un | donas de jalea

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número dos | noviembre  2 0 0 1



El olor a café y dulce inundaba Griddy's Doughnuts. Los ocho niños Hargreeves se habían escabullido de nuevo al lugar para comer un montón de donas.

Para ellos era una escapada cualquiera, excepto para Número Dos.
Fue la noche en que, a pesar de su corta edad, experimentó por primera vez una sensación alarmante en su pecho al ver a su hermana (adoptiva), Número Ocho, reír peligrosamente cerca del rostro de Cinco.

Su corazón se achicó y sus orejas ardían; estaba celoso.

Apartó la mirada del par, intentando calmarse para ordenar sus pensamientos. ¿Era correcto tener sentimientos por su hermanastra?

—Vamos, las mejores donas son las de jalea de cereza— replicó Ocho, golpeando ligeramente la mesa con su mano—. Cuatro me apoya— el nombrado negó con la cabeza, a punto de romper a carcajadas—. Jódete.

—Lenguaje— regañó Número Uno, apuntando a la castaña con su dedo índice.

—Lo siento— refunfuñó ella rodando los ojos—. ¿Tú qué dices, Dos?— posó su mano sobre la del chico, provocando un hormigueo que comenzó desde su toque y se extendió por el resto de su cuerpo.

—Da igual— dijo apartando la mano con un movimiento brusco. Lo había puesto bastante nervioso, y detestaba sentirse vulnerable.

Quizá sólo estaba confundido. Tal vez ese sentimiento desaparecería más adelante. No podía querer a su hermana de esa manera.

𝙄 𝙩𝙝𝙞𝙣𝙠 𝙬𝙚'𝙧𝙚 𝙖𝙡𝙤𝙣𝙚 𝙣𝙤𝙬, 𝘋𝘪𝘦𝘨𝘰 𝘏𝘢𝘳𝘨𝘳𝘦𝘦𝘷𝘦𝘴Donde viven las historias. Descúbrelo ahora