1- La casa de Bermejo

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«EXTRAÑOS SUCESOS»
La Casa de Bermejo.

Vivía en Bermejo, en la calle Limón, en una casa que recibí como herencia por parte de mis abuelos. Era una casa vieja y oscura, pero era mi hogar y el único que en ese momento podía tener y mantener. Siempre tuve miedo en este lugar, tanto de las historias que se comentaban sobre la casa, como de la forma que murieron mis abuelos.

Mi abuelo era camionero y falleció arriba de su camión, viniendo de Tupungato. Lo encontraron en la banquina, morado, con el motor encendido, tieso frente al volante, con los ojos abiertos de par en par y una mueca de dolor y espanto que desencajaban su mandíbula. Murió de noche. Los forenses dijeron que fue un ataque masivo al corazón, mi abuela habló de apariciones demoníacas… típico de las viejas. Ella no solamente jamás lo superó, sino que murió sumida en una locura total creyendo ver a su marido por todas partes.

A partir de la muerte de mis abuelos, los vecinos comenzaron a ver cosas, gente, ruidos, luces. Típicas reacciones de la gente de pueblo. Hasta que llegué yo a habitar la solitaria casa. Varios años después. Era una casa grande, alta, fría y vieja. Sus maderas y chapas se dilataban con el calor y contraían con el frío, así que estaba acostumbrado a sentir ruidos en forma permanente. Siempre fui escéptico de las habladurías en general, aunque desde un principio me pasó de percibir una presencia extraña en casa, algo que me acechaba entre las sombras, algo que me miraba por las noches. Pero creía que era algo normal de la soledad de mi hogar.

Mi escepticismo comenzó a diluirse luego de un estudio médico. Sufro apnea del sueño. Para quienes no sepan que es, la apnea es una especie de trastorno respiratorio que se produce durante el sueño y lleva a suspender la respiración, por segundos e incluso minutos. Tuve que hacerme un estudio para evaluar el nivel de mi caso. El médico me dio un aparato que me tuve que conectar tres noches y, en función de mi ritmo respiratorio normal, marcaba cuando se descontrolaba mi respiración, veces, frecuencia y tiempo sin respirar. De ahí surgió mi nivel de apnea. Por suerte era bajo, pero este no era el punto, sino que lo tenebroso fue lo que se escuchaba entre los resultados del medidor. Los tres días que utilicé el aparato, exactamente a la misma hora, cuatro y diecisiete de la mañana, se escuchaba la respiración de otra persona, una respiración agitada, entrecortada, ronca, gutural. Como un lamento, o el intento de hablar, de decir algo. Era imperceptible para el oído humano, ya que luego del estudio pasé varias noches en vela, pero perfectamente oíble en el medidor de apnea. No pude quedarme el aparato más días para intentar descifrar lo que se escucha, solo pude averiguar que, ni bien no se sabe la hora exacta del fallecimiento de mi abuelo, calculan que fue entre las cuatro y las cinco de la mañana…

A partir de ese día empezaron a pasar cosas extrañas. Estaba convencido que hay algo en mi casa, comencé a escuchar ruidos, como lamentos, cosas que se caían, puertas que se cerraban o ventanas que se abrían, veía oscuridades y movimientos fugaces entre las cortinas y las habitaciones oscuras. Por alguna extraña razón cada vez que me paraba frente a un espejo no me podía concentrar y sentía que había algo detrás mío, por eso casi que no podía enfrentarme a mi reflejo sin temblar.

Un día invité a unos amigos a cenar. En el medio de la noche uno de ellos me pidió ir al baño, debía atravesar toda la casa ya que estaba en el fondo. Al cabo de unos minutos apareció corriendo en la cocina, sin prenderse el aún el cinturón del pantalón, con una mueca de miedo y risa nerviosa… “chabón, ¿que mierda pasa en esta casa?”. Nos dijo que vió a alguien en el espejo del baño, como una sombra, se asustó e intentó salir, pero la puerta no se abrió de un tirón, volvió a intentar y lo logró, salió disparando del baño mientras sentía que algo lo seguía detrás, por todo el patio. Esa noche intenté disipar los miedos, salimos a bailar e hice todo lo posible por llegar al amanecer a mi casa. La luz del día aplacaba un poco el miedo.

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