El peor enemigo del orden

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El dolor, el odio, la repulsión y los recuerdos le carcomían por dentro. No podía comprender cómo, a pesar de la tranquilidad utópica que les había brindado, esos insensatos se atrevían a siquiera pensar en traicionarle, cuestionando sus aptitudes; claramente ello era la prueba irrefutable de la constante y natural presencia de lo que más detestaba en el mundo: la ignorancia. Todavía, a esas alturas de su muy longeva vida, seguía recordando con dolorosa claridad aquellos momentos causados por la presencia de la ignorancia en su vida: el sentimiento de perdición, sus palabras, sus emociones, las lejanas palabras que inútilmente trataban de calmarle; aquello que los inútiles responsables de las muertes de las personas que más amaba no habían hecho y los errores al intentar remediar sus equivocaciones.

Era imposible no pensar en ello, olvidar la inmensa tristeza que sintió cuando niño, la ira de adolescente y, finalmente, tampoco podía olvidar el vacío que había sentido ni bien había empezado su vida adulta, y quizás eso era lo mejor, pues cuando la vida parecía volver a tener sentido, se obligaba a recordar lo que le había llevado hasta donde estaba en primer lugar. Buscar el "bien común" era de los actos más masoquistas que había llegado a cometer; pero era necesario, debía tener presentes a esas personas y hacer que su muerte no fuera en vano, convertir el dolor en fuerza para lograr un mundo mejor, uno que ya había comenzado a tomar forma, y que parecía andar a la perfección, al menos hasta que alguna persona entrometida comenzó a sospechar de su pasado. ¿Qué importaba si había ordenado todos esos asesinatos? ¿Qué más daban todas esas amenazas y sorteos para elegir quién viviría? Todo ello había sido por el bienestar de todas aquellas personas desorientadas que, sin su ayuda, habrían terminado por extinguirse lentamente entre ellos.

Cada vez había más personas sospechando, y se volvía cada vez más complicado el tratar con ellos, no podían desaparecerlos a todos, las personas sospecharían; tampoco podía asesinarlos, era demasiado riesgo. La credibilidad de muchos era bastante sólida, algunos tenían un sistema de seguridad tan fuerte como para que no sólo fuera complicado, sino también registrado un intento de "formateo", en fin, las opciones se le terminaban, pero ya se ocuparía de todo en su debido momento, lo primero era deshacerse de la principal amenaza.

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