‘¿O voy a tu casa y juego al enfermero contigo?’
Seguramente no se entera de lo sexy que suena eso.
-Tu pie se está poniendo feo, si no decides pronto, decidiré yo por ti.- Sus ojos tenían una pisca de maldad.
-Está bien,- Contesté evasiva.- vamos al hospital.
Sonrió victorioso y puso mi auto en marcha.
Llegamos al hospital y una señorita nos atendió enseguida. Ella miró a Tomás como si quisiera besarlo e inesperadamente sentí unas pequeñas ganas de abofetearla.
De sacarle los ojos.
De jalarle el cabello.
De… ¡Auch! Mi pie.
Sentí que me tomaban de la cintura y volví al planeta Tierra.
La joven me miraba pidiendo una respuesta.
-¿Perdón?- Dije al instante.
-Su nombre…
-Leonor Valdivieso.
-Nombre de su acompañante.-Siguió.
-Tomás Miranda.- Respondió Tomás, afirmando su agarre en mi cintura. Lo que provocó que mirara la punta de mis pies.
-Su parentesco…
Ambos nos miramos al segundo.
¿Quién respondería? Y ¿Qué? Yo no lo haría. ¿Decir que somos novios? No, no lo somos, aunque lo reconozco, no me molestaría. ¿Amigos? Los amigos no se coquetean, hasta donde yo sé. Y por el momento ha sido él quién me ha coqueteado.
-Soy… su compañero de trabajo.- Dijo y me miró. Creo que fue lo más sensato de decir.
Lo miré también, pero era demasiado sostener su mirada, así que desvié la mía hacia la señorita, quién estaba firmando el papel con mis respuestas y levantándose de su silla.
-El doctor la atenderá de inmediato.
-Muchas gracias.- Respondimos los dos al mismo tiempo. Yo me puse nerviosa, para variar, y miré la punta de mis zapatos.
Me ayudó a ir a la sala de espera y se sentó a mi lado.
-¿Sabes? Aun estando en esta situación, me gusta mucho estar contigo.- Dijo Tomás y me giré para mirarlo a los ojos.- Y me gustaría que a ti te pasara lo mismo.
Y en ese mismo instante me di cuenta de que nuestra relación de cliente-empleador o como sea que se le diga, nunca había existido. Jamás. Siempre había sido de coqueteos mutuos y miradas provocativas.
-Creo que siento lo mismo.- Respondí nerviosa, pero sin dejar de mirarlo.
Sonrió y posó su mano en mi hombro, luego la deslizó al cuello y hasta mi nuca.
No me moví a lo largo de su pequeño recorrido, el cual, por cierto, había provocado en mí, más que un simple acaloramiento.
Siendo apenas consciente, vi como su rostro se iba acercando al mío. La anticipación de lo que venía me tenía más que nerviosa. Ya casi estaba llegando. Lo miré y vi que sus ojos estaban clavados en mis labios.
Cerré mis ojos, sentía su respiración, su aliento en mi boca y… dijeron mi nombre.
Me aparté bruscamente y aturdida me levanté.
-¡Leonor!- Era Carlos.- Leí tu ficha, ¿Estás bien? Déjame examinarte.
Miré a Tomás, que se había incorporado hasta quedar a mi lado.