Calla
6 de Enero, 20205
Silencio.
A veces solemos calificar a la ausencia de ruido con la connotación más negativa posible. Porque el sonido es sinónimo de vida, y tememos demasiado a la muerte como para llegar a aceptarla.
"Luis Cepeda, la joven promesa desaparecida de la industria musical, es ingresada en el hospital tras haber sido encontrado tonteando con sustancias estupefacientes en un callejón..."
Ambos se sientan en las sillas blancas cuando el presentador del telediario cambia radicalmente de tema.
En los ojos de él hay dolor. En los de ella, compasión al mirarlo.
Deja que él se sostenga con la ayuda del agarre de su brazo. El dolor, la incredulidad de ese día después de Reyes les había salvado la vida, porque también recordó a ambos que no habían muerto.
Mueve la pierna, nervioso. Pronto, los llamarían.
La amiga de la chica se había hecho cargo de ellas, de las niñas; no tenían por qué preocuparse.
Pero era inevitable.
Sin darse cuenta, la cabeza de ella reposaba sobre su hombro, y deseó que tampoco la quitase.
- ¿Adrián Cepeda? ¿Léa Corney? – murmura el doctor. Los dos lo miran, movidos por un resorte instantáneo, casi fugar.
Viajar a Barcelona simplemente para verle, vale la pena, se dice el chico. Se levanta del asiente seguido por Léa.
- Está estable, por el momento.
Alivio. Ambas partes lo demuestran y comparten una sonrisa tranquilizadora.
- Por suerte, se avisó a tiempo. Necesita ingreso, eso sí, pero no en el hospital – comenta el doctor, echando a andar seguido por la pareja.
- ¿En una clínica de desintoxicación?
- Exacto, Adrián – dice el doctor, deteniéndose frente a la habitación 445 .- Será complicado, para él y para vosotros. Pero a la larga es lo mejor.
Ambos asienten.
- Aunque lo primordial es el reposo. El síndrome de abstinencia de la cocaína no es intenso, y tampoco incluye síntomas físicos, solo psicológicos. El paciente ha manifestado fatiga, ansiedad, irritabilidad, y somnolencia. Son algunos de los más importantes. Sospechamos que no es lo único a lo que era adicto, por lo que necesitamos concluir pronto los análisis de sangre. Ahora está dormido. Podéis pasar a verlo, pero procurando no molestarlo mucho.
Adrián y Léa se miran.
Y ambos entran en la habitación.
Sobre una camilla, e iluminado débilmente por la tibia luz solar que se colaba a través de las nubes de tormenta, estaba esa joven promesa que ahora había pasado del cielo al mundo de los tristes mortales.
Casi 35 años, joder.
Y casi al borde de morir, comportándose como un crío.
La losa pesa menos al recordar lo sucedido la noche anterior.
Pero ahora ya no importa. Lo primordial es Luis, por algo están ahí.
Se sienta en el borde de la cama y le sonríe. Habían pasado 17 putos años. Y lógicamente había cambiado. Ya no era un adolescente desgarbado de pelo descuidado, barba perfectamente afeitada y flaco. Ahora era un hombre, de espalda ancha, rudo, rizos negros, rostro delgado y vello facial sin rasurar. Probablemente la mirada era lánguida. Sus ojeras son patentes, y demasiado visibles.
Esbozó un amago de sonrisa cuando su hermano menor le agarró la mano.
- Al final... - murmura Léa, que se había mantenido en un segundo plano de rigor ante el reencuentro - ¿qué fue de él? ¿huyó de casa como mi hermano?
- 2018 – fue lo único que dijo el chico, antes de besar la mejilla de la muchacha y aferrar también su mano con fuerza.
Después de contarle lo sucedido en sus vidas en esos meses, y sobre todo, tras hablarle de sus sobrinas, dos de ellas desconocidas para él, se despiden del chico que aún duerme en la camilla, prometiéndole una nueva visita pronto.
- Bien, Léa – dice el chico, haciéndola reír con su teatralidad cuando salen a la calle y notan livianas gotas de lluvia impactar contra sus cabezas – yo no viví esto, pero él sí, y es prácticamente lo mismo.
Expectación por parte de la chica, mientras él le coloca un mechón por detrás de la oreja.
Ella le contempla con sus inmensos ojos azules, que reflejaban ternura, curiosidad y cierto temor.
- Todo empezó cuando terminó el año. En febrero del 2019...
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Orballo · Aiteda
FanfictionDícese de la lluvia fina que azota los cristales de las ventanas en días de febrero que no tienen final. En noches de octubre cuando nada importa, o en las mañanas de julio, cuando te das cuenta de que lo importante es el hogar. Dícese de cada una d...