🍃ᴠɪɪ. ᴍ ɪ s ɪ ᴏ́ ɴ🍃

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Soltó un suspiro mientras su penetrante mirada se paseaba de manera libre por el lugar, descansando de manera perezosa sobre el inmenso ventanal a su lado, el cual le daba una vista espectacular hacia las calles al rededor. Hizo una mueca mientras subía una de sus manos hasta tocar sus dulces belfos, jugando un poco con ellos mientras dejaba que sus pensamientos afloraran de manera suelta por su mente, frunciendo el ceño cuando alguno captaba lo suficiente su atención como para darle rienda suelta a desarrollarlo.

Era de mañana, el sol chocaba de manera suave sobre las calles y los bonitos abrigos de las personas que se paseaban de manera relajada sobre las mismas, las conversaciones sordas sonando como susurros que eran llevados por el viento, sus risas siendo iluminadas por los delicados rayos de sol que impactaban sobre ellos.

Los días habían pasado de manera considerablemente rápida, ni siquiera dejándole el tiempo suficiente de saborear el pequeño viaje que; él había supuesto, sería. Su estancia se había alargado mucho más de lo que hubiera deseado, ciertos aspectos que todavía consideraba que estaban sueltos deteniéndolo de tomar un vuelo directo a su hogar, fuera de todos los recuerdos que implicaban ese lugar, esas calles y las personas.

Las cosas no iban como realmente esperaba, complicándose mucho más de lo que hubiera pensado. Comenzaba a cansarse de darle vueltas a todas esas ideas y pensamientos que habían comenzado a embotar su cabeza todos los días desde su primer día de estancia.

Y es que el hecho de que Nagisa viviera prácticamente encerrado entre las paredes de la escuela; y ni hablar sobre Karma (no quería comenzar a tornarse rojo de toda la frustración que le provocaba ese idiota), comenzaba a joderle poco a poco todos los malditos planes que él había calificado como perfectos. Ambos trabajaban demasiado duro, todo el tiempo sumiéndose entre pulcros papeles blancos, bañados en diminutas letras, que les impedían tener el más mínimo tiempo para dedicarse a ellos mismos.

Estaba frustrado, jodidamente cabreado con el hecho de que no se daban el tiempo para ver más allá de sus estúpidos trabajos (era gracioso, porque él tampoco podía seguir sus propios consejos).

Sabía perfectamente que, con que siguieran así, sus malditos planes se irían por la borda; y la verdad es que no tenía demasiadas ganas de tirar toda su estadía por la borda solo porque (tenía tantas ganas de insultarlo, pero tenía respeto por su madre) Karma no tuviera el valor de ver más allá de sus miedos.

No tenía ánimos suficientes como para ver cómo ese idiota terminaba viendo a lo lejos como el amor de su vida terminaba feliz con alguien más solo por no decidirse sobre sus sentimientos.

Mataría a ese infeliz si eso sucedía, era lo suficientemente inteligente como para hacerlo parecer un accidente.

– No parecer realmente feliz, ¿algo que te moleste? – salió rápidamente de sus pensamientos cuando la suave voz de su acompañante se coló por sus oídos, resonando con fuerza dentro de su mente. Desvió su mirada del gran ventanal hasta posarlos sobre su bonito rostro, mirándole a través de sus espesas pestañas.

– Sabes perfectamente lo que me ocurre.– resopló como fuerza cuando fue consiente de la débil risita que ella soltaba.– Comienzo a pensar que la mejor opción es secuestrar a uno de ellos y obligarlos a declarase, ¿qué opinas? – escondió su sonrisa detrás de su taza de café, tomando un sorbo con cuidado de no quemarse, cuando le escuchó carcajearse.

– Es por eso que yo soy la de los planes.– Asano todo los ojos ante el falso tono soberbio entre sus palabras, riéndose por lo bajo cuando sintió una patada juguetona por debajo de la mesa.

– De acuerdo – dejó por un momento la frase en al aire, frunciendo su ceño al sentir el caliente líquido raspar su garganta al mismo tiempo que dejaba su taza sobre el pequeño plato que le ofrecían.–, ¿entonces cuál es tu plan? – ella se encogió de hombros, tomándose su tiempo para contestarle.

Devuélveme el CorazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora