¿Es que no tenía amor propio? Rompí con él hace demasiado tiempo, y todo porque hizo cierta estupidez que no quiero recordar.
Estaba con el celular en la oreja, e inmediatamente mi teléfono comenzó a sonar. Él levantó la vista y se quedó inmóvil mirándome. Acto seguido, tomé el celular para que él lo viera, y frente a sus ojos, presioné la pantalla para mandar la llamada a buzón de voz.
Su mirada me decía que estaba nervioso y su mandíbula se tensó cuando me dirigí a la puerta del conductor.
-¿Podemos hablar?- Tuvo el descaro de mirarme a los ojos.
-Ni hablar, ni cantar y mucho menos perder mí tiempo contigo.- Respondí y me sentí orgullosa de que mi lengua no se trabara con tantas palabras.
Estaba sacando las llaves de mi bolso, cuando Andrés suprimió el espacio entre ambos. Tomó mi antebrazo y me apretó contra su pecho, sujetándome por la espalda.
-¿Qué tengo que hacer?
-Parte por soltarme.- Intenté empujarlo, pero fallé. Mi error solo hizo que me apretara más contra él. Quería apartarme rápido, pero él no me soltaba.
-Sabes de lo que hablo.- Se acercó a mi oído.- Te extraño, y en el fondo de tu corazón, sabes que tú me extrañas a mí.- Dijo con seguridad.
-¿Perdona? No sabes lo que dices. Permiso.- Lo volví a empujar con todas mis fuerzas, y milagrosamente, conseguí apartarle.
Pero mi alegría no duró mucho. El muy imbécil volvió a atraparme, esta vez, tomó de mi cintura.
-Amor, por favor…
-Suéltame.
-Vamos…- Se estaba acercando cada vez más.
Yo luchaba con todas mis fuerzas mientras que gritaba y suplicaba que alguien me escuchara.
-¡Déjame! Me estás lastimando, por favor, suéltame. ¡Ayuda!
-Nadie va a escucharte amor.
-En eso te equivocas.- Una voz detrás de mí nos sorprendió a ambos. Un hombre de unos veinte o treinta años, calculé sólo por la voz, salió de la nada. Desde donde estaba sólo conseguí verle el perfil. Woow, realmente guapo. Nariz recta, mandíbula cuadrada, iba vestido con un traje, muy elegante, pensé. Andrés soltó su agarre de mí.
-¿Quién te crees que eres para venir a interrumpirnos?- Soltó Andrés.
-¡¿Interrumpirnos?!- Grité, estaba tensa.
-Ya has oído a la señorita, por favor vete, sino tendrás problemas.- Habló el chico, su voz era suave y a la vez segura, una buena combinación, sin duda.
-¿Problemas? Me importa la nada misma. No me iré de aquí sin mi chica.- Cuando terminó de decir eso, sin previo aviso, se abalanzó a mí y me besó.
¡Dios! Todo pasó muy rápido, no tuve tiempo siquiera a reaccionar.
El chico tomó a Andrés por las espalda y lo tiró hacia atrás con mucha brusquedad.
-Te dije que tendrías problemas amigo.
¡Le golpeó! Golpeó a Andrés en las costillas y luego en el estómago, lo dejó en el piso y lo miró unos instantes.
Quería, de verdad quería, pero no podía sentir empatía por Andrés, se había comportado como un idiota y se merecía todo lo que le habían hecho. Él se lo buscó.
El chico se volteó para mirarme, yo estaba apoyada en el City Car con los ojos muy abiertos y mis manos aferradas a mi bolso.
¡Madre mía! Era más guapo que de perfil, digo, realmente guapo, ojos cafés y pelo negro. Y un cuerpo para perder la cabeza.
-¿Estás bien?
Antes de responder vi a Andrés pararse, mirarme e irse. No dijo nada, absolutamente nada.
Mi atención se volvió al chico que tenía al frente.
-Seguro, gracias, de verdad.
-Te invitaría a sentarte un rato, para que te relajes, pero tengo que irme rápido, son las siete y veinte. Por cierto, me llamo…
-¿Qué hora dices que es?- Le interrumpí.
-Las siete y veinte de la tarde.- Me miró algo confundido.
-Debo irme, gracias por todo, en serio.
Subí a mi auto y bajé la ventanilla, hacía calor.
-Gracias, de verdad.- Le miré y encendí el auto. Iba tarde, no, iba tardísimo a esa dichosa celebración de Lisette. Estaba segura que me mataría, segurísima.
Pero tenía razones para llegar tarde. Y esas razones tenían nombre. Andrés y… ¿Cómo se llamaba? Caí en cuenta que no alcanzó a decirme su nombre porque yo me fui hecha un remolino.
Era muy guapo, bastante. Y yo, la muy idiota, no esperé a que dijera su nombre. ¿Seré tonta?
Miré el reloj del celular. 19.25 hrs.
Lisette me va a odiar.
Fijé mis ojos en la carretera y pisé el acelerador.
Estaba nerviosa, por culpa de ese chico, pero me tranquilicé cuando llegué a la conclusión de que él no sabía nada de mí y yo no sabía nada de él.
Por otro lado estaba Andrés. Me molestó lo que hizo, ir a buscarme a mi departamento a sabiendas que no quería hablar con él. Por no decir que me besó. ¡Me besó! Tuvo la osadía de besarme después de lo que pasó.
Era un idiota, un imbécil. ¿Quién se cree que es para hacer algo así?
Me alejé de mis pensamientos cuando mi teléfono me avisó que me estaban llamando. Era Lisette.
-¿Dónde estás? ¿Sabes qué hora es?- Creo que estaba molesta.
-De hecho, no.
-Bueno, son las siete con cuarenta y cinco.
-Sólo son quince minutos.
-Tienes suerte de que mi jefe aún no llega, de otra forma ya me habría retado.
-¿No decías siempre que era muy puntual?
- Sí, pero más vale que llegues tú antes que él.
-Vale, voy llegando. En cinco minutos más nos vemos.
-¡Que sean cuatro!
-Está bien- Rodé los ojos.
-¿Estás bien? Tú tampoco eres de llegar tarde.
-Más o menos.
-¿Pasó algo?- Estaba asustada y preocupada.
-Andrés.
-¡¿Qué hizo ese cabrón?!
-Luego te digo.
-Está bien, pero me tienes preocupada.
-Yo también lo estoy. Nos vemos.- Y colgué.
No sabía por dónde comenzar a contarle a Lisette. Quizá por el chico que durante estos últimos veinte minutos se ha colado en mis pensamientos sin permiso. O tal vez por la osadía de Andrés cuando me besó, pensando, seguramente, que con ese gesto me olvidaría. ¡Já!
Las cosas no se olvidan.
Ojalá les haya gustado! ;) Desde el próximo en adelante, los capitulos serán más larguitos :D