Hacía una tarde bastante apacible en la Spezia mis hermanos y yo habíamos salido a "jugar" a los jardines. Los arbustos recién cortados ya no envolvían nuestra casa y las margaritas cubrían el suelo de hierba fresca. La casa se encontraba a escasos metros de la playa, pero bastante lejos de Florencia, que es donde yo nací. Por aquella época yo tenía unos dieciseis años, era alta, de rasgos marcados, cabello negro y pechos bien puestos. No era testaruda, pero tampoco tonta. Sabía lo que quería perfectamente en esta vida. Mi gran sueño era ser cantante de ópera o en algún caso traductora. Conocía 4 lenguas y las podía hablar fluidamente. Mis profesores de danza me decían también podría ser una excelente bailarina. El problema era el siguiente: Por aquel entonces corría mayo de 1853 y en enero de 1854 debería casarme con Francesco Verasis Asinari, él era un hombre reservado, de expresión amargada, tez blanquecina, tenía 28 años, pero lo más importante. Era el conde de Castiglione y Costigliole. Esta unión suponía un contrato entre la región d' Asti y la Spezia. Bueno, creo que los problemas de un chiquilla lo deben de interesarle a nadie, pero será algo divertido escribir mis memorias.
Mi padre Filippo se había reunido con el ministro en la antecámara y mamá estaba creando un nuevo paisaje en sus lienzos. Mi padre era el marqués de Spezzino, era un hombre de estatura media, cabello largo y blanco (apropiado a sus 60 años) traje negro y dorado impecable, una capa corta siempre subría su espalda; era una persona bastante relevante en la nobleza italiana. Mi madre, Isabella era en cambio muy diferente, siempre llevaba vestidos con estampados floreados, estatura baja, pelo negro muy brillante (afín con sus 46 años) ; a mi madre le encantaba leer y sobre todo pintar, de ahí que a mi me interesara tanto el mundo del arte. Su libro favorito era Orgullo y prejuicio, libro que me leía todas las noches, y en las largas tardes de verano.
Yo era la tercera de cinco hermanos, de mayor a menor: Ferdinando, Caterina, Virginia, Maria y Rosetta. Ferdinando era un hombre apuesto de 24 años, cabello rubio (como mi padre en su juventud), alto y fuertote; él se había casado el año pasado con una mujer muy guapa y agradable, pero prefiero no hablar de ella. Ferdinando se sentía a veces sólo en el sentido que era el único varón de todos los hijos del matrimonio, y por lo tanto iba a heredar el marquesado, le hubiese gustado tener un hermano con el que compartir batallitas. Mi madre siempre había querido darle a mi padre otro hijo, pero después de Rosetta, tuvo dos abortos y ella tenía miedo. La verdad es que yo era feliz, y mi hermana Caterina era la mejor para todos. Era la más guapa de toda la familia, al igual que mi madre. Tenía 20 años y estaba prometida con el príncipe de Mëlkburg, un hombre apuesto donde los haya y también generoso. Mi hermana Maria era un cielo. Tenía 14 años y era la que nos daba alegría en los malos momentos; siempre estaba cantando, y aunque no lo hacía muy bien, nos reíamos con ella. Mis padres querían prometerla con el barón de Ralleiguí, un comerciante y noble portugués que tenía bastante influencia en la Italia de la época. Por último mi hermana Rosetta, era un sol, no muy agraciada y por eso mis padres querían que ingresase pronto en el monasterio de Aadhen. Tenía 13 años.
No era de esperar que algún día tuviese que abandonar a mi familia, y tampoco que fuese con un hombre doce años mayor que yo. Me encontraba algo triste y temía que el día pronto llegaría, sin embargo en el fondo quería conocer nuevo mundo, pero ¿sería aquella persona la adecuada para mostrarmelo?
-Vir, tenemos que entrar ya, mamá ha dicho que el profesor de latín vendrá en seguida. -dice María intentando captar mi atención.
-Maria, ¿porqué debemos de estudiar latín si luego nos van a emparejar con personas que ni siquiera conocemos? ¿Acaso los hombres no quieren por nuestra inteligencia? ¿O es sólo para fardar de que buena hembra han cazado y que les demos noches de placer? -digo a mi hermana con un suspiro final.
-No hay quien te entienda hermana, unos días estás ilusionada, y los demás enfurruñada con todo el mundo. -expresa mientras se marcha hacia dentro.
Creo que si en realidad tuviese que elegir entre mi familia y aquel hombre, definitivamente sería mi familia, porque un hombre doce años mayor que yo me puede durar una siesta y en cambio mi familia, estará siempre para apoyarme. ¿Qué hará ese hombre conmigo si decido que no quiero tener hijos? Espero que no tenga el espíritu de Enrique VIII y decida encerrarme en la torre más alta porque no le doy un hijo varón. ¿Veís? Todas estas preguntas son las que me hago a diario... será porque estoy en una edad un poco complicada, o porque no tengo en realidad un espíritu de este siglo y necesita volar y escapar del monótono régimen social.
Si fuese cantante o traductora no tendría que preocuparme en tener hijos, casarme y las cosas que por lo cánones de esta sociedad tiene que hacer una jovencita de la nobleza. A veces, sueño que puedo volar y escapo hacia unas tierras donde no hay mas que tierra y árboles, donde puedo ser feliz con unos trozos de papel y únicamente la compañía de la naturaleza. Si le explicase esto a mi padre, probablemente em tomaría por loca y decidiría meterme a monja como a Rosetta, pero en cambio mi madre, mi madre me comprende tal y como soy. Ella es un espíritu libre que vive una historia de sufrimiento y redundancia. Siempre me ha contado que los hombres en realidad no nos utilizan y que es nuestro deber cuidarlos, pero que las mujeres deberíamos tener más libertad a la hora de tomar nuestras propias decisiones, y que está en nuestra mano barajar las posibilidades, y no en las de nuestros padres.
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Juego de Locura
HistoryczneVirginia Oldoini, más conocida como la condesa de Castiglione fue una noble italiana que consiguió ganarse el cariño y la confianza del emperador Napoleón III y contribuyó en gran parte a la unificación de Italia. Una novela de espionaje con un toqu...