DIA 4

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     La luz se filtra entre las cortinas.

     La textura de las sábanas es muy suave.

     Abro los ojos poco a poco y me desperezo. La puerta de la habitación se abre y entra mi hombre por la puerta.

    - Pero si la bella durmiente ya se ha despertado… - dice dejando en la mesilla junto a la cama una bandeja. Me da un beso en la frente -. ¿Qué tal has dormido? Te he subido el desayuno, iban a cerrar el restaurante del hotel y no quería que pasaras hambre. ¿Salimos a la terraza? Desde aquí Valencia es preciosa.

    - ¿Desde cuándo estamos en Valencia?

     Su sonrisa se apaga. Creo que por estos días es cuando empezó a darse cuenta de que me pasaba algo grave y no eran simples olvidos. Tal vez ya sabía que padecía Alzheimer. Se nota que el tiempo le ha ayudado a disimularlo.

    - Feliz aniversario mi amor, ya veinticinco años juntos- me vuelve a besar la frente e intenta sonreír.

     Coge la bandeja y se dirige a la pequeña terraza de la habitación. Le sigo y abro los ojos como platos al contemplar semejante paisaje. Se ve la playa desde aquí. Me aferro a la barandilla y cierro los ojos para sentir mejor la brisa del mar, como si fuera la primera vez en mi vida que lo hago. Miro a mi hombre y veo cómo le da un sorbo a su café.

    - Cámbiate, necesitarás bañador - y levantándose de la silla me deja sola en la terraza.

     Corro hasta la habitación y cojo un bikini rosa, unas gafas de sol y lo meto dentro de una mochila de cuerdas. Me pongo unos vaqueros cortos y una blusa blanca de tirantes.

    - ¿A dónde vamos?- pregunto.

    - Es una sorpresa- contesta con una sonrisa lateral.

     Me agarra del brazo y me lleva a “su sorpresa”. Subimos al coche y tras una hora de viaje paramos en el parking de un gran edificio blanco. Hay estructuras de metal, paneles de plástico y paredes de cristal que dejan ver el interior desde fuera, como incitándote a entrar.

    - ¡Sorpresa! - grita extendiendo los brazos.

    - Estoy tan asombrada que no tengo palabras - digo casi sin pensar. Él parece que se relaja.

     Entramos en el edificio y una recepcionista nos entrega unos folletos donde leo “Ciudad de las Artes y las Ciencias”. La guía está dividida en tres partes, de forma que al extenderlo vemos varios mapas con los sitios más importantes a visitar. Hay tantas cosas…

     Mi héroe me guía por las salas en una ruta para ver a todo lo que hay. Hasta pasamos por un pasillo bajo el agua. Ballenas, delfines, peces de diferentes especies y medusas nadan por encima de nuestras cabezas, corretean bajo nuestros pies y nos rodean como si fuéramos una parte más de su ecosistema. Fotografío con mi móvil a cada ser marino que pasa cerca de mí. ¡No quiero perderme nada!

    - ¿Te está gustando?- me pregunta al salir del acuario.

    - ¡Por supuesto! – asiento con la cabeza, emocionada como una niña pequeña.

     Pero mi sorpresa aún no ha acabado.

    - ¡Vamos! ¡El espectáculo de focas empieza a las tres!- me anima agarrándome de la mano y guiándome por más pasillos.

     ¿Ha dicho focas?, pienso para mí, asombrada.

     Cuando llegamos a las gradas ya están los primeros asientos ocupados. Desde donde me siento se ve una gran piscina, un tobogán de unos cinco metros a la derecha y otro más pequeño e inclinado a la izquierda. En el centro de la piscina hay una pequeña isla azul que ocupan los adiestradores. No hay rastro de las focas.

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⏰ Última actualización: Sep 09, 2019 ⏰

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