Capítulo 6

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Tenía 11 años cuando aquello ocurrió.El gobierno decidió elegir a una serie de familias al azar para ayudar en una extraña expedición. No era el único que pasaba poraquellos difíciles momentos. Otros niños de su edad pasaban por lamisma penuria que él.

Aquello parecía un campo de reclusión.La comida era escasa, no podían ir a ningún lado, ni tan siquierapodían alejarse de la base. ¿Qué clase de experimento estabanhaciendo con ellos?

- El gobierno apesta - pensaba para símismo.

Sus semi-viviendas se disponían enlínea unas junto a otras. Pequeñas tiendas de lona y ladrilloconstruidas precariamente. La disposición parecía similar a las delas fichas de dominó, perfectas para caer en cuanto cayese laprimera. Sin duda, parecía un plan estratégico montado por algunarazón en especial. Y desconocida para él.

Aquel día, igual que todos el restodesde que estaba allí, caminaba junto a aquella mujer que habíallegado a considerar como su madre, una viuda que había decididoacojerle en su seno en un momento fatídico. Y tras algún tiempo deconvivencia se había visto forzada a participar en aquella misión.Él no tendría porqué haberla acompañado, pero para aquel jovenmuchacho, aquella anciana mujer era todo lo que podía conservar desu pasado.

Anduvieron en silencio observando laextensa llanura que se abría ante ellos. Su auténtica familia eraalgo en lo que prefería no pensar. Levemente recordaba el rostro desu padre, y ya había huído de casa una vez para no volver aenfrentarse a aquel psicótico hombre.

En el fondo le alegraba que noestuviese con él allí viviendo aquella tortura. Probablemente a élle placería. Parecía un juego destinado a observar quiénaguantaría mejor la inanición. Con esa edad ya había visto varioscadáveres descomponiéndose a pocas hectáreas de su zona asignada.Ni siquiera se habían molestado en ocultar sus muertes.

Entonces lo vio, cerca de la zona dealmacenaje se produjo una pelea entre dos hombres ebrios.

Uno de ellos golpeó al otro y loestampó contra una de las bolsas de pólvora, provocando que serajase. El otro rompió una botella contra el suelo amenazadoramente.

Los ojos grisáceos del muchacho seposaron en los restos de vidrio rotos que había dejado en el suelo.El brillo se distinguía desde lejos mientras el sol jugueteaba conel trozo de cristal. Era mediodía cuando se originó la primerallama.

- ¡Tenemos que salir de aquí!¡Lapólvora! - su determinación crecía por momentos.

- Agua... necesitamos agua.....

La mujer de cabello oscuro saliócorriendo hacia un pozo cercano. Introduzco un balde de agua en él ysalió despavorida hacia el incendio.

El niño le miraba desde lejosobservando su actuación heroica. Sin duda aquella mujer salvaría eldía. Ágil, de pensamiento rápido. Sagaz. ¿Cuántos años habíapasado a su lado? Menos de los que hubiera deseado. Tal vez aquellapersona con la que no compartía lazos de sangre fuese su últimaposibilidad de encontrar una familia. No como aquella que habíadecidido esquivar, una de verdad.

Una sonrisa se esbozó en su rostrocuando sucedió la primera explosión. Su última sonrisa.

Gotas rojizas mancharon su rostro. Unbrazo cayó a su lado. En su dedo anular pudo percibir un horribledestello dorado. Reconocería esa alianza de boda en cualquier lado.Ligeramente laminada y con unas inscripciones talladas a mano quehabía visto cientos de veces.

Comenzó a chillar de espanto cuando derepente otra explosión le impulsó hacia atrás, haciéndole perderel conocimiento. Su cuerpo chocó contra el suelo propinándole unestado de confusión. Un extraño siseo a su alrededor mantenía aúnsu mente consciente. ¿Acaso era aquello un regreso a su vidaanterior?

La vida de un soldadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora