Capítulo 2

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Febrero, 2019

- Hay varios modelos. Este, más pequeño y ergonómico, es mejor si el niño va a empezar desde bien pequeño. A medida que crezca, sobre todo a partir de los 10 años, es adecuado que compre una guitarra adulta. Tampoco muy grande, pero sí un tamaño estándar, como este. Verá, algunos de los acordes tienen bastante de técnica a la hora de posicionar los dedos, por lo tanto, cuantos más años de práctica lleve a la espalda, más sencillo le será.

- Entonces, ¿ahora esta es la mejor?

- En mi opinión, sí.

- Luis opina bien, señora – interviene Gabriel, con una sonrisa – es un experto, en estos temas, sobre todo. Toca la guitarra desde que tenía 8 años.

- Y usaba una parecida a esta – dice el aludido, mirando a la mujer.

- Pues entonces, será que es fiable – la señora guiña un ojo a Cepeda – cóbrame, pues.

El precio, rebajado debido a la época del año en la que estaban y a la idea preconcebida de Gabriel, poco experto en marketing, pero de gran corazón, hace que Luis haya conseguido vender casi 5 guitarras en esa mañana.

- En el fondo, son más que las que habríamos vendido normalmente – le dice Gabriel, adivinando sus pensamientos -. Realmente, no hacía falta gastar dinero en un director de marketing. O en un publicista. Suena mejor.

Cepeda ríe, y vuelve a colocarse tras el mostrador.

En unas horas, su compañero tomará el relevo, y entonces podrá irse a comer.

Pasea por la tienda tras diez minutos de esperar un nuevo cliente, y observa la gran variedad de guitarras que guarda el almacén. Desde acústicas, hasta eléctricas, pasando por españolas, de todas las formas, tamaños, diseños y colores.

Están pensando, entre él y sus compañeros, en aumentar las existencias y añadir al catálogo bajos y ukeleles. Pero, a decir verdad, la situación económica de GuitarHool no es la mejor.

Las inversiones de Gabriel, y el enorme capital puesto en la empresa, no puede ser levantado con el dinero que reciben de las compras.

Poco a poco se consiguen beneficios, pero es un trabajo humilde. Y Luis lo adoraba. No se veía trabajando en otro lugar.

Sumido en sus pensamientos, acaricia una guitarra negra, similar a Ella.

Ella, su guitarra.

Llevaba media vida con él. Solo tuvo 2 a lo largo de sus 28 años de existencia. Ella, y antes, Amanda.

Ella era negra, absolutamente, salvo por una circunferencia blanca que rodeaba la boca. Su mástil, de madera oscura, estaba barnizado y no exageraba en la cantidad. Su padre había acertado de pleno en la compra.

A pesar de ser lutier, Luis padre prefirió regalarle una buena pieza a su hijo mayor, al que nunca reveló el precio de tan valioso obsequio.

Sonríe, y sigue recorriendo el almacén. El olor a barniz y a madera penetra en sus fosas nasales, y en sus pabellones auditivos, lo hace el sonido de la campana.

Gabriel se le adelanta y él se rezaga, siguiéndolo.

Ambos atienden a un chico que puede tener cerca de 17 años, que lleva toda la vida tocando el piano y quiere aprender guitarra.

Anota su nombre, como hacen con todos los clientes, en una libreta, para descuentos en cuerdas, cejillas, fundas y otros utensilios útiles.

Javier Erro.

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⏰ Última actualización: Mar 24, 2019 ⏰

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