Capítulo 5: El mandato de Cavour
Se hizo de día en un instante. Parecía que había sido hace un segundo cuando aún estábamos disfrutando de aquella fiesta. Me levanté con dolor de cabeza y mis mejillas todavía estaban rojas; no quisiese mencionar lo que ocurrió a noche con Francesco. Lo pasado, pasado está. Algunos invitados ebrios seguían correteando por los jardines o incluso se habían bañado en los estanques. Lily y el marqués permanecerían con nosotros a lo largo de la semana mientras Francesco trataba algunos asuntos extranjeros con el consulado, o al menos eso me dijo él. Había partido al alba.
Después de desayunar me cité con Lily en la biblioteca y charlamos durante casi toda la mañana. Los demás invitados ya se marchaban en sus carruajes y dejaban nuestro palacio lúgubre y desierto. Me mantuve callada un instante mirando por la ventana hasta que Lily se percató.
-Bueno, ¿te fuiste a dormir muy pronto no? Rinaldo y yo acabamos el champagne y luego pasamos unas horas en el jardín.
-¡Francesco y yo no hicimos nada! –dije con impaciencia y me callé al momento.
-¡Vamos, vamos, cuéntamelo todo! En mí puedes confiar.
-Fue todo un galán, muy distinto a lo que me esperaba de él, y bueno… está muy en forma, vos ya me entiende.
-Mujer, hay que disfrutar mientras se es joven, luego se cansan y no hay forma de que eso ascienda. Ya lo decía mi madre.
-¡Calla, calla, que igual andan buitreando por aquí, o Paola se lo cuenta a Francesco!
-La criada no cuenta nada, y si eso la despides.
-La aprecio demasiado para ser tan cruel con ella.
-Ella no quiere honrarte, simplemente cobrar su salario y contentar a su verdadero amo. ¡Dios sabe lo que harán entre ellos!
-¡Oh, no! Por favor, eso sí que no.
-La primera vez que pillé a Rinaldo fue cuando yo estaba embarazada. Cuando no pueden montar a su potrilla recurren a otras.
-Falta mucho para eso, yo aún no planeo tener hijos.
-Pues sería una bonita noticia la verdad –dijo Rinaldo entrando en la biblioteca mientras se rascaba su enorme barriga.
-Confío en su discreción, marqués, no deseo que mi esposo se alarme.
-Por mí no se preocupe, en el fondo los hijos son uno traicioneros, primero se gestan y no puedes contentarte con tu mujer, después no dejan de berrear por las noches, y finalmente querrán matarte para cobrar su herencia.
-Si me lo permitís voy a retirarme, estoy algo cansada. Buenos días, y que su estancia en Florencia sea lo más agradable posible.
Salí de la biblioteca y caminé pasillos y pasillos hasta encontrar una criada.
-Necesito la dirección de Pierre Louis Pierson lo antes que puedas y no hablas de esto con nadie, ¿entendido?
La criada asintió y se marchó apresurada, yo bajé a la cocina para que me preparasen algo, estaba realmente hambrienta.
Las campanas de las cuatro redoblaron en palacio, mientras me peinaba y me arreglaba. Seleccioné a dos doncellas y a Paola para que me acompañasen. El carruaje se puso en marcha avanzando con velocidad por las calles de Florencia.
-¿A dónde nos dirigimos mi señora? –preguntó Paola.
-Primero iremos a visitar los barrios pobres y después tengo una cita con mi hermana Caterina en la Plaza de Santa Margarita.
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Juego de Locura
Historical FictionVirginia Oldoini, más conocida como la condesa de Castiglione fue una noble italiana que consiguió ganarse el cariño y la confianza del emperador Napoleón III y contribuyó en gran parte a la unificación de Italia. Una novela de espionaje con un toqu...