Capítulo 20

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Suspies temblaban bajo el peso de sus piernas. No pensaba que pudiesehallarse en otra situación menos propicia. Podía sentir el calorque despedía el pequeño artefacto que contenía el gas que lapropulsaba por el aire.

Sucuerpo estaba tan helado que si en ese instante una estrella cayesedel cielo, no notaría el calor que desprendería su impacto.

Cerrósus ojos lentamente. Cuando los volviera a abrir, estaría en su camadel cuartel. Nanaba la despertaría como cada mañana. Desayunaríanjuntas con Petra y luego iría a entrenar.

Nada delo que estaba pasando se le antojaba real. En primer lugar, unostitanes hasta la fecha desconocidos, habían invadido las murallas,permitiendo el paso de otras amenazas. Los ciudadanos huían bajo suspies.

Porotro lado, una mujer de un aspecto similar al suyo le miraba concierto pavor. Su nariz algo pronunciada era idéntica a la de lamujer. Su cabello, era más oscuro y recogido. Pero no había duda.El hombre que sostenía sus cuchillo apuntando hacia el suelo sudabacon impaciencia ante el reciente descubrimiento.

Lamujer embarazada sujetaba su vientre intentando hacer conexiones enesa situación. Hanji, que se supone, debía protegerles, en esemomento se encontraba en un estado de shock. No parecía responder.

Lazarandeo intentando encontrar respuesta. Pero permanecía callada consu mirada fija en el suelo. Debía de ser duro encontrar a sus padresencontrar a sus padres en esas condiciones. Se giró ante sus previosatacantes.

Uno declase de 9 metros se acercaba corriendo. Un excéntrico. No podíanhuir. Morirían allí. Agarró con más fuerza su vientre abrazando asu hijo que aún no había nacido. Pensó en el hombre que laesperaba en el cuartel.

¿Dóndeestaban los refuerzos? ¿Y los miembros del escuadrón estacionario?La mayoría muertos. Otros huyeron, despavoridos. No estabanacostumbrados al combate real.

Solo elequipo de reconocimiento estaba realmente preparado para esasituación. Y tardarían en llegar.

-¡Hanji!¡Hanji!¡Tenemos que huir de aquí!¡Eres una soldado!¡Nodecaigas!¡No has llegado a líder de escuadrón por venirte abajoante la mínima adversidad! - Los gritos de la mujer la hicieronviajar al pasado. Otra persona ya la había animado de esa forma -¡Da igual quiénes sean tus padres!¡Tú eres tú!¡Y nadie puedereemplazarte! - otro recuerdo afloró su memoria.

- Sí,lo soy – su rostro se tornó serio y estudió la situación concautela.

A unosescasos 15 metros se encontraba el titán que los vigilaba condiversión. Seguramente mascullando la manera más idónea deasesinarlos. No podían huir todos por arriba.

Elataque cuerpo a cuerpo no podía ni contemplarlo. Necesitabaalmacenar la mayor cantidad de gas para un caso particular oexcesivamente concreto.

Lamejor opción era separarse. Pero no podía ponerles en peligro. Nopodrían evitar un posible ataque. Mientras examinaba la zona conseriedad su mirada se topó con un brillo. Un cristal. A unos 5metros desde su posición.

Untragaluz. Si lo rompían podrían entrar dentro de la casa yresguardarse mientras observaban el mejor camino a seguir. Necesitabatiempo para pensar. Para planear una estrategia de huida.

Seacercó rápidamente al cristal. Parecía bastante débil. Con unágil movimiento se quitó su capa y envolvió su brazo con ella. Deun fuerte puñetazo hizo que el cristal se agrietase. Dos puñetazosmás y los pedazos de cristal cayeron hacia el interior.

La vida de un soldadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora