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Esa mañana el sol se filtraba a través del edificio haciendo hermosas sombras por las paredes, Sandy miro su teléfono móvil y tras ver una veintena de mensajes amenazantes y otras tantas de llamadas un escalofrío le recorrió la columna. Mudarse a Nueva York junto a la empresa de su padre y comprarse un apartamento en una de las zonas más lujosas de la gran manzana no había servido de nada, su móvil volvió a vibrar y Sandy se levantó arrastrando su larga melena rubia, decidida caminó a la ducha.
Al salir completamente arrugada como una pasa miro su hermoso reflejo de ojos violetas ante el descomunal espejo, salió desnuda y se agarró sus grandes pechos mirando la gran manzana decidida, su padre le daba cuantiosas sumas de dinero en su bufete de abogados por nada, en cuanto a su niña la acoso su ex novio de apenas días obsesionado con ella abrió un despacho en Nueva York y la obligo a trasladarse desde Los Ángeles. Ocho horas más tarde y con los pies adoloridos caminaba hasta su lujoso apartamento deseando coger sus zapatillas para pasear por Central Park, no paraba de darle vueltas a la idea de que Jeff vendría a por ella.
Sólo pensar en él, Sandy tembló solo de imaginárselo por las calles abarrotadas de gente, cuando llego a su piso tiró los zapatos, se sentó a masajearse los pies doloridos por el trabajo y tomarse un batido de coco, aquel piso era maravilloso. Se asomó al ventanal del salón, vio una ciudad hambrienta de vida, sonrió levemente y se calzó sus hermosas zapatillas, seguidas de unas mallas cortas y un top que solo tapaba por encima de sus insinuantes carnes, salió al inmenso pasillo cerrando con llave y se puso los cascos de música trotando, mientras escuchaba bachatas, cansada de esperar, vio al portero acercársele lentamente.

- Señorita, el ascensor está en revisión, deberá bajar andando, cuando vuelva estará funcionando.

Un gracias más tarde, bajo veinte plantas a marcha ligera, hasta cincuenta y cinco que tenía el edificio le quedaban quince, desde su piso, una vuelta rápida a la catorce y se chocó contra un descomunal cuerpo lleno de músculos que la abrazo y la miró desde unos ojos totalmente negros con una raya blanca en medio, rodeado de otros cinco cuerpos igualmente fornidos de rostros hermosos y melenas negras, el hombre la abrazó y le quitó un casco.

- Es usted hermosa.

Se la pego a su señalada entre pierna y se acercó lentamente a sus labios, recibiendo un guantazo de su parte y haciéndola descender las escaleras de tres en tres a saltos y carreras.

- Ella es nuestra.

Aki, Alen, Alix, Andre, Anouk y Anubis miraban a la hermosa rubia trotar escaleras abajo mientras Aki se frotaba la cara y descendía lentamente seguido de sus hermanos.

- ¿Señor? ¿Se encuentra bien? tiene unas uñas marcadas en la cara.

Aki miró a sus hermanos que lo miraban, dándose cuenta, sorprendido. Se acercó a un espejo del pasillo, que daba a la salida; echando humo por la cabeza, completamente histérico, y sonrió a su reflejo de dientes afilados y ojos de cocodrilo.

- Me las pagará, mientras la hago gritar mi nombre enterrado entre sus piernas, ¡Bob!

- ¿Señor?

- Quiero el informe completo de una mujer y lo quiero para ya!, no quiero enfadarme más, no me falles, quiero saber hasta su marca de champú ¿Entendido?

Se volvió mirando a su empleado una hiena que solo asentía como un loco.

- ¿Qué haces ahí? muévete.

- Sí señor, pero ¿Qué mujer?

Aki enfureció sacando sus afilados dientes, dio unos pasos hacia su empleado, pero paro en seco mirando hacia las escaleras.

- Señores Jaw, buenas tardes ¿Qué le ha pasado en la cara?

El conserje de avanzada edad le señalo el arañazo del rostro.

Sumisa de seis cocodrilosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora