Tyler llevaba casi medio mes trabajando en una canción, la repetía una y otra vez ya que estaba inseguro de la melodía, no sabía que estaba mal.
Una y otra vez, una y otra vez, Josh ya se la sabía de memoria, tanto que en sus sueños la tarareaba.
Era miércoles, como siempre, Tyler ya llevaba tocando la canción más de 20 veces en el tiempo que estaba en su estudio.
Josh ya no soportó más, pero en el fondo sabía que era una excusa para por fin armarse de valor y saber quien tocaba.
Bajó las escaleras de su casa y abrió la puerta, desesperado. Solo cruzó la calle, ahí estaba la puerta de madera de donde provenían los sonidos. Tocó con potencia.
En ese instante, le dio temor de quien le iba a abrir, cual era el rostro misterioso, y sintió unas ganas de echarse a correr, pero no, se quedó ahí, esperando respuesta.
Abrieron. No era nada de lo que se había imaginado, era aún mejor.
Piel blanca, labios gruesos, nariz tan fina, que juraría que había sido esculpida por el mismo Van Gogh, ah no, esperen, ese era pintor. Sus ojos miel se posaron en él y sintió aún más nervios. Portaba un gorro naranja aún siendo verano, y en su mano sostenía una guitarrita, ¿eso era? ¿un ukulele? Así que de eso provenía la dulce pero estresante melodía.
-¿Qué se te ofrece?- le preguntó él, sacándolo de su trance.
-Podrías parar ya con la música, se escucha hasta el otro lado de la cuadra.
-¿Tu eres el que vive en la casa de enfrente?
- Sí, en verdad admiro tu música y arte, pero te has pasado de la raya tocando la misma cancioncita más de tres días.
- Lo siento, pero la "cancioncita" no encuentra melodía correcta.
-Mira, yo fui a música a los 5 años, si quieres te ayudo, pero por favor cambia la tonada.
Él rió, su sonrisa era inocente y tímida, pero brillante.
-Está bien, quédate, hay bocadillos.
- Por cierto, ¿cuál era tu nombre?
Ahí fue cuando el misterio pasó a ser un conocido con un nombre lindo.
