Antecedentes

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 Frank

El mundo era un lugar caótico y perdido en vicios, inmoralidad y estupidez; la humanidad se había vuelto una especie retrógrada, irracional, sin sentimientos ni sensibilidad por el mundo en el que vivía. Había que detener la crisis a como diera lugar. Todo estaba planificado desde hacía algún tiempo atrás; Frederic Nielsen, quien desarrollara el método en su base teórica, estaba diseñando experimentos para probar su eficacia; era prácticamente un hecho, los estudios científicos más recientes relativos a la genética y la regeneración de tejidos se escuchaban bastante prometedores, bueno, algunos específicamente; naturalmente, los más moralmente incorrectos.

 
Yo me encargaba de lo político, las relaciones de poder; mi trabajo consistía en procurar que los gobernantes actuales siguieran mis instrucciones paso por paso, de acuerdo a nuestros intereses, por supuesto. El plan era bastante astuto y viable, debo decir: el país no tenía bases culturales complejas reales, sólo amaban su porción de tierra, se las dejaríamos; por otro lado, las personas estaban demasiado entretenidas con programas baratos y denigrantes como para prestarnos la suficiente atención y notar que, poco a poco, establecimos una dictadura, cosa que, por supuesto, no se llevó a cabo de una manera del todo pacífica, pero al final las personas decidieron aceptarlo, con la creencia de que seguían viviendo en una democracia, una bastante estricta y unipartidista, nuestros libros de texto los prepararon para creer en ello.


Finalmente estaba John, encargado de las gestiones bélicas y estratégicas para el plan. Todo en función del bien de la humanidad, eso es lo que se supone que perseguíamos.


La guerra estalló antes de lo esperado. Teníamos algunos problemas con los asiáticos; al principio estaban de nuestro lado, pero después nos traicionaron; intentaron que desistiéramos de nuestro proyecto, por supuesto, era de esperarse; nos repitieron una y mil veces que era un error enorme, que no debíamos hacerlo... Simples frases de cobardes, no soportaban nuestra supremacía, que finalmente América superaba a Asia en innovación, filosofía, ideas, poder y tecnología; era demasiado para su delicado ego, no permitirían nuestro triunfo para no perder su estúpido poder. Malditos egoístas. Sin embargo, todo estaba listo, preparamos el terreno para el enfrentamiento político y militar; el plan era simple, la humanidad sólo busca el orden cuando está en crisis y eso es precisamente lo que les íbamos a dar. Nuestros conflictos con los asiáticos se intensificaron, lo hicimos público, quizás se podían evitar muertes, pero, como siempre, la humanidad no lo entendió. Hicimos estallar la guerra y, cuando esta terminó, nos alzamos como un grandioso protector, un dios del orden, la seguridad y la estabilidad.

Sin embargo, al finalizar la guerra comenzaron a surgir fisuras en cuanto a la historia, errores de razonamiento y algunas irregularidades al hablar de lo ocurrido. Había un pequeño grupo "secreto", conspiranoicos, que afirmaban saber lo que se escondía detrás del nuevo régimen, las barbaries que se ocultaban a todos, los atroces crímenes que nos llevaron al poder, las terribles cosas que se habían hecho para lograr nuestro propósito. Naturalmente no les creímos, pero ojalá lo hubiésemos hecho. En aquel momento, la euforia por nuestra trascendencia, nuestro deseo de triunfar y mejorar al mundo nos cegaron, creímos que estábamos del lado correcto y que la guerra que habíamos desatado, el caos que provocamos era por un bien mayor. Cuando nos dimos cuenta, ya era demasiado tarde, estábamos suma e irrevocablemente involucrados en esta situación. Lamentablemente, hacer algo al respecto no sería tan sencillo como las historias nos harían creer, no era sólo cuestión de saber en lo que nos estábamos metiendo, sino de lograr idear un plan de acción y eso es imposible cuando todo lo que alguna vez amaste se encuentra en un terrible peligro.


Muchos fueron los que nos advirtieron en numerosas ocasiones, los que intentaron hacernos recapacitar; pero estábamos cegados por el único que realmente sabía lo que estábamos haciendo, porque fue él quien lo planeó. Yo sé que lo que hice no tiene perdón, que las vidas que se perdieron y las que se perderán aún por mi causa, son incontables e irreemplazables; pero también sé que jamás podré arrepentirme por salvar a las personas que amo, sin importar lo que ello implicó.


No hay nada de lo que me arrepienta más que de ser parte de esa estúpida guerra, de buscar la perfección en el ser humano, de reprochar a otros por lo mismo de lo que yo mismo tengo culpa, con la única diferencia de que yo tengo pesadillas por ello.

Todavía hay ocasiones en las que recuerdo lo sucedido y me asombro por nuestra estupidez, no entiendo cómo pudimos pasar por alto algo como esto; cómo fue que olvidamos que en la guerra la verdad nunca está clara y la historia es contada y creada por los vencedores, o, en este caso, vencedor, el único que obtuvo lo que quería, el desgraciado de Frederick Nielsen.

AmnesiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora