Fanfic 37/Completo

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Lágrimas de rencor - BeHonest

Donald tenía rencor, un rencor sordo que retumbaba en lo más profundo de su mente.

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Estaba oculto del mundo, de aquellos que lo conocían, incluso de sí mismo. Estaba escondido bajo capas y capas de otros sentimientos; bajo la rabia, la tristeza, esa susurrante soledad que jamás volvería a ser llenada, de la inquietud y otros tantos sentimientos que jamás podría poner él en palabras —tal vez por evitarlos, tal vez por desconocimiento—.

Este rencor no tenía muchas oportunidades para intentar darse a conocer, y es que con lo ajetreada que se había vuelto su vida con los pequeños polisones que corrían de un lado a otro en su barco flotante no tenía tiempo para ahondar en aquel sentimiento. Era inevitable. Su mente estaba demasiado ocupada sintiéndose preocupado, agitado y lleno de amor.

Esos patitos se habían convertido en su mundo. Verlos crecer era algo que lo llenaba de una gran dicha, de orgullo y, si no fuera porque es un pato, tal vez lo habrían llenado de plumas blancas. Sin embargo, estos mismos momentos dulces ayudaron a crecer esta pequeña mota de rencor escondida en él, en silencio sin él percatarse.

Cuando Hugo dijo su primera palabra casi estalla de emoción —a pesar de que la palabra en cuestión fuese algo parecido a "gaviota" al escuchar a su tío alejarlas de su cubierta, desde entonces Donald dejó de maldecir por miedo a que repitieran su mal vocabulario—. Había sido una sensación cálida y rebosante, pero inmediatamente se dio cuenta de que no tenía con quien compartirla. La soledad que implicó ello le dejó una amargura creciente en su pecho, pero trató de apartarla haciendo que Hugo dijera otras palabras también.

Y es que él no debía haber estado solo viendo cómo su sobrino mayor decía su primera palabra. Ahí debería haber estado su madre, Della, llamándolo a él emocionada por el suceso, si es que no se encontraban juntos en ese momento, y buscando al tío Scrooge para contarle las nuevas buenas. Al menos alguno de ellos debería estar ahí. Pero así no eran las cosas.

O cuando Paco aprendió a aferrarse a las cosas y ponerse de pie, alejándose de su vista al mismo tiempo que sus hermanos gateaban rápidamente e intentaban imitarlo. Casi perdió sus plumas solo de los nervios. Dumbella debió estar felicitando a Paco imaginando todas las cosas increíbles que podría hacer con su tenacidad y fuerza, mientras Donald trataría de ayudar a Hugo y Luis a ponerse de pie también para que no se quedaran atrás. Pero no estaba. Ni ella, ni el tío Rico. Por más de diez años.

Convirtiéndose en un rencor escondido, resguardado, tranquilo y silencioso, ese sentimiento se camufló. Y muy pocas veces estuvo inquieto sin saber qué hacer.

Esto último aumentó una vez se instaló en la mansión de Rico. Después de años sin siquiera haber visto la construcción, pasó a vivir en aquel lugar los siete días de la semana, más cuando su bote fue completamente destruido en la guerra de las sombras. Por un lado, estaba feliz, el lado que extrañaba la presencia de su tío en su vida saltaba de alegría a la vez que veía a sus sobrinos felices con todo lo que podían conseguir, que antes él no habría podido darles, y las aventuras, aun sabiendo que de muchas de ellas no se llegaría a "enterar" —al menos no por ellos—, que podían experimentar. Rico los había acogido tal como lo había hecho en un inicio con Della y él, claro, no con el mismo inicio, pero esencialmente era muy parecido.

Pero los momentos de tensión también estaban latentes aún. Él intentó mostrarse más tranquilo para que los niños no tuviesen que aguantar algo en lo que ellos no tenían nada que ver, suficiente habían tenido con la tensión producida con el secreto de la desaparición de Della, lo cual si tenían derecho a conocer —algo de lo que le costó mucho siquiera pensar en hablar—, pero esto era otro límite en el cual ellos no estaban presentes.

DuckTales - One-Shot ✔✔Completo ✔✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora