Sumido en la oscuridad donde solo se distinguen levemente algunas sombras y el sonido de los minuteros de los relojes, marcando el compás entre el sonido de la noche y el silencio absoluto, donde pareciera que todos los seres se fueran a descansar. Es en medio de esa noche, donde abruptamente es atropellado por el sonido incesante del teléfono, Claudio intentando abrir los ojos observo su reloj el cual marcaba que eran las 4:00 de la madrugada, noto que aun permanecía sentado en su sofá, junto a el dormia placidamente Violeta. el teléfono sonaba incesantemente, entre dormido y despierto camino hacia su teléfono el cual colgaba en una de las murallas de su casa, al tomar el teléfono nadie contestó, pero quizás eso fue lo que menos le importó al momento de abrir los ojos. Al tomar la bocina de su teléfono su miraba se dirigió hacia su ventana, la misma que daba hacia la calle, la que era recibía la luz del farol, entre la cortina y la ventana podía distinguir una pequeñas siluetas humanas pasando de un lado a otro, él sin emitir ningún sonido se quedó observando atónito, la curiosidad de saber que eran, no era tan fuerte como el temor que sintió, pero la duda no duró por mucho, cuando de entre las cortinas se asomó uno de los hombrecitos que reconoció como duendes. Hombre de no más de quince centímetros, que a diferencia a todo lo que él había imaginado contaban con un atuendo muy formal y elegante, de pantalón café de tela, camisa blanca y chaqueta azul, lo que quizás le llamó la atención fue el cinturo que traía este hombrecito ya que era un reloj negro de pulsera metálica que llevaba perdido unos 6 meses desde que se lo compró, "eso explica la desaparición del reloj" pensó para sí mismo, sin embargo, la aparición de este hombrecillo no fue quizás lo más sorprendente que le ocurriría esa noche a Claudio ya que éste le hacía gestos para que mirara hacia arriba.
Quizás esa noche Claudio pensó que todo era un sueño, una ilusión de los efectos del trago antes de dormir, la suma del cansancio, sin embargo, su asombro nunca había llegado a esos niveles cuando al observar hacia el techo de su casa, se dio cuenta que ya no estaba. Ante sus ojos estaba el universo entero, lleno de estrellas el cual junto a planetas, cometas y galaxias lo convierten en un espectáculo maravilloso, Claudio se sentía inmerso en un lugar enorme donde su casa era su medio de transporte, las estrellas se movían en diferentes direcciones dando la sensación de que todo pasará muy rápido, y la luz que emanaba iluminaba toda la casa.
Claudio no comprendía dónde estaba, observaba a su alrededor buscando alguna explicación, buscó nuevamente al hombrecillo, pero no encontraba, buscaba y buscaba no hallaba nada, entre sus piernas percató de que Violeta lo acariciaba y miraba, Claudio lo miró detenidamente como su gata hacía lo mismo, ambos se observaban, Claudio podía distinguir las estrellas en los ojos de su gata, fue así que noto que esos ojos empezaban a crecer y crecer y junto con ellos su mascota, adquiriendo un tamaño enorme, Violeta se había convertido en una gata gigante, tan grande como un elefante, tan enorme que Claudio no lo podía creer, Violeta lo miró fijamente, observó la mirada atónica que tenía Claudio y le dijo:
-Acompáñame a conocer lo que tus ojos no pueden ver, acompáñame a ser parte de un lugar que está lejos de todo lugar, se parte de mundo donde solo algunos regresan y nunca vuelven a estar, a un lugar tan finito como abundante de estar, Claudio llevame a donde tu estas-
Violeta se inclinó junto a él y dejó su lomo montar, Claudio subió sin pensar y por una de las puertas de su hogar Violeta lo invitó a pasar.
-Este ya no es mi hogar - dijo Claudio montando a Violeta
Una fuerte luz abundó el lugar cegando todo ojos en ese lugar.
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Un Viaje al Averno
Ficção CientíficaLibro inspirado en un cuento que realice años atrás para un trabajo de mi carrera. Una mirada diferente que coquetea con la ficción y la realidad, nos dejar ir más allá de lo que pensamos y toca parte de nuestra intelectualidad. Porque muchas veces...