Todo es tan oscuro y me encuentro en busca de algo, una pieza restante que mantiene incompleto mi rompecabezas, hay un joven de pie al final del muelle.
Su rostro inunda mi mente, sus ojos hacen eco en mis pensamientos, me llama sin emitir palabras, se ve tan solo que siento la necesidad de abrazarlo, me recuerda a alguien cercano, alguien que podría ser yo.
Y vuelvo a estar sentado en la sala, con las luces apagadas, apenas un rayo de sol se cuela por el traga luz del techo, me ilumina la cara, me hace fruncir el ceño, he alargado la siesta, cada día envejezco más de prisa.
El gato atraviesa el lugar afanado, persiguiendo un diminuto ratón marrón que se esconde en la chimenea, suspiro, y vuelvo a estar en el muelle.
Solo.
El joven no está, es extraño, si él se ha ido algo ha de pasar en el pueblo cercano, busco al otro lado del río y encuentro la penumbra de un bosque que conoce mis delitos y me juzga.
Ahí sollozan los cuerpos de los que cayeron junto al sol, anochece en sus nombres, amanece en el mío.
Tomo asiento en el borde, humedezco mis pies descalzos, doy golpes en la gruesa madera con las manos, marcando el compás de una canción de cuna que me recuerda a mi madre.
Una voz detrás la tararea y ahí está él, se sienta a mi lado e imita mis movimientos.
Pronto vuelvo a estar en la solitaria sala, un ratón inmóvil en el centro, el gato en la ventana se relame los bigotes, el traga luz se opaca, suspiro.
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es oscuro aquí y estoy triste.
Randomhabía trozos de papel sobre la mesa cuando lo encontraron exánime en el comedor.