5- Una chica nueva

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No dejaba de pensar en Alba. Hacía mucho tiempo que nadie me abrazaba, y menos de aquella forma como lo hizo ella. Me hizo sentir... protegida, como si hubiese detenido la caída en la que vivía día a día. Había intentado alejarla de mí, pero había algo en ella que no me lo permitía, no sabía si era su mirada, su sonrisa, no lo sabía. Solo sabía que ese "algo" que tenía no me dejaba lastimarla, alejarla de mí.

Tenía miedo, miedo de pedir ayuda una vez más y no poder salir. Ya no tenía fuerzas, y la verdad era que si volvía a intentarlo y no salía de aquel agujero negro en el que vivía, no creía que resistiese ni un poco más aquella lucha. Por eso alejaba a todos de mí, no quería que si algún día yo me rindiese ellos sufrieran aun más por mi culpa.

Esa mañana había algo distinto. Alba me había llevado el desayuno como siempre, pero lo que me había sorprendido era que Miki se sentó en el pasillo a desayunar minutos después de que Alba se fuera.

—Vete de aquí, Miki —dije borde contra la puerta.

—No. He venido a pasar el desayuno y hablar con la verdadera Natalia, con mi amiga y hermana de toda la vida —sentí un nudo formarse en mi garganta—. Por favor, que Natalia la borde que aleja a todos no hable, así deja que mi Natalia, la verdadera, me escuche. Tengo muchas cosas que contarle —el nudo aumentó. Dejé mi desayuno en el suelo y me deslicé por la puerta hasta quedar sentada en el suelo—. No sabes lo mucho que he trabajado esta semana en una nueva canción. No sé si recuerdas que tú me diste varios consejos para componer mi primera canción, pero quiero decirte que con mucho esfuerzo lo he logrado. Luego te la cantaré, porque como tú siempre me mostraste tus canciones primero a mí antes que a todos, yo quiero hacer lo mismo —pasó mucho tiempo allí hablando y contándome un montón de cosas—. Bueno, Nati, debo ir con Mamen. Vengo luego, te extraño mucho... te quiero —dijo para luego marcharse dejándome en mi soledad llorando.

Joder. Moría por salir, abrazarlo y decirle lo importante que era para mí, pero ni siquiera podía cruzar la puerta de mi habitación sin que me diera un ataque. No quería que vieran lo débil que me encontraba, no quería que vieran como me derrumbaba un poco más día tras días, no merecían sufrir por mi culpa.

—Nat... entraré para cambiar tu vendaje —dijo la dulce voz de Alba al otro lado. No quería admitir que amaba que me llamara así.

La esperé sentada en el borde de la cama cabizbaja. Escuchar a Miki hablarme como lo solíamos hacer en las madrugadas me había dejado super sensible. Lo extrañaba demasiado.

—Ey ¿todo bien? —dijo suavemente sentándose a mi lado. Levanté un poco la vista, ella me miraba con un poco de preocupación—. Ven aquí, Nat... —murmuró rodeándome con sus brazos.

Una vez más me derrumbé entre sus brazos. Sentía que allí podía desmoronarme y sin embargo sentirme sostenida y protegida. Sus caricias y su respiración tranquila me llenaban de aquella paz que no conseguía nunca. Ni siquiera tenía que hablar para que ella entendiera, simplemente me había mirado a los ojos y me abrazó con fuerza.

—Déjame cambiar eso... —dijo cuando me calmé. Tomó mi mano suavemente y cambió el vendaje—. ¿Estás mejor? —preguntó sin soltar mi mano mirándome con aquellos brillantes y expresivos ojos.

—Sí —murmuré bajando la mirada.

—Vale... cualquier cosa me avisas ¿sí? Debo ir abajo, Noemí me aviso que hoy llegaría una chica nueva a la casa y no debe tardar en llegar. Trata de no ser mala con ella, Nat... —no dije nada—. Prométeme que la tratarás bien —la miré y suspiré.

—Lo intentaré —murmuré y ella sonrió.

—Con eso me basta. Si necesitas algo avísame —dejó un fugaz beso en mi sien para luego irse velozmente.

Agorafobia | AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora