2- Su arma

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Alta, intimidante, mirada intensa, rasgos marcados, cabello un poco más arriba de los hombros, delgada. Irradiaba cansancio, depresión, dolor. En su mirada se podía reflejar noches sin dormir y llenas de dolor. Cabizbaja, no mantenía la mirada. No hablaba, apenas asentía y negaba con la cabeza. Eso había notado con solo haberla visto una sola vez durante no más de 20 segundos durante toda aquella semana, en la que Guix y Galera me enseñaron a cuidar de ella, pero había algo que aún no entendía. ¿Por qué la gente que intentó cuidar de ella se fue? Yo me esperaba a alguien maleducada, que tratara mal a todos, que lograra espantar a todos. ¿Qué era lo que los espantaba?

Comenzaba a creer que los que espantaban a los que buscaban el empleo eran los otros chicos que vivían en la casa. Aunque dudaba que fueran ellos, eran muy buenos. No había tenido tiempo ni de presentarme ante ellos, estaban muy ocupados en sus asuntos y yo en los míos.

—¿Tienes alguna duda antes de que nos vayamos? —preguntó Noemí y negué—. Bueno, pues entonces nos vamos. Cualquier cosa nos llamas —dio dos besos en mis mejillas saliendo con sus maletas.

—Escucha, podrás invitar a tus amigos cuando quieras, solo procura que no rompan nada —me susurró Manuel sin que escuchara la señora Galera—. Yo tendré el móvil encima todo el tiempo, si sucede algo llámame a mí primero, Noemí suele ser bastante... intensa cuando se trata de Natalia.

—Vale. Gracias, Manu —él sonrió al ver que ya comenzaba a llamarlo por el nombre que él me había dicho.

—No hay de que, pequeña. Cuídame a la niña y mantén la casa en orden —se despidió y se marchó.

Joder. ¿Cómo mantendría aquella mansión yo sola? Me quedé mirando la entrada como si esperara algo sin saber qué. Me llevé la mano al corazón soltando un pequeño grito ahogado cuando me giré y me encontré con todos los chicos mirándome con una sonrisa y cierto brillo de curiosidad y emoción. Parecía que hacía mucho no veían gente nueva.

—Que susto... —dije algo incómoda ante sus miradas.

—¿Es verdad que tú si te quedarás? —dijo una castaña de cabello rizado.

—Sí... —ella dio pequeños aplausos sonriente. Era como una niña pequeña.

—Entonces nos presentaré —dijo la de ojos azules—. Él es Miki, uno de los payasos de la casa. Ella es Marilia, la ricurita de la familia —dijo apretando las mejillas de la de rizos—. Él es Alfonso, el venezolano que le da buena vibra latina a la casa, ya sabes, esa sabrosura latina —él me sonrió dulcemente—. Este gigante es Dave, es todo un loquillo, otro de los payasos. Él es Damion, es bastante callado, se está acostumbrando a vivir aquí, llegó hace poco. Esta preciosura "galiciana" como le dice Alfonso, es Sabela, la más tranquila y que mantiene la casa en orden. Y por último esta sabrosura que estás viendo, soy Noelia, el pequeño terremoto de la casa.

—Wow, cuanta información... pues un gusto conoceros, chicos. Yo soy Alba y estaré aquí hasta que Noemí y Manuel regresen. Aunque les diré la verdad, no sé como mantendré este lugar —dije mirando todo a mi alrededor.

—Tú no te preocupes, que hay empleados que se encargan del orden y todo eso. Además, para lo que necesites nosotros te ayudaremos —dijo dulcemente la gallega.

—Venga, vamos a comer que ya debe estar todo listo. Muero de hambre —dijo Miki comenzando a caminar hacia el comedor.

—Esa es la bandeja de Natinatasha —me dijo el gaditano de gran altura.

—Se la puedes dejar en la mesita que hay al lado de su puerta... —esta vez habló Alfonso y fruncí el ceño.

—¿Por qué? —no entendía porque debía dejarle la comida allí.

Agorafobia | AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora