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Vacío.

Dolor.

Furia.

Cuando la llamaron del departamento forense del cuerpo policial de Aguas Vivas primero pensó que era una broma pesada de alguien que había conseguido su número.

Pero cuando la señora tras el teléfono siguió insistiendo por lo que fueron unos largos diez minutos, se comenzó a preocupar.

La citaron para hoy, lunes 1 de septiembre.

Lo único que le dijeron fue que tenía que identificar un cuerpo. Se preguntó por qué mierda la llamaban a ella. Ni si quiera sabía que tenía que llevar para identificar a un muerto, si debería vestir de negro o sería una falta de respeto ir en vaqueros.

Creía que los menores de edad no podían ir a hacer este tipo de cosas, por eso, cuando llegó a la comisaría, la secretaria prácticamente se rio en su cara.

-¿Tu eres Danielle Buckner?

Asintiendo cansada de sus molestas preguntas, la secretaria enarcó una ceja y Danielle bufó.

-Mire, no quiero ser descortés, pero...

-¿Me enseña su DNI?

Más que enfadada por su interrupción rebuscó en su pequeño bolso, sin lograr encontrarlo.

-No lo llevo encima, son ustedes quien me han llamado, no tengo ninguna ilusión de ver un cadáver.

La mujer frunció el ceño, seguramente molesta por su falta de respeto por los muertos.

-Escúcheme, ¿me puede decir que hago aquí?

-Según usted la llamamos para que identificara un cuerpo.

-Es usted muy espabilada-dijo irónicamente. De verdad prefería tumbarse en el sofá a leer.

-Sería de gran ayuda que volviese con su DNI, no podemos dejarla pasar sin su identificación.

-Pero ustedes son los interesados.

-Lo siento mucho señorita Buckner, ¿podría volver mañana?

Molesta por la tremenda mujer que tenía en frente, gruñó y salió de la comisaría.

***

Sentada sobre el techado del porche trasero de su casa, con sus piernas encogidas en su pecho y la cabeza apoyada en estas, rememoraba el horrible día que había pasado.

Había sido de los pocos alumnos que habían asistido al primer día de clases. Solo tres alumnos se habían presentado de su curso.

Respiró hondo fastidiada por la pérdida de tiempo que había sido ese día. Llevaba una hora sentada al fresco, y más de veinte minutos autoconvenciéndose de entrar en casa y buscar su DNI. Esa tarde se encontraba bastante perezosa para lo que solía ser ella. Sintió algo impactar contra su brazo derecho, aunque no le dio importancia, desde pequeña había sido muy curiosa. Sus ánimos estaban tan bajos que no lograba levantar la cabeza. De nuevo otro impacto, esta vez en su pierna.

Y otro, en su cabeza.

Y en ese momento echó un bufido mirando hacia arriba encontrándose el cielo azul.

¿De dónde salían esos artefactos entonces?

Pensó que habían sido piñas de los árboles. Pero llevaba viviendo unos cuantos años en esa casa y ningún árbol ocupaba su jardín. Miró a su derecha justo en el momento en el que algo más colisionaba en su mejilla.

Frunció el ceño, tocándose la mejilla dolorida, dándose cuenta de la pequeña herida que había causado la pequeña piña.

Justo en la casa de al lado, un chico en la misma posición que ella la miraba con una sonrisa arrebatadora.

Rodando los ojos se levantó intentando no desestabilizarse y se escabulló por su ventana.

***

Después de una búsqueda en vano por su DNI, salió con prisa para coger el autobús. Corriendo hasta la parada, intentó retomar la respiración cuando el vehículo estacionó frente a ella. Se sentó en los asientos del final, no tenía ganas de sociabilizar. Cosa extraña en una chica extrovertida como ella.

Al despertar se había sentido decaída, y es que, la incertidumbre de qué estaba pasando podía con ella. No tenía ni idea de a quién debía identificar, a parte, eso le ponía los pelos de punta.

Bajándose en la parada a unas calles de su instituto, caminó tranquila hasta la entrada. Esperó a que el amable conserje abriera la puerta principal para entrar de las primeras y no ser empujada constantemente por la masa de gente.

El día pasó rápido y apresurada por llegar pronto a su casa, salió del aula nada más escuchó el timbre. Para su mala suerte, el pasillo ya se encontraba lleno y los alumnos no parecían tener la misma prisa que ella en llegar a casa. Decidió dar media vuelta y salir por la entrada trasera del instituto. Mirando el reloj en su muñeca, calculando el tiempo que su madre tardaría en llegar del trabajo. Sin darse cuenta, había empujado a una pobre chica y todos sus libros habían caído al suelo.

-Madre mía, lo siento muchísimo, voy con prisa y no estaba mirando-dijo agachándose a ayudarla.

-No te preocupes, vete, puedo yo sola-la chica amablemente sonrió y Danielle no se lo pensó dos veces. Despidiéndose salió corriendo hacia el patio trasero buscando un camino que la llevara hasta el autobús.

Hoy no era su día, su madre ya había llegado cuando ella llegó a casa y la obligó a comer en familia.

-Mamá, ¿has visto mi DNI?-preguntó llevándose un pedazo de brócoli a la boca.

-Si, perdona, lo cogí para inscribirte en el club de natación y se me olvidó avisarte.

-Bien-suspiró ella, no le gustaba el club de natación y su madre insistía en que siguiera yendo.

Llegadas las cinco de la tarde, se aseguró de que su DNI estuviera a buen recaudo en su bolso y se encaminó a la comisaría.

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