3. El Ático

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«Un corte en el cielo. Como si un enorme cuchillo se hubiera hundido en su tersa superficie, arrancándole las entrañas. Al otro lado, lo que se ve es confuso. Durante el día, el tajo es un trozo de oscuridad con brillantes estrellas. Durante la noche, la fusión con el resto del firmamento la convierte en una línea de fulgor azulado.

Lo cierto es que resulta fascinante mirarla, no ya solo por lo peculiar del fenómeno, sino por todo cuando esa brecha lleva implícito. Ese simple corte que desde aquí parece relativamente pequeño y que abarca, según los estudios realizados, un par de kilómetros en el cielo, es un acceso hacia otro tiempo, uno pasado, a priori. Nuestra única posibilidad de salvación.

Hemos dado inicio a una agónica cuenta atrás y como no podemos huir a un «dónde», se supone que debemos hacerlo a un «cuándo». Si con la tecnología actual fuésemos capaces de llegar a trescientos años atrás, por ejemplo, dispondríamos de ese tiempo de margen para seguir intentándolo. Puede, incluso, que el planeta pudiera ofrecernos mayores recursos para eso, puesto que actualmente está seco, destrozado y carente de toda voluntad para ayudarnos. Yo también lo haría si me hubieran destruido del modo en el que nosotros lo hemos hecho con él. La III ha sido determinante, un golpe de gracia. La guerra. Pocos son los que aluden a ella como la Tercera Guerra Mundial, pero no hay otro modo de explicar tanta devastación. Las armas químicas han sido más letales que las físicas y los daños ocasionados son una realidad con la que convivimos diariamente. Con la que siempre lo haremos. Los cadáveres se cuentan por millones y las imágenes son tan crudas, que el holovisor dejó de proyectarlas hace mucho.

Aquí, además, la información llega reducida y con cuentagotas.

Uno de los grandes problemas con las brechas espacio-temporales que han conseguido abrirse, es que son inestables, es decir, apenas duran abiertas unos pocos minutos, lo cual hace imposible una evacuación organizada. La única que permanece abierta es esta que puedo ver por la estrecha ventana blindada de mi habitáculo. La N26-00, un nombre muy creativo que alude a la fecha en la que apareció, el veintiséis de noviembre de 2200; hace ya siete meses.

Otro de los problemas de las brechas es que resulta muy difícil abrirlas en un lugar y tiempo deseados. Imaginar una base junto al campamento del entrañable Atila o el amistoso Gengis Khan se hace poco apetecible, por más fama que les preceda. O precisamente por ello.

¿Y por qué no cruzáis por la N26-00?, te preguntarás. Porque según parece, sus características físicas y químicas la hacen distinta al resto. Según hemos podido saber, su campo magnético es diferente; no hay gravedad en su perímetro y la temperatura aumenta considerablemente al acercarse. Eso, sumado al hecho de que no sabemos qué hay detrás porque nadie ha creado esa brecha, la convierten en un total misterio que hay que desentrañar antes de atreverse a dar el paso.

Me llamo Mía Hemsley, tengo dieciséis años y soy una de las reclusas —no se nos puede llamar de otra manera— de la oficialmente conocida como Zona XY-82; el Ático, por ser la planta más alta de la base militar Arkana 21, que forma parte del Programa para la Protección y el Rescate de la Raza Humana, dirigida por el capitán de las Alianzas, Vicksor Schulz, también conocido como capitán «Malasombra». Si escuchas esta holograbación, significa que...».

—Que te aburres como una ostra. ¿Sigues con ese estúpido diario?

Mía detuvo su holograbador deslizando el dedo por el aire y borró la línea roja que lo surcaba, modificándose con cada tonalidad diferente de su voz. Oprimió el botón del tubo metálico que lo proyectaba y lo guardó en su bolillo.

—¿Te importa? —exclamó molesta.

—No, no me importa —respondió Kat—. Pero es absurdo que sigas con la idea de grabar nuestro agónico final para que algún alien lo escuche por el ciberespacio. ¿Crees que estarán interesados en venir a darnos sepultura?

El Pacto de VladyanWhere stories live. Discover now