a besos. Tira de mí y nos atrapa a los tres en un gran abrazo familiar.

Hola a todos.

¿Qué os ha parecido?

¿Tenéis pensado algún nombre para el supuesto padre?

¿ Tenéis pensado algún recuerdo que podría salir en el libro?

Si tenéis alguna idea dejad comentarios y tal vez son elegidos.

Sé que llevaba un tiempo sin publicar nada , de ahora en adelante intentaré publicar más a menudo pero si quiero que quede perfecto tardaré mis días en corregirlo.

Este capítulo en especial es el que menos me ha llenado de todos pero el siguiente es uno de mis favoritos. Si, ya está escrita casi toda la novela.

Os dejo lectores ;-)

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